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En constante evolución

El secreto del éxito del pianista Chick Corea, que se presenta esta semana en Bogotá y Medellín, es su capacidad para arriesgar e innovar.

30 de abril de 2001

Cuando hace unos meses empezó a rondar el rumor de una posible visita del pianista Chick Corea a Colombia, una buena parte del público amante del jazz reaccionó con más reserva que entusiasmo, optando por la fórmula de “hasta no ver no creer”. Y es que esa respuesta, que a Santo Tomás le costó su histórica fama de incrédulo, en Colombia no significa tener poca fe sino suficiente sensatez. Después de todo, Chick Corea había sido para los seguidores del jazz en el país lo que Sting o los Rolling Stones para los roqueros: una constante promesa de visita que nunca se concretaba.

Pero, a diferencia de los músicos de rock, que pueden venir en cualquier momento con un repertorio y un show más o menos invariables, Chick Corea vive en un constante cambio. Y no un cambio de ‘look’al estilo de Madonna, sino de algo más sustancial: su música. Por eso ahora que se confirmó su visita a Bogotá y Medellín, el encanto no es sólo ver al teclista que desde los años 70 abandera las tendencias más avanzadas en el jazz, sino escuchar lo que está pasando por su mente creativa justo ahora.

La música que desde sus comienzos ha hecho este artista de ascendencia italiana, llamado Armando Anthony Corea, cabe en cerca de 80 discos (contando las ediciones limitadas prensadas en Europa y otras piezas de coleccionista); pero la cantidad no es tan sorprendente como la variedad. Si se escucha, por ejemplo, las piezas casi bailables que hacía con la banda eléctrica Return To Forever y se compara con las densas improvisaciones del grupo Circle, la ilusión es la de dos intérpretes completamente distintos, aun cuando a estas grabaciones las separa un lapso de apenas un año. Corea lo explica diciendo: “Uno debe continuar siendo fresco y haciendo cosas nuevas. Hay muchos músicos que fueron innovadores en un comienzo y luego se solidificaron y se volvieron predecibles”.

Y si hay algo que jamás podrá decirse acerca de la música de Chick Corea, es que sea predecible. Sus cambios de estilo están entre los más audaces que recuerda la historia del jazz. Empezó a hacerse notar en 1969, cuando tocaba el piano eléctrico en la banda de Miles Davis; pero antes de que lo encasillaran como intérprete de música electrónica lanzó los dos volúmenes de su álbum Improvisations, en el que interpretaba un piano de cola y se acercó al lenguaje clásico de compositores como Debussy.

Ni siquiera ahora que está a punto de cumplir 60 años parece sosegarse. Chick Corea ha reconocido que entre artistas jóvenes y semidesconocidos podrá hallar la energía para seguir innovando. Por ese motivo presentará en Colombia su nueva banda llamada New Trio. En la batería lo acompaña Jeff Ballard y en el contrabajo el israelí Avishai Cohen.

Los seguidores de Chick Corea saben que su secreto no es sólo saber agruparse sino también saber separarse. Más de un empresario le ha ofrecido cuantiosas sumas para que vuelva a reunirse con los integrantes de Return To Forever, su banda más famosa en los años 70. Corea les responde siempre de la misma manera: “A estas alturas, sería un anacronismo”.

El jazz es, por definición, un arte del aquí y el ahora; y Chick Corea ha sido siempre fiel a ese principio. Ninguna pieza de jazz suena dos veces igual porque a su interpretación contribuyen la disposición anímica de los músicos y del público, la atmósfera de la sala y muchas otras sutilezas. El pianista ha dicho, con menos aspavientos que certidumbre, que “la totalidad de mi expresión es ilimitada”. En el caso del concierto de esta semana será apenas una velada en el universo siempre cambiante de su música. Y a la vez será especial por eso: por único e irrepetible.