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El sonido de Medellín

La capital de Antioquia se ha convertido en el centro de la música independiente del país. Juan Carlos Garay, de SEMANA, hace un panorama de los nuevos ritmos paisas.

10 de octubre de 2004

A veces cuando anochece en el Parque de los Deseos, una gran pared blanca se convierte en pantalla gigante y se proyectan películas gratis. El mes pasado se instaló frente a la pared una tarima para la presentación de tres grupos de jazz. En ese lugar y en medio de ese ruido vivo, el guitarrista Juan Carlos Cardozo me citó para hablar de su nuevo proyecto musical. Me dijo que le gustaría presentarlo allí mismo, pero utilizando al mismo tiempo la tarima y la pantalla, proyectando imágenes sincronizadas con la música.

El grupo de Cardozo se llama Jaén Kief, y acaba de grabar uno de los discos más originales en la historia del rock nacional: una sola obra de 45 minutos con una coherencia asombrosa, estructurada en movimientos pero sin pausas, a la manera del clásico álbum A Passion Play de Jethro Tull. Se llama Las hadas no vuelan más y es el resultado de 10 años de composición. El guitarrista aclara que la obra completa tiene una extensión mayor al disco y por eso el próximo año saldrá un segundo volumen, con la continuación de la historia. Un proyecto así sorprende porque hoy casi nadie en el mundo graba álbumes conceptuales.

Pero el caso de Jaén Kief es apenas uno en medio de la inusitada variedad de propuestas musicales que actualmente ofrece Medellín. En la ciudad hay un interés creciente por el jazz, el ska y la música electrónica. Hay músicos de gran imaginación e ingenieros de sonido a la altura de esa imaginación, con lo cual están apareciendo discos de producción independiente pero de un nivel igual (o superior) al de las grandes disqueras. En Medellín también conocí el disco con la distribución más original que existe. Se llama Lounge.co y recopila los mejores ejemplos de música electrónica suave hecha en Colombia en el último año. Para obtener una copia sólo hay un requisito: tomarse seis martinis en el bar Mélodie Lounge del barrio El Poblado.

Así que hice el esfuerzo, invité a unos amigos a un dry martini y me quedé con el disco "por interés periodístico". Sigo pensando que un compilado tan bueno debería encontrar canales de distribución más convencionales, pero los productores me miraron extrañados cuando les pregunté si pensaban venderlo en tiendas de discos. Entonces me callé, entendí que todo es parte de esa ebullición musical que vive 'Medallo' y me puse a leer los créditos de la contratapa. Allí aparece mencionado el grupo Polaroid, con el que me iba a entrevistar al otro día.

Los Polaroid ensayan en una casa del barrio Belén. Verlos antes de tocar es como estar en un camerino circense: no es fácil imaginar cómo van a sonar juntos un saxofón, una consola de mezclas, una guitarra eléctrica y una gaita con maraca. Pero suenan estupendamente y alcanzan un sonido que no se parece en nada a las nuevas producciones electrónicas de Nueva York o de Barcelona. Les pregunto si creen que existe un "sonido de Medellín" y me responden muy seguros: "En ninguna otra parte del mundo se puede escuchar jungle con gaita".

El sonido de

la esperanza

La cuestión de la nacionalidad no es una preocupación nueva en la música de Medellín. Desde los tiempos de grupos como Perseo y Bajo Cero, el rock y el metal no sonaban con la frialdad de los modelos extranjeros sino con el mismo calor que puede sentirse, digamos, en la Estación San Antonio al mediodía.

El nuevo disco de la cantante Claudia Gómez, llamado Majagua, es una muestra clara de lo mucho que se puede ahondar al intentar definir qué es la música nacional. Claudia vivió varios años en Inglaterra y España, y al tratar de compilar un repertorio que mostrara a los extranjeros cómo suena nuestra música terminó juntando cumbias, bambucos, cantos emberas, patacorés, porros y joropos. Majagua es eso: un paseo por todos los ritmos de Colombia a través de una voz magnífica, curtida en el jazz. Escucharlos asombra por dos cosas: lo variado que es este país y lo versátil que es Claudia.

Escuchando todos estos discos nuevos se siente que ya puede hablarse del 'sonido de Medellín', aunque todavía sea difícil explicarlo. Antes de viajar a la capital antioqueña, la banda Coffee Makers me había hecho llegar una copia de su primer álbum, El camino. Desde el comienzo me intrigó el tema de apertura, que se llama Las calles de Medellín, una pieza festiva llena de instrumentos de viento. ¿Banda sonora para una noche de sábado en el Parque Lleras? Puede ser. Precisamente allí terminé encontrando a Santiago, el bajista, y proponiéndole una entrevista informal. Le pregunté por qué esa canción suena a Medellín. "Cuando la hicimos pensamos en un elemento inherente a esta ciudad, que es la tensión. Entonces hicimos una mezcla muy sucia para la batería y le agregamos unos vientos con un ambiente muy natural, muy de la calle".

"Entonces, ¿cuál es el sonido de Medellín?", insisto, y Santiago se ríe. "El sonido de la esperanza, será". Lo cual está en armonía con el despertar cultural que vive actualmente la ciudad. La Alcaldía lanzó una campaña llamada 'Medellín despierta para la vida', que busca que la gente salga más y hasta más tarde. El guitarrista de Jaén Kief compuso su opus de 45 minutos "sobre el tema de la pérdida de la inocencia, porque me tocó vivir la época dura de Medellín", pero sabe que de lo malo que ya pasó se sacó también el brío del presente. El arte, y especialmente la música, se han convertido en los grandes catalizadores de toda esa vitalidad.

De hecho, si hay algo común a todos estos discos es la esperanza. Lo corrobora Paula Ríos, que está radiante porque acaba de prensarse su primer álbum llamado, muy apropiadamente, Los días felices. Paula tiene una voz muy fresca y sus canciones están vestidas de una instrumentación electrónica que va muy acorde con toda esa temática juvenil de sus letras.

De paso para el aeropuerto visito a Gustavo Bustamante, que hace una labor quijotesca y maravillosa: transmite jazz en una emisora de Rionegro. Conoce los nuevos grupos, se cartea con los mejores jazzistas del mundo, está tan actualizado como si viviera en Manhattan. Es él quien me cuenta de una novedad discográfica que saldrá en diciembre para completar ese espectro tan colorido de la música de Medellín: el segundo disco de Puerto Candelaria. El primero, si mal no recuerdo, fue nombrado "Mejor disco de jazz colombiano" en 2002 por la revista SEMANA.