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EL SONIDO DEL SILENCIO

Después de 15 años, Marcel Marceau el mimo más famoso del mundo regresa a Colombia

5 de octubre de 1987

Sólo una vez en la vida ha pronunciado una palabra en escena: "¿ Oui?". Estas tres letras son las únicas que se escuchan durante la hora y media de rodaje de la película "La última locura de Mel Brooks" y son, a la vez, en una paradoja intencional, las primeras y únicas pronunciadas ante un público por Marcel Marceau en sus 43 años de vida artística. Porque para contar una historia de infancia o un drama de la vida cotidiana, para lanzar una crítica mordaz a la sociedad moderna o para expresar el miedo, la rabia, el amor o el dolor del siglo veinte, este genio de la pantomima moderna no ha necesitado nunca de la palabra. Por encima de barreras raciales, culturales e idiomáticas, Marcel Marceau ha llegado a los cinco continentes a través del único lenguaje universal: los gestos.
Un lenguaje que, como dice el mismo Marceau, ha sido a lo largo de la historia de la humanidad el lugar de reencuentro de todas las nacionalidades. Una verdadera Torre de Babel que con sus mensajes silenciosos alcanzó la gloria en el imperio romano de Nerón y de Calígula y en el París de Napoleón, para casi desaparecer, irónicamente, en el Pierrot de Perrault y en el Charlot de Chaplin, símbolos por excelencia de la pantomima universal e inspiradores del arte que Marceau hizo suyo para no dejar morir.
El mimo más famoso de todos los tiempos, según algunos, el genio del gesto mudo o el más grande mimo contemporáneo para otros, no sólo consiguió rescatar y perpetuar el arte milenario sino, sobre todo, convertirse en "el poeta del silencio". Un poeta llamado simplemente "Bip", que con su franela de rayas, chaqueta gris entallada, pantalón blanco de volatinero y zapatillas grises, sale cada noche a algún escenario del mundo para ofrecer la flor roja que se abre encima de su sombrero de copa lanzando un grito silencioso al evocar a todos los payasos, bufones, bailarines, malabaristas, magos actores y cantantes que lo precedieron y, con la mano en el corazón, saludar la conciencia del hombre para que se vuelva hacia el asombro, como el pequeño príncipe de Saint Exupery.
Bajo las luces de los reflectores y detrás de la capa de maquillaje blanco que cubre su rostro, nadie pensaría que ese cuerpo flexible y atlético, envidiable para cualquier joven de 25 años, pertenece a un hombre que ha superado las seis décadas. Porque en este francés, nacido en Estrasburgo un día de 1923 en el hogar de un carnicero, la edad sólo se asoma en las canas que comienzan a bordear las arrugas de su cara. En su escuela del mimodrama de París "Marcel Marceau", fundada por él en 1978 y considerada la mejor del mundo, tiene 80 estudiantes de 20 países a quienes transmite su estilo y su conocimiento de la pantomima. "Gracias a muchos ejercicios y limitaciones, gracias a que he sabido guardar mis fuerzas y mi vitalidad, pero sobre todo gracias a mi permanente contacto con gente joven conservo también mi juventud espiritual", dice Marceau, quien a su vez asegura: "Sin el pasado no hay presente ni habrá futuro. Los jóvenes no pueden inventar el mundo, pero en cambio pueden redescubrirlo y para ello deben ser ambiciosos, pero modestos".
Alumno de Charles Dullin cuando todavía contemplaba la posibilidad de convertirse en actor parlante, después de la liberación de Francia en 1944, y bajo la tutela de su gran maestro Ettiene Decroix Marcel Marceau se deja llevar definitivamente por el mundo del silencio, por el espacio aéreo que crea el mimo alrededor de sí mismo, en el que es actor, bailarín y acróbata, en el que es un poeta del movimiento. Nace entonces, en 1947, su personaje: "Bip". De él se sirve para transmitir su mensaje de paz y combatir la violencia, porque Marceau mantiene su convicción de que es necesario luchar contra las injusticias y la miseria del mundo. "Luchar pacíficamente, porque la guerra sólo trae la destrucción del hombre".
El ángel, la creación del mundo, la pesadilla de un carterista, el cazador de mariposas, el fabricante de máscaras, la espada del samurai, el tango, los burócratas y todos los personajes, oficios y hechos que conforman la crónica del siglo veinte han desfilado desde entonces por los escenarios de los cinco continentes a través del lenguaje silencioso de Marceau. Durante 40 años Bip ha soñado que es donjuán, ha sido mercader de porcelana y guardián de niños, soldado, concertista y patinador, ha viajado por mar y por tren, ha nacido y se ha suicidado. Como Don Quijote, que se bate tercamente contra los molinos de viento, Bip es el poeta volcado hacía la conciencia humana, enamorado de la justicia, la libertad y la claridad. Un poeta que permanece más allá de las razas, perjuicios y nacionalidades, un hermano silencioso de todos los seres que pueblan el mundo.
Después de la muerte de Allende en 1973, y de los sucesivos golpes militares que se dieron en Argentina, Uruguay y otros países, para Marcel Marceau resultó muy difícil volver a América Latina. "Sé bien que Neruda murió a raíz del golpe, que no resistió la angustia de ver su patria desgarrada. Por cosas así me siento impedido para volver al Cono Sur", dijo en 1982. Pero hoy ha superado esta barrera. Por esta razón, y porque es apenas la segunda vez que visita a Colombia después de 15 años de no hacerlo, la presencia de Marcel Marceau en Cali, Medellín y Bogotá entre el 9 y 18 de septiembre, es la mejor disculpa para presenciar el espectáculo lírico y filosófico de este rey de la pantomima, quien según sus propias palabras: "Cuando subo a escena prefiero el silencio para transmitir tristeza o belleza, esperanzas, sueños. En escena me gusta 'cantar' con mi cuerpo".
"Querido público, ustedes escucharán con sus ojos los silencios de nuestras creaciones, verán con su corazón los gritos, los desgarramientos, pero también las risas que se detienen en las fronteras de lo irrisorio, lo trágico y lo cómico de nuestro espectáculo se toman de la mano para crear esa balada silenciosa a través de nuestra época pasada, presente y por venir. Yo los saludo con la mano en el corazón y mis dedos silenciosos saludan a América Latina a través de su historia y sus pueblos. Esta noche y las siguientes, en el halo de la luz, el rostro desnudo y honesto, les envío una flor temblorosa y el estallido de mi corazón, en un combate que es el eco de sus propias vidas", es el saludo que trae a Colombia este hombre que un día de 1944 se juró: "Seré mimo o nada".