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DISCOS

El torbellino eléctrico

El bajista santandereano Chepe Ariza ama su instrumento, compone para él y ha desarrollado la técnica virtuosa que se refleja en su nuevo disco.

Juan Carlos Garay
22 de octubre de 2011

Si existe el cielo de los bajistas, con seguridad su música ambiental incluirá las piezas del nuevo disco de Chepe Ariza: Arizando al aire. Hay composiciones para bajo con acompañamiento de tiple, para dos bajos, para contrabajo combinado con bajo eléctrico y por supuesto, no faltaba más, un par de ejercicios para bajo solo.

La idea, más que estrambótica, amenaza con la monotonía. El milagro (porque no encuentro otra manera de llamarlo) sucede desde los primeros instantes: Ariza decidió abrir este nuevo disco con una interpretación del pasillo Vinotinto, solo que tocado a una velocidad que echa por la borda cualquier evocación bucólica y, sin cambiarle una sola nota, lo convierte en un retrato de lo explosivo de nuestros tiempos.

Lo inexplicable, al cabo de 44 minutos de buena música, es que tenemos un álbum completo con instrumentos que casi nunca son solistas (el tiple, que solo está presente en algunos momentos, aparece más para dar color que melodías). ¿De dónde sacó Chepe Ariza que el bajo podía ser melódico? El músico recuerda que, cuando estudiaba en la Universidad Industrial de Santander, tuvo la oportunidad de tocar el Concierto para contrabajo y orquesta, de Domenico Dragonetti. Poco después conoció los discos de Jaco Pastorius, a quien define como "el primero que hizo cantar el bajo". No pasaría mucho tiempo para que decidiera aplicar eso mismo al torbellino y al pasillo.

Por no hablar del joropo, que también hace una aparición admirable acá. Las dos versiones de Carmentea se presentan como ejercicios de tema y variaciones: una dinámica que, como escribió alguna vez el crítico Harold Schonberg, es la disciplina esencial de la improvisación en el jazz. A veces oigo quejas de gente a la que le disgusta que la música nacional se mezcle con sonidos de fuera. No es el caso acá. Cuando Ariza confiesa, espontáneo, que "para mí el torbellino es el blues colombiano", no está queriendo imponerle otro lenguaje; está validando su mirada y su toque. Ahí está la diferencia.n