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El silencio de los inocentes

La exposición y el libro 'Silencios', de la fotógrafa Erica Diettes, muestran la huella de la barbarie nazi a través de fotografías de sobrevivientes que llegaron a Colombia.

12 de febrero de 2006

El viejo Teatro Faenza de Bogotá, en la calle 22, renace poco a poco del abandono y del olvido. La Universidad Central lo compró para restaurarlo y en estos momentos se encuentra en obra negra. Pero este miércoles le abre sus puertas al público y no precisamente con una función de cine o un espectáculo musical. En sus paredes y superficies todavía sin estucar ni pintar reposan 90 fotografías de Erica Diettes (caleña, 1978) que hablan del Holocausto, de los que sobrevivieron a los campos de exterminio, de los que pudieron esconderse de los nazis, de los que alcanzaron a salir a tiempo de Alemania y los países ocupados, pero se quedaron sin hogar, patria ni familia. De la tristeza de los sobrevivientes de la tragedia que llegaron a Colombia. Son sus rostros, pero también esas marcas en los brazos que evocan de manera cruel e inhumana su paso por un campo de concentración, viejas fotografías y objetos que ellos le muestran a la cámara, breves testimonios escritos a mano. El Faenza parece mandado a hacer para albergar esta muestra. Es un lugar que se niega a morir, que renace del olvido. Como señala Erica Diettes, "el estado de deterioro del espacio evoca la destrucción que se sufrió durante la Segunda Guerra Mundial. Esa atmósfera le da cierta solemnidad a la exposición". Ella comenzó este proyecto en febrero. Al morir doña Ruth Rosenberg, abuela de su esposo, encontró una foto de los padres de doña Ruth subiéndose al barco que los traería de Alemania a Colombia. Por detrás tenía escrito en alemán 'julio de 1938'. Comenzó a indagar a través de familiares y amigos de familiares. Su suegro la comunicó con Maximilian Kirschberg, su antiguo socio, quien estuvo en el campo de concentración de Buchenwald. "Fue mi primer acercamiento a un sobreviviente, la primera vez que veía un número tatuado en el brazo de una persona". Así empezó a ponerles caras de personas reales a esas películas que había visto como La lista de Schindler y La vida es bella. "Fue una experiencia muy impactante y dramática para mí. Honestamente no pude preguntarle nada, tuve que guardar silencio". Un sobreviviente la llevaba a otro y completó una lista de 30 en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. "No todos estuvieron en campos de concentración, aclara. Algunos sobrevivieron escondidos en diferentes sitios, otros estuvieron en guetos y otros lograron salir tan pronto estalló la guerra". No fue fácil abordarlos. "Al pedirles a los personajes que participaran en el proyecto, casi todos cambiaban de tono de voz. Unos me decían que sí, pero con la condición de no preguntarles nada, algunos me dijeron que no les interesaba aparecer, una señora me dijo: 'yo ya no aguanto'". Casi todos los que aceptaron querían guardar silencio (de allí el nombre de la muestra y del libro que la complementa y que también se lanza este miércoles en el Faenza), pero están convencidos de la necesidad de aparecer en este proyecto para que el horror de la barbarie nazi no se olvide. Escogió el blanco y negro porque para ella es la mejor manera de develar la naturaleza del ser humano. "El blanco y negro evoca el pasado y refuerza el dramatismo de los rostros de las personas. Creo que el tema del Holocausto debe ser hecho con la dureza y la nostalgia que evoca el blanco y negro". Un teatro que renace del olvido albergará hasta el 15 de noviembre esos rostros silenciosos, tristes y dignos que claman para que la humanidad nunca olvide los horrores de las masacres.