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EL ULTIMO VIDENTE

Muerto Borges, sus admiradores tendrán ahora que conformarse sólo con sus libros.

21 de julio de 1986

El miércoles pasado, después de una ceremonia celebrada conjuntamente por un sacerdote católico y un pastor protestante en la catedral de Ginebra, el cadáver de Jorge Luis Borges fue sepultado en el cementerio de Plan Palais y terminó así el paso por la Tierra de un hombre lúcido, un escritor prolífico, un lector incansable, un humorista repentino, un políglota virtuoso y el mundo se quedó sin ese personaje de leyenda que en los octubres saltaba a la actualidad por su antigua candidatura al Premio Nobel de Literatura.
Borges, que murió de manera oficial el sábado 14 de junio por cuenta de un cáncer en el hígado, había muerto para él mismo hace varios años. En 1974, cuando tenía 75 años, mucho antes de que afirmara que "estoy un poco harto de Borges", escribió el epílogo de sus obras completas e hizo allí una reseña de sí mismo para una hipotética Enciclopedia Suramericana que se publicará en Santiago de Chile en el año 2074. En ella, Borges escribio lo siguiente sobre Borges:
"La fecha de su muerte se ignora, ya que los periódicos, géneros literarios de la época, desaparecieron durante los magnos conflictos que los historiadores locales ahora compendían. Sus preferencias fueron la literatura, la filosofía y la ética. Prueba de lo primero es lo que nos ha llegado de su labor, que sin embargo deja entrever ciertas incurables limitaciones. Por ejemplo, no acabó nunca de gustar las letras hispánicas, pese al hábito de Quevedo... El renombre de que Borges gozó durante su vida, documentado por un cúmulo de monografías y de polémicas, no deja de asombrarnos ahora. Nos consta que el primer asombrado fue él y que siempre temió que lo declararan un impostor o un chapucero o una singular mezcla de ambos. Indagaremos las razones de ese renombre que hoy resulta misterioso".
Borges, pues, estaba metido en su propia muerte desde entonces y su desapego a la vida lo dejaba en claro con declaraciones estruendosas ( "he vivido demasiado; he abusado de la vida" o "la muerte es una costumbre que sabe tener la gente") y, por eso, cuando se apagó del todo en su casa con vista a la parte vieja de aquella ciudad suiza, que era la que más amaba en el mundo, el menos sorprendido fue él mismo porque la muerte le parecía un ideal.
La sorpresa fue del mundo que se estremeció con la noticia y las propias noticias tuvieron que hacer concesiones en su atiborrado tráfico de goles del Mundial, para que pasaran muchos despachos que intentaron contar quién era este hombre que nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires, que fue miembro de una familia aristocrata, de padre abogado y filósofo y de madre dedicada a la traducción de los clásicos ingleses.
En ese hogar de alcurnia, plantado en el tradicional barrio Palermo y adornado con una abuela inglesa y muchos tíos próceres, comenzó desde muy temprano la formación literaria y linguística de Borges, lo que le permitió siendo niño conocer a Macedonio Fernández y Evaristo Carriego, que eran íntimos de su casa y, por otra parte, lograr un récord casi de preescolar: aprender primero el inglés que el español.
Aunque él decía (riéndose, claro) que "mi familia no era rica, de modo que sólo teníamos seis esclavos", cuando estaba por cumplir sus primeros quince años se fue a Europa y estudió primero en la Gran Bretaña y después en Suiza, en años intensos de aprendizaje académico y experiencias personales, que se extendieron a Madrid, donde se unió sin reticencia al movimiento ultraísta, acaudillado por su admirado Rafael Cansinos Assens.
La vida en Europa le amplió las fronteras mentales, le sirvió para perfeccionar el inglés, para aprender francés y alemán y para leer, sin perdonar ninguno, todos los clásicos de la literatura, lo que le entregó, ayudado por su gran memoria, una erudición asombrosa y unánimemente reconocida.
En 1921, Borges regresó a Buenos Aires y se lanzó, primero como resucitador de publicaciones literarias y después como escritor un poco clandestino (su primer libro se publicó en el año 23 y no se puso en venta sino que lo repartió entre amigos) al mundo de las letras en el que conquistó un espacio propio, en el que tuvo el reconocimiento de ser un escritor artífice del idioma en su forma más difícil, la concisión, y en el que le fueron tributados todos los honores posibles, con excepción del esquivo Nobel, al cual comenzó a ser candidato desde 1963 y sobre el cual siempre estuvo convencido que no se lo otorgarían porque "no lo merezco".
Sobre el Nobel para Borges siempre ha habido y habrá discrepancias, pero en lo que hay consenso es en que la obra del argentino es tan amplia, tan probada en todo género y tan brillante, que se constituye en una de las más importantes en la historia de la literatura, aunque para él sólo dos o tres páginas de toda su producción "se salvan para la posteridad".
Su bibliografía, que comprende poemas, cuentos, ensayos, diálogos, divertimientos y juegos mentales, está traducida a veinte idiomas y, en ella, de acuerdo con los críticos, se distinguen tres épocas: la primera llega hasta 1930, con "Fervor de Buenos Aires", "El tamaño de mi esperanza", "El idioma de los argentinos", "Cuaderno de San Martín" y la biografía del poeta Evaristo Carriego. Su segunda etapa de creación está marcada por varias colecciones de cuentos ("Historia universal de la infamia", "Historia de la eternidad", "El jardín de senderos que se bifurcan", "Seis problemas para don Isidro Parodi") y la tercera, entre otros, con "La muerte y la brújula", "Ficciones", "Otras inquisiciones", "Elogio de la sombra", "El informe de Brodie", "El libro de arena", "La rosa profunda", en una fértil producción que superó hasta la ceguera que le sobrevino definitivamente en 1955, cuando tenía 56 años.
Porque Borges era ciego, eso se sabe. La imagen de su mirada perdida, sus manos abrazando un bastón y la idea de un ser indefenso, es la que ha quedado grabada en todos los borgianos y en quienes, sin serlo, se dejaron cautivar o, por lo menos, atraer por este hombre que en la oscuridad contó con un lazarillo de excepción: su madre, Leonor Acevedo, que le asistió en todo hasta 1975, cuando murió a los 99 años de edad.
La ceguera de Borges fue una herencia: su padre murió ciego, su abuela inglesa murió ciega y también murió ciego el padre de su abuela. El mismo comenzó a perder la vista siendo joven y ese lento ingreso a la oscuridad de todas maneras lo celebraba: "Veo luces, veo sombras, veo movimientos, pero no veo formas. Pero no es tan terrible ya que es gradual, muy lento, un lento crepúsculo", describió en una entrevista al periodista Angel Beccassino.

