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En busca del más allá

El Museo de Arte Moderno expone una completa retrospectiva de la obra de Carlos Rojas.

24 de diciembre de 1990

Ser pintor no significa ser artista. No es suficiente tomar el pincel con la mano, impregnarlo de óleo y plasmar una imagen en el lienzo, para sentir que el arte se ha apoderado por un momento del hombre. El arte es una forma de ser que imprime carácter.
Carlos Rojas es un artista. Lo es, no por el hecho de pintar cuadros y hacer esculturas, sino por la actitud que tiene frente a la vida. Sería artista incluso si no hubiera puesto jamás un pincel en sus manos. Aunque, ciertamente, la energía de un hombre que vive de esta manera busca medios de expresión.
En este orden de ideas, la exposición que inaugura esta semana el Museo de Arte Moderno, de Bogotá, constituye para los espectadores la más completa retrospectiva de la obra de Rojas que se ha montado hasta el momento. Para él significa el encuentro con su propio yo, visto a través de unos cuantos momentos de conciencia.
Rojas no se siente viejo. Para alguien a quien el tiempo no le interesa como medida, la edad es un invento para atormentar a la gente. No obstante, piensa que ésta puede ser la última retrospectiva de su obra que tiene la oportunidad de ver. Por fortuna, suena exagerado. De cualquier manera, le aterra la idea de verse reflejado en más de un centenar de cuadros, y en algunas esculturas, que muestran las diversas series que ha trabajado en su vida: desde el cubismo de las primeras épocas, hasta esa búsqueda de la nada que asumió en los últimos tiempos. Le aterra, seguramente, porque sabe que "cada instante de vida práctica es un eslabón en la configuración de la vida creativa". Entonces, ahí está todo. Incluso lo que físicamente no está. Hasta las esculturas que botó al río en sus años de estudio en Europa, por la imposibilidad de traerlas a Colombia, deben estar ahí. En el nylon que sostiene sus cuadros. O en la parte del lienzo que ha quedado oculta por el marco.
El arte abstracto no es para contemplar. A partir de su experiencia, Rojas crea un punto para la reflexión. Con la seguridad de que cada quien se enfrenta a un cuadro de una manera diferente. "Nadie ve una obra como puede verla el autor. Eso es lo más interesante: el verdadero valor de una obra es el de permitir la creación visual... y el ojo permite que las cosas permanezcan en el cerebro".
El observador de una obra abstracta puede salir corriendo, puede opinar acerca de la belleza del marco o puede meterse en ella sin la presión de tener que emitir un concepto al respecto.
¿Qué es la abstracción? Es un proceso. "Percepción, análisis y síntesis, opina Rojas, para concluir en la conciencia, entendiendo por conciencia el punto de partida del conocimiento para comprender un todo".
Carlos Rojas es fiel a este esquema. El origen de su obra está en la intuición, factor que considera el gran don de la vida. "Por intuición veo, pero no miro". Le da rienda suelta a ese olfato tan propio de su carácter artístico, sin preocuparse por ponerle un freno cuando la pasión lo eleva del mundo. Pero eso sí, no permite que la intuición como tal llegue hasta el lienzo. Primero la analiza, sobre todo para sacarle el mayor provecho posible. "Nunca trabajo sin saber qué voy a hacer, para qué y por qué" . Entonces, cuando toma plena conciencia del quehacer artístico, comienza a darle forma a su búsqueda. Esa búsqueda que siempre va con él y que seguirá a su lado hasta el fin de sus días. ¿Qué busca Carlos Rojas? El más allá. -O posiblemente el mas acá, través del mas allá.- Por eso en su obra un pueblo no parece un pueblo, ni una manzana parece una manzana. Porque ve mas allá de la apariencia o se interesa por la causa más que por el efecto. En su serie de ciudades, por ejemplo, no se detuvo a contemplar las calles ni los balcones de las casas, sino que prefirió dedicarse a capturar el color, la textura, la proporción, la temperatura.
Y si quiere ver más allá en cuanto a la metafísica se refiere, también desea hacerlo en el plano formal. De ahí que en su obra, en este sentido, prime la estructura. Lo oculto de las cosas. El soporte de lo aparente. Sus dibujos de la naturaleza constituyen un ejercicio que ha sido permanente en la vida del artista. Le gusta tomar las hojas y traducirlas a un esquema casi geométrico. En su serie "Pop art" recordó uno de los juegos preferidos de su infancia, la lotería, y se dedicó a convertir frutas e insectos en formas puras. Luego vino la "Ingeniería de la visión". Fue un paso controlado de esa geometría oculta que manejaba a la perfección. Se interesó por la "divina proporción" de los griegos y logró llegar a la síntesis visual.
No obstante, las líneas puras no han sido más que una disculpa. O un paso seguro de su proceso pictórico y un soporte formal de su vida artística. Con estos elementos logró definir un punto de partida para meterse más en serio en esa búsqueda metafísica. Entonces ya no quiso ver el mundo con lo más íntimo de sus ojos, sino que involucró el cerebro hasta las últimas consecuencias y llegó a comprender que el verdadero artista es el tiempo, por su capacidad de convertir cada pieza del universo en una pieza única. Y en el fondo de todo, Carlos Rojas pretende encontrarse a sí mismo como esencia, no como materia.
Enfrentarse a una retrospectiva de Carlos Rojas, considerado como uno de los artistas que más ha influído en las nuevas generaciones plásticas del país, es conocer una obra prolífica que no obstante la gran cantidad de series que ha mostrado goza de perfecta unidad, sin caer nunca en la repetición.-