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Andrés Trapiello también escribió una biografía de Cervantes y acaba de publicar una versión de ‘El Quijote’ adaptada al español moderno.

LIBROS

El regreso de Sancho Panza

El escritor español Andrés Trapiello recrea la vida del escudero de don Quijote después de la muerte de éste.

Luis Fernando Afanador
14 de noviembre de 2015

Andrés Trapiello
El final de Sancho Panza
y otras suertes
Destino, 2014
430 páginas


Uno de los capítulos más conmovedores de el Quijote es la muerte de Alonso Quijano. Derrotado por la realidad, ha aceptado no ser más el caballero de las causas justas, “el desfacedor de agravios” y “enderezador de entuertos”. Muere como Alonso Quijano, no como el don Quijote que fue. Aunque ha quijotizado un poco el mundo y a las personas a su alrededor que echan de menos su locura. Muerto don Quijote y el personaje que lo soñó, el quijotismo lo ha sobrevivido. Sin embargo, se pregunta el novelista español Andrés Trapiello, ¿qué ocurrió con los otros personajes? ¿Qué fue de la vida de Sancho Panza, del bachiller Sansón Carrasco, de la sobrina y el ama? Para responder a esas preguntas escribió la novela Al morir don Quijote, y diez años después, en 2014, El final de Sancho Panza y otras suertes. Felizmente, el fiel escudero ha regresado de nuevo en compañía de otros personajes secundarios.

Un buen lector no hace diferencias entre personas reales y ficticias. Andrés Trapiello, gran lector de el Quijote, asume a los personajes de Cervantes como seres vivos, que siguieron su vida como tocaba, porque la vida sigue pase lo que pase. Sancho aprendió a leer –y por cierto, leyó el Quijote que le ayudó a entender quién diablos era–; el bachiller Sansón Carrasco, que alguna vez se disfrazó de Caballero de los Espejos para vencer a don Quijote y así obligarlo a regresar a la normalidad de su casa, se ha casado con su sobrina, la bella Antonia, que perturba a más de uno en aquel lugar de La Mancha. Y el ama, Quiteria, que aún no olvida a su patrón, Alonso Quijano, a pesar de las angustias y las dificultades económicas que le provocaba. No son fáciles las cosas tras la muerte del hidalgo empobrecido, por lo cual este singular cuarteto decide viajar a Sevilla con la perspectiva de embarcarse a las Indias. Viaje que finalmente emprenderán pese a las reticencias de Sancho por dejar a su familia y porque las Indias eran entonces, según las palabras que le pone a decir Trapiello, “refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores, añagaza de las mujeres libres y, en fin, engaño común de muchos y remedio particular de pocos”. Este viaje, por cierto, es un homenaje póstumo a Cervantes que siempre quiso embarcarse a las Indias –sentía que era lo mínimo que la Corona debía hacer por quien sacrificó su brazo y su libertad– pero, como es sabido, se lo negaron de la peor manera.

El viaje y la estadía en Sevilla, la travesía del océano y la llegada a Arequipa: nada será fácil para estos personajes, como le aclara Sansón Carrasco a un pirata inglés que se encuentran: “Señor capitán, vienen sucediéndonos tales cosas que os asombrará saberlas, de no saber que todo lo que roza con don Quijote parecen cosas, en verdad, de encantamiento”. Muchas aventuras le esperan al lector de El final de Sancho Panza y otras suertes. “Hechos, solo hechos”, reza el epígrafe del libro, una cita de Charles Dickens, otro declarado admirador de Cervantes.

Pero no se trata solo de hechos. El lenguaje constituye otro gran mérito de esta novela. Andrés Trapiello logra crear un español que sin ser el español de Cervantes –un propósito, además de imposible, esperpéntico- evoca su música y su belleza. Un español a caballo entre el español de comienzos del siglo XVII y el español de hoy. Comprensible para nosotros, sin necesidad de rebajarlo. No debemos pasar por alto que Trapiello acaba de publicar una ‘traducción’ de el Quijote al español moderno, una hazaña intelectual cuyos beneficios ya se prefiguran: el libro de Cervantes era muy citado y poco leído, entre otras cosas, por el obstáculo del léxico que hacía necesario una gran cantidad de notas a pie de página que espantaba a los lectores.

Y por supuesto, la novela de Trapiello también nos recuerda cuánta compasión y fe en la vida, a pesar de todas las adversidades, irradian los personajes de el Quijote: “El haber conocido a nuestro buen amigo don Quijote nos ha mudado a todos, que esto tienen las vidas y las obras de los hombres esclarecidos”.