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EL VETERANO

El TEC, el teatro de más tradición en Colombia, cumple en estos días 40 años.

17 de julio de 1995

AL TEATRO EXPERIMENTAL DE CAli no sólo le tocó inventarse sus obras, sino también crear actores y público en un país que no tenía ni lo uno ni lo otro. Ha sido pionero en casi todo. Fue el primero en tener una sede propia, en contar con un grupo estable, en recibir sueldo del Estado, en ser invitado a Francia al Festival de las Naciones... Y ahora es el primero en cumplir 40 años de ponerse y quitarse máscaras.
El motor de esta carrera maratónica, apasionada, contra viento y marea, en un país que nunca ha tenido una infraestructura comercial para las artes escénicas es la terquedad de Enrique Buenaventura: un hombre curtido en navegar mares tropicales, recorrer puertos con mosquitos, atravesar los Andes, explorar las selvas brasileñas y un consagrado al terrible dios Changó de los ancestrales ritos afroamericanos de Bahía.
Sin embargo, para sus amigos, entre quienes están Santiago García, Alvaro Mutis y Fanny Mikey, es simplemente un hombre de teatro, en el sentido literal de la expresión. De esos que no conocen otro norte, otro culto, otra alegría, que el mundo bautizado por las luces del escenario.
Pero no ha sido Buenaventura quien ha perseguido el teatro durante su azarosa vida. Ha sido más bien éste el que siempre se le atravesó casualmente. El teatro se le apareció cuando era un joven periodista de Cali e hizo una reseña sobre una compañía argentina. El artículo le gustó tanto al director de la obra que se lo llevó a Caracas como asistente de dirección. Le volvió a salir al paso en la forma del amor por una exuberante mujer de Recife que, además de ser la única persona que hablaba español en el lugar, era actriz y le llevó a un grupo que más tarde dirigió. De nuevo saltó a su vida en el Buenos Aires de los años 50, en donde encontró el Movimiento de Teatro Independiente. Y finalmente, cuando era un profesor de rituales afroamericanos en Chile, le llegó la propuesta que definitivamente enrumbaría su destino: la de regresar a Cali a hacer parte de una escuela fundada por el general Rojas Pinilla, quien acababa de traer la televisión a Colombia y necesitaba formar actores.
El TEC con los años rebasó las expectativas que se pueden fundar sobre un teatro estatal. Se fue convirtiendo en un imán que atraía materiales diversos: artistas vanguardistas como Juan Antonin Roda hacían las escenografías, músicos como Pineda Duque componían la música, viejos sin formación, negros, blancos, actores de trayectoria internacional como el argentino Pedro Martínez o jóvenes principiantes como su esposa, la veinteañera Fanny Mikey.

TEATRO MULTITUDINARIO
La primera etapa fue un recorrido minucioso y creativo por los grandes clásicos: La casa de Bernarda Alba, La discreta enamorada y muchos otras obras llenaron las salas de los teatros con estudiantes, padres de familia, niños y obreros. La fuerza de estos montajes no sólo salía del estudio académico de los textos, sino de todo un estilo de vida que el TEC propiciaba. Entre la disciplina monacal y largas noches de bohemia transcurría la vida de este núcleo de iniciados en la religión del teatro, que hoy Fanny Mikey recuerda como una de las mejores experiencias de su vida. "Estábamos concentrados -dice- como lo hace un equipo de fútbol antes de un encuentro definitivo".
La apoteosis de esta primera época tuvo su punto culminante en una escena surrealista: el montaje de Edipo Rey de Sófocles en la Plaza de Bolívar de Bogotá, con el Capitolio como escenario. Dicen quienes recuerdan este suceso que la multitud que entonces se reunió tal vez sólo se pueda comparar con el recibimiento a los ciclistas en sus épocas de oro.
Pero lo que realmente marcó el estilo del TEC fue el innovador montaje de A la diestra de Dios Padre. El grupo, roto su matrimonio estatal y expulsado violentamente del seno paterno, ya había logrado una sede propia. Y Buenaventura con esta obra demostró que "se podía con la sabiduría y el lenguaje popular, pero nada costumbrista del clásico Carrasquilla, hacer un gran teatro", en contravía del ingenuo y provinciano de Luis Enrique Osorio, considerado entonces el modelo de la dramaturgia nacional. Luego vendrían piezas como La trampa, La denuncia y Los papeles del infierno, entre otras, que inovaron con su interés por la historia y su forma refinada pero sobria el panorama escénico nacional.
El verdadero aporte del TEC a la historia del teatro colombiano, según Ramiro Osorio, fue: "el haber logrado consolidarse como un grupo estable, con su propia dramaturgia y una metodología para el trabajo teatral donde todos: escenógrafos, músicos, actores y director eran responsables del resultado final". Este método conocido como el montaje colectivo logró darle identidad y peso a todo el teatro nacional y hacerlo conocer en el exterior.
Son muchas las giras internacionles y los premios que el TEC ha logrado durante estos años, 75 los montajes y muchas las traducciones de las casi 70 obras escritas por la incansable y observadora pluma de Buenaventura. Por todo esto, por su carácter de clásico colombiano, de iniciador de la dramaturgia nacional, su trascendencia internacional y su trabajo ininterrumpido es que el país le rendirá este año un homenaje al grupo por el que pasaron actores de la talla de Fanny Mikey, Helios Fernández, Yolanda García, Iván Rodríguez y Lucy Martínez. En Bogotá se realizará durante el mes de septiembre en La Casa del Teatro Nacional con la presentación de El nudo corredizo y otras actividades como una charla con Alvaro Mutis, gran amigo de Buenaventura. Y en Cali el homenaje será en noviembre con talleres, conferencias y seminarios dictados por especialistas de Francia, Egipto y Argentina, entre otros invitados.