BORGES, EL POLEMICO
La ceguera no fue un impasse insalvable para continuar su creación -quizá, mejor para aguzarla- y para mantener viva su curiosidad de aprendizaje, especialmente literario. Decía que Dios tuvo la espléndida ironía al darle 800 mil libros y la ceguera. Su última pasión fue la poesía islandesa "porque es la primera que usa metáforas" y, para descubrir mejor su belleza, en los últimos años estuvo estudiando rigurosamente el islandés como una manera adicional de acercarse a toda la literatura escandinava que le fascinaba.
No cesó nunca Borges ni de leer (a través de otra persona) ni de escribir ni de estudiar y tampoco dejó nunca de polémizar desde posiciones que, por ejémplo en el campo político, le traían recios ataques de la derecha a veces y desde la izquierda, casi siempre.
Políticamente, Borges era un conservador anarquista. O un anarcopacifista, como se prefiera, al que siempre se le señalaba desde los sectores progresistas por tener una posición aristocratizante y, además, por hacer una literatura sin compromisos. En la época donde más ataques recibió fue cuando dio una declaración de apoyo al dictador chileno Augusto Pinochet. En los años negros de las dictaduras argentinas, su posición fue, en apariencia, desprevenida porque en una oportunidad concurrió a un almuerzo con el presidente Rafael Videla y, después, suscribió una declaración solidarizándose con el dolor de las madres de la Plaza de Mayo.
Un mes antes de su muerte, sin embargo, recibió lo que se pudiera llamar un espaldarazo: Tomás Borge, ministro del Interior y uno de los más beligerantes dirigentes de Nicaragua, hizo una declaración: "Creo que este continente ha producido escritores extraordinarios que no son revolucionarios. A mi juicio, el mejor escritor, desde el punto de vista literario que ha producido este continente y el de habla española por mucho tiempo, es Jorge Luis Borges".
Las polémicas de Borges no cobijaron sólo a los sectores políticos y literarios, sino que llegaron hasta las jerarquías eclesiásticas. En 1976, se proclamó ateo con una declaración escueta: "Todo termina con la muerte", y eso le valió que monseñor Germán Mallagaray, de Jujuy, Argentina, considerara que "es una blasfemia y un ataque solapado contra la Santa Iglesia y las creencias de nuestro pueblo".
Su ateísmo lo confirmó en una entrevista concedida al subdirector de El Espectador, José Salgar, en noviembre de 1983. En esa oportunidad para hablar de la muerte de su madre, dijo que "la longevidad es una enfermedad muy larga. Y en mi caso es hereditaria. Mi madre murió a los 99 años. Le faltaba poco para cumplir los cien. Una mañana, pasó del sueño a la muerte... Ella vivía pidiéndole a Dios que se la llevara". El periodista le preguntó entonces si él no le había pedido a Dios que se lo llevara, y contestó: "No puedo. Como no creo en Dios, no puedo pedirle nada".

