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El periodismo canalla y otras provocaciones

El último libro de Tom Wolfe: polémicos artículos y reportajes sobre la vida norteamericana.

Luis Fernando Afanador
27 de agosto de 2001

Tom Wolfe
El periodismo canalla y otros articulos
Ediciones B
302 paginas

Tom Wolfe, el padre del nuevo periodismo, ese género ambiguo que cuenta la realidad a través de las técnicas de ficción, ataca de nuevo. Después de Todo un hombre, su última novela publicada en 1998 y que le tomó 11 arduos años de trabajo y de silencio, vuelve ahora con un libro de artículos y reportajes periodísticos, la mayoría de escritura reciente.

Todos son provocadores o, como bien lo anuncia su título en español, bastante canallescos. Polémicos y discutibles, desde luego, pero ante todo interesantes, variados y muy bien escritos. Van desde la descripción del modo de vida de las nuevas generaciones de norteamericanos, hasta una parodia deliciosa y absolutamente magistral del estilo momificado, predecible y plagado de fórmulas de la legendaria e influyente revista The New Yorker. Incluye, por supuesto, un mortífero ataque a John Irving, Norman Mailer y John Updike (los tres grandes novelistas norteamericanos vivos llamados por él “mis tres comparsas”) quienes desconocieron el valor literario de Todo un hombre. Una pelea como para alquilar balcones. No se salvan, tampoco, Susan Sontang, Noam Chomsky y otros intelectuales calificados como “marxistas rococós” e “insignificantes colonos sudorosos, que trotan desesperadamente en pos de sus ídolos franceses”. Sale bien librado el escultor de tendencia renacentista Frederick Hart pero en contra de Richard Serra y otros artistas de la vanguardia y “la imaginación sin destreza” que propagan “sumisos” el mensaje recibido de Nueva York.

Los reportajes, menos pendencieros, incursionan en la informática, la tecnología y la neurociencia. Dos jóvenes que fueron al Oeste, el mejor de todos, cuenta la vida del físico Bob Noyce, coinventor del circuito integrado, fundador de Intel y uno de los primeros habitantes de un lugar en California que llegaría a ser mundialmente famoso: Silicon Valley. Es una historia detallada y amena sobre esta revolución tecnológica que contiene una convincente explicación de fondo: la concordancia entre el modelo de vida de los austeros congregacionalistas del medio Oeste (Noyce era oriundo de Grinell, Iowa) y la dinámica, descomplicada e igualitaria forma de trabajar que se impuso en las empresas de computadores que se crearon en Silicon Valley.

Para Wolfe, las corporaciones del Este, sin darse cuenta, habían adoptado una postura feudal ante el tema de la organización. Había reyes, caballeros, vasallos, soldados, pequeños arrendatarios y siervos, con grados de protocolos e incentivos, como el de un auto con chofer, que simbolizaban superioridad y delimitaban los distintos niveles jerárquicos. En el Este los altos ejecutivos tenían despachos con paneles de madera tallada, falsas chimeneas, escritorios de época, poltronas, libros encuadernados en piel de vestidor, como la suite de una mansión de lujo. En cambio en Fairchild Semiconductor, la primera empresa de Noyce, no había ningún sistema de clases, no se establecía diferenciación alguna entre jefes y empleados. Sólo existía un objetivo común: luchar para avanzar en un territorio desconocido. Todo el personal había hecho suyas las metas de la empresa.

En Infoverborrea, polvos mágicos... luego de demostrar una poco conocida influencia de Teilhard de Chardin sobre Marshall McLuhan y reflexionar acerca de “la aldea global” llega a la conclusión —lamenta tener que decírnoslo— de que la red, Internet, “Digilancia mágica”, sólo cumple una función: acelerar la búsqueda y la difusión de la información, ahorrándonos algunas molestias como la de salir a revisar el buzón, trasladarnos para encontrar literatura pornográfica o marcar un número telefónico para conversar trivialidades con un amigo. “El resto es infoverborrea”.

Para Wolfe Estados Unidos es un país maravilloso que nunca defraudará a ningún escritor porque allí la comedia humana siempre cuenta con suficiente material. Hay exceso de vida, de realidad, “de pulso de la bestia humana”. Todo lo que hizo falta en la últimas novelas de Irving, Mailer y Updike.