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La actuación del violinista Ángel Tavira, descendiente de una importante familia de músicos populares mexicanos, es lo más impactante de la película. La gente del pueblo tendrá que soportar, en este triste relato, la llegada de un ejército que no tendrá contemplaciones.

CINE

El violín

El debut de Francisco Vargas es una sorprendente tragedia que ha recibido más de 25 premios internacionales.

Ricardo Silva Romero
12 de mayo de 2007

Título original: El violín.
Año de estreno: 2005.
Dirección: Francisco Vargas Quevedo.
Actores: Don Ángel Tavira, Gerardo Taracena, Dagoberto Gama, Mario Garibaldi, Fermín Martínez, Silverio Palacios, Octavio Castro, Mercedes Hernández, Gerardo Juárez, Ángeles Cruz.
 
En el el mundo de el violín sólo sobrevive aquel que no espera llegar al día siguiente. Es un mundo agobiante. Brutal. Sin salida. Recuerda ese lugar polvoroso (ese infierno que es un tiempo que no pasa) de los relatos de Juan Rulfo. Y los condena a todos, a los soldados del Ejército, a la guerrilla que se repliega para atacar de nuevo, al viejo violinista manco que reclama su propiedad, a pagar escena por escena un horrendo crimen que jamás cometieron. Se trata, como se podrá imaginar, de una buena película mexicana que le da dimensiones trágicas a aquella realidad que en Colombia conocemos de memoria: la defensa de la tierra en tiempos sin ley. Y es una experiencia abrumadora, una producción elegante que enreda a cualquiera en su trama, que recompensará a quien no le tema a emprender un viaje guiado por las miserias humanas.

El instrumento que le da el título al largometraje es interpretado, decíamos, por un violinista manco llamado don Plutarco. Que a sus 80 años, acostumbrado a hablar sólo cuando tiene algo importante qué decir, le enseña a su hijo Genaro el valor de la solidaridad, le advierte a su nieto Lucio que estos son los días de la oscuridad (“¿y cuándo vendrá la luz?”, pregunta el niño en un arrebato de emoción) y se resiste a entregarles sus terrenos a unos soldados del gobierno que ya se han acostumbrado a arrasar con todos los caseríos por los que pasan. Don Plutarco enfrentará, desde el principio de El violín, los peores momentos de una larga vida que se ha habituado a los malos momentos, pero nada podrá comparar a los conciertos privados que tendrá que darle al capitán del Ejército que se ha tomado su aldea: esos conciertos serán el corazón del drama.

Lo mejor de este largometraje, además de esas imágenes que recuerdan, también, las fotografías tristes tomadas por Rulfo, es la estremecedora interpretación de don Ángel Tavira. Don Ángel, que empezó a tocar el violín cuando apenas tenía 6 años, que a los 13 perdió la mano derecha y aprendió notación a los 60, recibió un premio en el festival de Cannes del año pasado por el gran trabajo que lleva a cabo en esta obra. El mérito no es sólo suyo. Detrás se encuentra el documentalista Francisco Vargas, director de la película, que ya lo había entrevistado para un cortometraje titulado Tierra caliente. Dicho sea de paso: el de Vargas, celebrado en los certámenes más importantes del cine, es el debut que abre la carrera de los grandes cineastas.

“¿Cuándo nos van a dejar tranquilos?: en este pueblo somos gente de paz”, se atreve a decir don Plutarco en una escena fundamental del relato. Y la respuesta del capitán, “yo por mí me largaba de una vez, Plutarco, palabra”, resume el sinsentido en el que viven los personajes de El violín: no saben que es ser cruel porque sólo puede saberlo quien tiene en el mundo alguna cosa qué perder.