BORGES, EL DE LAS FRASES
Considerado por algunos como "el mejor humorista argentino", Borges tuvo en sus declaraciones a la prensa o en sus conferencias, frases que, aunque risueñas, contenían en el fondo sus verdades, su manera de mirar la vida y, en su producción literaria, verdaderas joyas de profundidad y de brillantez.
Su capacidad de hacer o de escribir frases quedó comprobada a lo largo de su vida y de sus obras y de ellas, para acercarse a ese talento repentista, vale recordar las siguientes:
-El año pasado, a raíz de la publicación en España de su último libro "Los conjurados", pronunció una conferencia en la que confesó su verguenza porque en el libro había originalmente un poema de amor que decía "hay una mujer que me duele en todo el cuerpo. Decidí suprimirlo porque me parece que no está bien para un anciano de 85 años decir eso, pero, ¿qué puedo hacer si hay una mujer que me duele en todo el cuerpo?".
-En la introducción a un volumen de prosas, Mauricio Wacquez reproduce esta frase, una de las más citadas del autor "Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nuncaAquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach".
-En octubre de 1984, en Marrakesh, en un congreso mundial de poesía, la poeta colombiana María Mercedes Carranza tuvo la oportunidad de vivir esta anécdota Borges con María Kodama, conversaba con María Mercedes y con el médico colombiano Virgilio Olano. Cuando Borges se enteró que Olano era médico, le preguntó: "¿Doctor, usted qué muerte me recomienda?".
-"Todo objeto cuyo fin ignoramos, es provisoriamente monstruoso", dice una de las frases en el ensayo "Una vindicación de la cábala".
-Dos frases sobre los argentinos: "El argentino es un individuo. No un ciudadano". "Los argentinos hemos pasado del francés al inglés y del inglés a la ignorancia".
-La cultura de Borges lo llevó muchas veces a citar a centenares de autores con propiedad, oportunidad y precisión. De Séneca, en uno de sus relatos, citó alguna vez su frase de "todo cuanto ocurre es signo de algo que ocurrirá".
-Esta definición del ocaso, hecha en "Historia de la eternidad": Ocaso: luz apasionada y final.
-En "La muerte y la brújula" escribió: "La casa no es tan grande, pensó. La agrandan la penumbra, la simetría, los espejos, los muchos años, mi desconocimiento, la soledad".
-Pero no sólo de citas trascendentales -como la de Séneca- está poblada la obra de Borges. Esta copla andaluza, escrita en el relato "Dos notas", muestra a un autor más risueño: "Veinticinco palillos tiene una silla. ¿ Quieres que te la rompa en las costillas?".

