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El Picasso del jazz

Hace 15 años murió Miles Davis, trompetista, compositor y una de las figuras cimeras del arte del siglo XX. El crítico de jazz Luis Carlos Muñoz Sarmiento hace una semblanza del músico.

7 de octubre de 2006

Trompetista, pianista, compositor y líder afroamericano, además de pintor, pionero del cool jazz, aunque ya antes hizo parte fundamental del bop y luego de la mainstream, del hardbop, jazz modal, sinfónico, free, funk, fusión. Si hay un músico verdaderamente revolucionario, rebelde y distinto en la esfera del jazz, ese es Miles Davis, hombre tan alabado como vituperado, ante todo por razones extramusicales.

Miles Dewey Davis III nació el 25 de mayo de 1926 y murió el 28 de septiembre de 1991. Oriundo de Alton, Illinois, hijo de Miles Davis II, dentista, y de Cleota Henry Davis, violinista, de familia acomodada e instalada en St. Louis desde 1927, a los 13 años recibió de manos de su padre una trompeta nueva, la que aprendió a tocar con el profesor Elwood Buchanan. Participó en la banda escolar y en sus primeras jam sessions. Conoció a Clark Terry, con quien descubrió un estilo distinto al que le presentó Buchanan y luego a Sonny Stitt, Illinois Jacquet y a un productor de los McKinney's Cotton Pickers, que le ofreció puesto como trompetista. Su madre le exigió acabar sus estudios. Ingresó en los Blue Devils, de Eddie Randall, una banda de rhythm n blues, mientras afinó su toque con Terry. Hacia 1945 tocó con Bean Hawkins, pionero del saxo tenor junto con Lester Young, Dizzy Gillespie y Charlie Parker, todos ellos líderes del bop. En 1949 le dio un giro a su carrera y formó un noneto que pese a su corta duración, tuvo gran influencia, al iniciar el estilo cool con el álbum Birth of the Cool, publicado completo en 1957. Este término lo introduce, junto a Gil Evans, por oposición a hot, para desarrollar un jazz menos temperamental, más académico y reflexivo. Con Evans grabó entre 1957 y 1960 los álbumes Miles ahead, Porgy and Bess (basado en la ópera escrita por George Gershwin) y Sketches of Spain. Para la crítica, "jazz sinfónico".

Paralelamente desarrolló proyectos trascendentales. Al visitar París compuso la música del filme Ascensor para el cadalso (1957), de Louis Malle, improvisando sobre la moviola. De vuelta a su país formó un quinteto con el saxofonista John Coltrane, a la postre con un soberbio resultado: The Best of Miles Davis & John Coltrane (1955-1961), con las orgías de improvisación rítmica Two bass hit, Round midnight, Straight no chaser, Milestones, So what.. Con este quinteto, en el que también participaron el pianista Bill Evans y el saxo Julian 'Cannonball' Adderley, grabó en 1958 la obra maestra Kind of Blue, álbum pionero en progresiones modales.

A lo largo de su vida no sólo reinventó una y otra vez el jazz. También sufrió diversos avatares, aderezados con el dulce néctar del mito: accidentes de auto (fractura de ambas piernas: se dice que mandó matar a dos policías blancos que trataron de detenerlo previa y arbitrariamente), operaciones de cadera, complicaciones cardíacas producto de su vieja afición como yonqui. Tras seis años de retiro, a comienzos de 1980 emergió un nuevo Miles, de la mano de ciertos jóvenes 'eléctricos': los saxos Bill Evans y Kenny Garrett (quien acompañó a Miles en Montreux, dos meses antes de morir, y en 1997 vino al Teatro Colón, de Bogotá); el guitarrista Mike Stern (el preferido de Miles y con quien grabó tres álbumes); el teclista Adam Holzman; el bajista Marcus Miller; los bateristas Al Foster y Vincent Wilburn (sobrino de Miles); el percusionista Mino Cinelu… De sus viejos camaradas sólo volvería a llamar a John McLaughlin y Gil Evans, mientras que de forma progresiva irá "modernizando" su repertorio, sus colaboraciones (con Cindy Lauper, Sting, James Brown, Sly Stone, Prince, Micaela Jackson) e incluso su economía. Tuvo que convertirse en su propio mánager tras comprobar que un blanco lo robaba.

Virtuoso pregonero del no virtuosismo, la libertad controlada, el silencio y la cita, de la ruptura como esencia de su timbre, donante y vampiro de cuanto estilo ha cruzado, Miles escapa a toda esquematización. Esto tal vez permita reconocer su arte revolucionario, como sea que el arte transformador se dirige al hombre libre, inconforme, rebelde. "Rebelde y negro, inconformista, frío y con estilo, airado, sofisticado y ultralimpio: yo era todas esas cosas y más. Pero extraía de mi trompeta una música gloriosa y tenía un gran grupo, así que mi popularidad no se basaba sólo en la imagen del rebelde".

Y ella quizá tuviera que ver también con su pasión por el boxeo y el paralelo que hacía entre este y la música: "El boxeo se puede comparar con la música. En ambos casos es preciso dominar el ritmo, poseer un buen 'tempo'. Entrenarse, practicar, clarifica las ideas y mejora la circulación sanguínea, permite pensar con más fuerza, sentir con más intensidad y actuar con mayor vigor, cualquiera sea el instrumento que uno utilice. Cuando miro a un baterista es como si mirase a un boxeador: evalúo sus reacciones, su velocidad…" De tal concepto surgieron standards como Budo, Miles, Seven steps to heaven, Fran-dance, el inefable e infalible My funny Valentine, así como arte rezumante de ánimo libertario: Mr. Freedom X, Calypso frelimo, Red China blues, Zimbabwe.

Davis representa el sonido de la soledad, la tristeza, la resignación (en cuanto congoja, no conformismo), jazzman carismático, negro orgulloso de su raza y de su oficio que jamás cedió al abuso de los blancos, que no vieron en él al ser integral sino a un bufón del poder. A esto opuso la fortaleza del carácter, la vitalidad del espíritu, la magia de su arte, al que se dedicó de manera decidida tras iniciar su rebelión con la toma de conciencia frente al miedo, al que conoció y a la vez perdió por una llama en el fogón: "Esto es lo más lejano que puedo recordar; más atrás sólo hay niebla, misterio… pero en mi mente la llama azul de aquel fogón es tan clara como mi música. Yo tenía tres años. Vi la llama y noté su calor muy cerca de mi cara. Sentí miedo, miedo de verdad, por primera vez en la vida".

En Miles se encarna la voluntad de poder, el ánimo de no mirar atrás, de avanzar sin reparos, lejos de aquella llama… como quien sabe y cree: sólo quien no tiene ningún tipo de miedo puede amar libremente; hay que amar para poder tocar. De ahí la validez de su arte y del arte, el que existe para que, como dijo Nietzsche, no nos mate la verdad.