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EL RESORTE DE LA RISA

"As de ases", historia de una amistad, hilvana locuras que no suenan falsas, y que entretienen

19 de septiembre de 1983

No se puede esperar que todos los 5 días salga un Buñuel que a los 80 años nos entregue "Ese obscuro objeto del deseo". Lo normal es que un Gerard Oury nos haga pasar un rato muy agradable con un Jean-Paul Belmondo liberando a un grupo de judíos en las propias narices de Hitler, burlándose de los nazis durante los famosos juegos olímpicos celebrados en Alemania 1936. Es "As de ases". Una comedia con aventuras o una aventura cómica, con persecuciones en carro, avioneta y motos, con las tradicionales equivocaciones, con el niño huérfano que provoca la aventura y que siempre aparece en el momento oportuno, o inoportuno, en que Jo (Belmondo) va a lograr algo, así sólo sea un beso, de la periodista Gabi. Con detalles irónicos (la insignia nazi en la sombrilla, el reloj cucú que da la hora en forma de saludo nazi). Con lo inverosímil que no se trata de camuflar (el niño Simón puede conducir el carro a gran velocidad, el reencuentro final con el osito, la entrada a la casa de Hitler sin obstáculos).
Ahí está lo apasionante, en la ruptura con ese mundo real y esas leyes lógicas en que vivimos. En la lógica que crea la película que le permite hilvanar todas las locuras que quiera sin que nos suenen falsas. Por eso queda fácil aceptar que el oficial Rosemblum, el aviador alemán Gunther, el francés Jo y el soldado Hitler, que coincidieron hace 20 años en una batalla durante la primera guerra mundial, se reencuentren ahora en una nueva batalla deportivo-política.
¿DE QUE NOS REIMOS?
De un Belmondo suelto, seductor, que realiza lo que no buscaba (salvar a los judíos) y fracasa en todo lo que se proponía (capturar a Gunther, ver triunfantes a sus boxeadores en las olimpiadas, amar a Gabi). De ver a Hitler y a la Gestapo ridiculizados. Ya Chaplin había demostrado que no hay nada más cómico que ver al poderoso caer en un charco de agua y vencido por las estratagemas de los inferiores, o a un grupo de malos chocando entre sí al perseguir al bueno. No importa que lo hayamos visto innumerables veces, el truco conserva su eficacia.
Pero, ¿qué deja "As de ases"? Siempre puede aparecer la inquietud de exigirle a cada película que "nos deje" algo positivo, que nos enseñe un valor o eleve nuestra cultura, que no se limite a divertirnos. Como si al divertirnos no estuvieramos sacando a flote algo de lo que somos o actitudes ante la vida que no encuentran otro camino para expresarse. Es fácil valorar la película que inquieta la que deja interrogantes que estimulan una actividad interpretativa. "As de ases" no inquieta, pero puede ser vivida o gozada desde diversos aspectos cuya valoración depende de la importancia que les demos, y el vivir y gozar algo es ya interpretarlo. La película tiene amor al riesgo como forma de vivir o de sentirse vivo; tiene ese sentido del instante, de agotar en cada situación hasta la última gota de la experiencia que nos proporciona, más allá de las normas que nos inhiben; tiene la solidaridad entre los débiles contra el fuerte.
Lo mejor es que nada de esto lo propone la película directamente como "temática" o conflicto. Son dimensiones que operan como sustrato explicativo de las acciones de los Dersonaies. Se respiran en la agilidad misma del ritmo vertiginoso de la película, en esa atmósfera descomplicada que nos va envolviendo, en ese personaje, Jo, que se pasea tranquilo en paños menores por el hall del hotel. (Quizás por eso lamentamos que la película no termine como lo deseábamos, con el tradicional beso entre Jo y Gabi.
Lo más seguro es que "As de ases" no esté destinada a figurar en las historias del cine o en las antologías. Ni siquiera va a entrar en la enumeración que en diciembre hace la crítica de las mejores películas del año. Esos puestos están reservados para "La ciudad de las mujeres" que sí propone "temáticas trascendentales". Todo depende de lo que uno entienda por trascendental.
Hernando Martínez Pardo