BORGES, EL ENAMORADO
La última vez antes de su muerte que Borges saltó a las páginas de los periódicos fue el pasado 26 de abril cuando se casó con María Kodama, una intelectual de 41 años, de padres japoneses, quien lo conoció hace 29 años y quien se convirtió en su asistente, lazarilla y compañera inseparable de viajes, lecturas y trabajo desde cuando murió la madre del escritor.
Ese fue el segundo matrimonio de Borges. El primero ocurrió en 1967, la esposa fue Elsa Elena Astete y la unión sólo duró tres años y no causó ningún escándalo, comparado con el que levantó la boda celebrada por poder, estando María Kodama en Asunción, Paraguay, y el poeta en Ginebra.
Los ataques a la hoy viuda de Borges surgieron del seno de la familia del escritor y, una vez conocido el documento por el cual Kodama hereda todos los bienes y derechos de autor, se anuncio en Buenos Aires que será impugnado el testamento.
A esos dardos, disparados a veces con veneno desde medios de comunicación argentinos, tan venenosos que dos semanas antes de morir obligaron a Borges a escribir una carta indignada en la que afirmó que en toda su vida jamás había conocido a una persona más recta que su nueva esposa, María Kodama dijo en una entrevista con Cambio 16 que "yo no busqué todo esto. Era amiga de Borges desde hacía muchos años y empecé a acompañarlo en los viajes desde la muerte de su madre. Nunca me gustó hacer declaraciones. Si realmente me hubiera gustado figurar, hubiera elegido la profesión de artista. Pero elegí consagrar mi vida al estudio. Elegí vivir de cierta manera y quiero que me dejen tranquila".
La tempestad creada por el matrimonio y posteriormente por la muerte de Borges, tiene un claro origen económico: se calcula que la fortuna del escritor puede fácilmente llegar a los tres millones de dólares sólo en Hispanoamérica y sin contar, desde luego, lo que produzcan los derechos de autor en adelante. En una rueda de prensa dada en Buenos Aires por el apoderado de Borges, Osvaldo Vidaurre, a la cual asistió la corresponsal de SEMANA en Buenos Aires, María Teresa Ronderos, se reiteró que el testamento del escritor es determinante: María Kodama es la única heredera universal del escritor.
La hermana de Borges, Norah y sus hijos, no han disimulado su disgusto con lo que dice el testamento, cuyo contenido preveían desde que se efectuó el matrimonio hace ocho semanas. Borges, de acuerdo con lo conocido por SEMANA en Buenos Aires, dejó, sin embargo, algunas colecciones privadas y parte de su biblioteca a sus sobrinos, pero el descontento familiar no ha cesado.
A pesar de este escándalo, María Kodama, el único amor de Borges, ha mostrado no sólo mucha seguridad (como se desprende de la respuesta a Cambio 16), sino el dolor de viuda al presidir el desfile fúnebre del ataúd cubierto de rosas, que fue depositado en un cementerio de Ginebra, en un acto que le puso fin al paso de Borges sobre la Tierra.

BORGES EN COLOMBIA
Jorge Luis Borges estuvo por primera vez en Colombia en 1963. Vino invitado por la Universidad de Los Andes, para que participara en algunas de sus conferencias académicas. Y por un grupo de personas, encabezado por Alvaro Castaño Castillo, que quiso que coincidiera la visita de Borges con la inauguración del primer transmisor importante que tuvo su emisora, la HJCK.
Sobre la imborrable anécdota de esta visita SEMANA quiso entrevistar a Alvaro Castaño.

