Home

Cultura

Artículo

MUSICA

Elogio de la cumbia etérea

'3 AM', el nuevo álbum del proyecto Sidestepper, presenta iguales dosis de sabor colombiano y sonido global.

Juan Carlos Garay
29 de septiembre de 2003

La relacion entre Iván Benavides y Richard Blair comenzó con el asombro mutuo. Se conocieron en una finca, donde había ido toda la banda de Carlos Vives a inspirarse para producir un disco. Pero mientras muchos se gastaban el día entero ensayando Richard Blair veía cómo Iván pasaba tres, cuatro y cinco días sin pararse de una hamaca. Al sexto día Iván decidió levantarse y mostrarles a los demás lo que había hecho en su mente: ya tenía compuesta La tierra del olvido con letra y melodías. Richard quedó tan sorprendido que le mostró otras ideas geniales, y entre los dos gestaron el concepto del que sigue siendo el disco más importante de Vives.

En el disco 3 AM del proyecto Sidestepper, Iván y Richard vuelven a hacer música juntos. Desde luego, muchas cosas han cambiado desde aquellos tiempos del olvido. Richard ha encontrado el punto equidistante entre la ingeniería de sonido y la dirección musical, que lo hace doblemente fuerte en el negocio de la música. Iván sigue puliéndose en la creación de temas que suenan como mantras cadenciosos: "Si la vida viene, llega hasta tu puerta, no le pongas llave, déjala entreabierta". Y entre los dos (que son el alma de Sidestepper), han hecho de 3 AM un disco con iguales dosis de sabor colombiano y sonido global. Casi todos los ritmos que se escuchan parten de la cumbia pero han sido pasados a través de un cedazo descubierto por los más ingeniosos sonidistas: se graban los tambores, después se monta la melodía y por último se retiran los tambores. El efecto es el de una música con swing pero sin piso, una exquisita cumbia etérea.

Richard Blair escucha el disco conmigo en un equipo de sonido profesional. La sala, de impecable acústica, ha sido facilitada por la disquera para que este artículo de SEMANA incluya lo que en nuevo periodismo se llamaría "vivencia sonora" del cronista. Se concentra en piezas como Más papaya y No lloraré y de pronto exclama con su acento inglés: "Es lo más colombiano que he hecho".

En los intermedios cierto sabor cubano se cuela en las canciones. Aunque me duela la vida recuerda lejanamente el legado de Rolando Laserie. Richard me explica que se trata de un joven cantante de La Habana llamado Ronald Infante, cuya voz aparece en el disco gracias a un pacto amistoso que no ahorró sacrificios: "Yo le prometí que iba a aparecer en el disco, cuando las autoridades no lo dejaron salir de la isla nos fuimos hasta allá a grabarlo".

Como una sorpresa van apareciendo también huellas de música jamaiquina. Le pregunto si el reggae es una inspiración para quienes hacen música electrónica. Pero cuidado, me advierte Richard: a veces lo que suena como reggae está en realidad basado en el folclor colombiano. Si tú le quitas le letra a In the beats we trust, allí encima de esas armonías cabe perfectamente una cumbia, Ay curura, Ay curura.

Recuerdo que alguien decía que el reggae nació cuando los jamaiquinos trataron de hacer rock. Se me ocurre que, por comparación, 3 AM es lo que sucede cuando un discjockey británico quiere interpretar nuestros ritmos atlánticos. Richard se ríe. "Sí, yo tengo la libertad de hacer cosas que no haría la gente acá". Entonces me explica que uno de sus hallazgos sonoros es lo que él llama "punto dulce", aquel instante en que convergen armónicamente dos cosas distintas. En aquella sala de impecable acústica es Richard quien termina definiendo el sonido de este disco.