Home

Cultura

Artículo

C I N E    <NOBR></NOBR>

El planeta de los simios

Tim Burton se inventa un planeta de los suyos, pero cuenta la misma historia de los otros.

Ricardo Silva Romero
10 de septiembre de 2001

Director: Tim Burton
Actores: Mark Wahlberg, Tim Roth, Helena Bonham Carter, Michael Clarke Duncan, Estella Warren, Kris Kristofferson, Charlton Heston

Tim Burton inventa oscuros mundos paralelos poblados por monstruos y por pesadillas y le da vida a tristes personajes que tratan de escapar de ellos. Ese es su oficio. De eso se tratan sus películas, sus cuentos, sus poemas.

Centrémonos en sus largometrajes y pensemos en sus protagonistas: la pareja de muertos que quiere salir del macabro limbo de Beetlejuice, el murciélago humano que cruza una Ciudad Gótica llena de seres deformes en las dos primeras partes de Batman, el joven con manos de tijera que intenta vivir en el mezquino barrio de colores pasteles de Edward Scissorhands, el Ed Wood que jamás supo que sería el peor director de la historia del cine, los jóvenes que tratan de salvar a la humanidad del grotesco ataque extraterrestre en Marcianos al ataque. Así es el cine de Burton: los héroes son hombres solitarios, incomprendidos, marginales; las imágenes son irrepetibles; las historias son parodias de otros relatos y sátiras de nuestra vida en sociedad.

Su versión de El planeta de los simios, lamentablemente, no es ni lo uno ni lo otro. Vuelve a imaginar la famosa aventura que dio origen, desde 1969, a cinco películas y a un par de series de televisión, pero no se atreve a parodiarla ni a llevar al extremo, por ejemplo, todas las críticas sociales que sugiere. Parte de la misma premisa del clásico de Franklin J. Schaffner un hombre aterriza en un futuro en donde los simios han sometido a los hombres y se han tomado la Tierra— y sí, logra darle una nueva vida, pero para hacerlo se limita a construir estupendos escenarios, a crear más y más especies de simios y a idear un final maligno.

No, no inventa mucho más, no agrega nada del otro mundo. Su existencia resulta casi tan innecesaria, como la de la versión que Gus Van Sant hizo de Psicosis. Cuando va a convertirse en una salvaje burla de nuestros comportamientos, cuando se asoma a las más inquietantes posibilidades de la aventura —un muy escandaloso triángulo amoroso, unas costumbres tan tontas que parecen humanas, una exterminación que recuerda el holocausto— entonces se echa para atrás y recuerda que estamos en vacaciones y que para llevarse la taquilla no hay que excederse en las bromas sino reafirmar valores como el heroísmo, la fuerza y la astucia. Por eso el héroe no es otro patito feo sino una especie de Rambo que aterriza en el futuro. Y es que no se puede cometer dos veces el mismo error: Marcianos al ataque, que sí es una burla descarnada, fue un fracaso de taquilla.

Parece como si Tim Burton se hubiera conformado con que los productores lo dejaran crear sus ciudades, sus vestuarios y sus máscaras y que a cambio no le preocuparan los hechos de la historia. Su Planeta de los simios es, como planeta, visualmente inolvidable, pero, como película, está llena de cabos sueltos y de momentos que jamás llegan a ocurrir.