No, no fui yo quien trajo por primera vez a Borges a Colombia. En ello intervinimos varias personas. Empezando por la Universidad de Los Andes. Pero yo quise que esta visita coincidiera con la inauguración del primer transmisor importante que tuvo la HJCK.
Fue en esta ocasión, en el año de 1963, cuando entablé mi primer contacto con Borges.
Ya estaba ciego. Sin embargo, cuando fuimos a recogerlo al Hotel Intercontinental en compañía de Abelardo Forero, Ramón de Zubiría, Jorge Rojas, Daniel Arango y Arturo Camacho, comentó apenas salimos a la calle. "Qué linda está la tarde". Debió adivinar mi desconcierto, porque de inmediato me aclaró: "Yo defino la tarde por la intensidad del sol". Borges todavía tenía, en aquel entonces, la conciencia de las luces laterales.
Aquella fue una fiesta inolvidable. Casi una kermés. Hubo tiples, colados, poesía y hasta cantó Chavela Vargas. A él lo del transmisor no le importaba, pero sí le interesó bastante, según habría de expresármelo, el fenómeno HJCK como aglutinante de una vida cultural.
En esta primera oportunidad, Borges vino a Colombia acompañado de su madre. La siguiente anécdota me permite pensar que ella era especialmente dominante. Me encontraba yo en mi casa, algunos días después de aquella inolvidable fiesta, cuando recibí una llamada de Borges desde su hotel en el centro de Bogotá. Me preguntó a qué distancia me encontraba. Yo comencé a explicarle que estaba en la calle 85, pero él me interrump¿ó. "No me hable de calles, sino de tiempo". Yo le respondí que a 25 minutos, y entonces Borges me pidió que lo visitara cuanto antes en el hotel. Yo, claro, me fui muy sorprendido de que Borges me necesitara con tanta urgencia. Cuando llegué, me abrió nerviosamente la puerta y me dijo que había demorado mucho. "Nos quedan algunos minutos". Y me explicó esta cosa prodigiosa: "Se trata de que estoy enamorado".
Y ¿en qué le puedo servir, Borges? (El no permitía que lo llamaran maestro).
"En esto: en copiar lo que le voy a dictar, muy apresuradamente. Y le hago la siguiente explicación: tal vez usted no sabe que yo dicto mis versos a mi madre. Pero esto no se lo puedo confiar a ella. Debemos aprovechar que ha salido a cambiar unos dólares. No hablemos más, y escriba, por favor: Oh destino el de Borges, haber navegado por los diversos mares del mundo o por el único y solitario mar de nombres diversos, haber sido una parte de Edimburgo, de Zurich, de las dos Córdobas, de... ("¿De Colombia, Borges?") ("Bueno, pero no me interrumpa") de Colombia y de Texas, haber regresado, al cabo de cambiantes generaciones, haber envejecido en todos los espejos, y no haber visto nada o casi nada sino el rostro de una muchacha de Buenos Aires, un rostro que no quiere que lo recuerde.
Oh destino de Borges, tal vez no más extraño que el tuyo.
Bogotá, 1963
Tiempo después, Borges alargó el poema y lo tituló "Elegía". De lo que le dictara a Alvaro Castaño sólo modificó un verso: el de "haber envejecido en todos los espejos", por "haber envejecido en tantos espejos". Pero la mención a Colombia, cuya autoría Alvaro Castaño confiesa con más pudor que orgullo, permaneció allí para siempre).
Cuando Borges se preparaba para dictar el siguiente verso, golpearon a la puerta. Le entregué el papel, y él se lo guardó velozmente en el bolsillo de la camisa, haciéndome un gesto de silencio. Abrió la puerta, y entró su madre. El le preguntó si había podido cambiar los dólares. Ella le preguntó si se había tomado su vaso de leche.

LA SEGUNDA VISITA DE BORGES
Borges volvió al país en 1967. Durante esta visita, en la que hubo un contacto aún más personal entre él y yo, se produjo la grabación para la serie de discos de la HJCK. Era el primer poeta extranjero que invitábamos.
El día en el que fuimos a grabar, Borges no recordaba casi nada de sus escritos. Desde luego, tampoco podía leerlos. El escogió grabar el "Soneto a Buenos Aires". Yo iba recordándoselo, verso por verso, y él iba repitiendo después de mí. Hasta que al llegar al primer terceto del soneto, a mí se me olvidó. Fueron momentos de gran dramatismo. Decidimos entonces cambiar por otros que él se sabía de memoria. "A una sombra de mil ochocientos noventa y tantos" y luego recitó de memoria "El tango".
Y otras obras más con las cuales, después de mucho tiempo de vacilaciones y recuerdos, casi cuatro horas de trabajo, logramos grabar 16 minutos, que sólo daban para una cara del disco. Convinimos entonces que para completarlo se grabara uno de sus cuentos cortos, leído por otra persona. El escogió el cuento "Emma Sunz", y pidió que lo leyera una persona que tuviera sangre judía, porque el personaje del cuento era una dama judía. Y designó para ello a Amelia Benze, actriz argentina muy notable. Vino el proceso de invitarla, de arreglar con ella los derechos de interpretación, y de llamarla por larga distancia a Buenos Aires. Hizo una grabación bellísima.
Cuando estuvo listo el disco, viajé a Buenos Aires para entregárselo personalmente a Borges.