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La noche en que se anunciaron los ganadores hubo 35.000 espectadores. Uno de los grupos más aclamados fue Son Batá, triunfador en la categoría de chirimía.

MÚSICA

En el corazón del Pacífico

Al cumplir 15 años, el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez se convierte en el encuentro afro más importante de Colombia. Este año llenó cinco veces el Estadio Pascual Guerrero. ¿En qué consiste su encanto?

Juan Carlos Garay
3 de septiembre de 2011

La semana pasada tembló en Cali. Para ser más exactos, se estremeció el Estadio Pascual Guerrero durante la celebración del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, cuando invitaron a subir al escenario al conjunto Socavón. La agrupación, que ganó hace nueve años, alcanza un sonido hipnótico de voces agudas que flotan sobre una corriente de marimbas. Con la amplificación, las ondas emitidas por la chonta y el bambú terminaron meciendo las graderías del estadio a ritmo de currulao. Como si fuera poco, el estribillo decía: "Cómo tocaba, cómo se oía, cómo repicaba esa marimba".

El episodio replica, a gran escala, la fascinación especial que han sentido por el instrumento quienes lo oyen por primera vez. El fenómeno fue registrado inicialmente por un cronista español del siglo XVIII y hoy se conoce como "el embrujo de la marimba". Con seguridad podemos decir que el capítulo más reciente de esta historia de embrujos comenzó hace 15 años, cuando un grupo de estudiosos del folclor decidió inaugurar el primer festival dedicado exclusivamente a la música de la costa pacífica.

En un tiempo relativamente corto, el Petronio (llamado así en honor al compositor de Mi Buenaventura) ha crecido casi con desmesura. En principio se celebró en el teatro al aire libre Los Cristales; en 2008 se trasladó a la plaza de toros y este año la afluencia que se adivinaba obligó a celebrarlo en el estadio: la página oficial del festival habla de 35.000 asistentes en la noche de la final. El embrujo se multiplica.

¿En qué consiste el Petronio? Son cinco días durante los cuales Cali se convierte de veras en la capital del Pacífico colombiano. Llegan músicos de Tumaco, Guapi, Timbiquí, Buenaventura, Quibdó… además de una ola de jóvenes citadinos curiosos por aprender los secretos de estas músicas milenarias. Alrededor del concurso se genera también la venta de comidas y bebidas típicas, así que la experiencia vivencial se vuelve completa. Sumado esto al reconocimiento de la marimba de chonta como patrimonio de la humanidad, el Petronio se convirtió en el festival afro más importante de Colombia.

A la par con el crecimiento, los organizadores van haciendo ajustes. En su columna del diario Occidente, el escritor caleño Umberto Valverde señaló que el estadio no se abrió completo, sino apenas para albergar "tres o cuatro mil personas más" con respecto al año pasado. Y el diseño no fue el mejor: por proteger la cancha, solo un tercio del público estaba frente al escenario, mientras los otros dos tercios tenían que ver una pantalla. Valdría la pena recordar que hasta el presidente de la Fifa ha dicho: "Cuando se construye un estadio no es solo para el fútbol; puede servir para otras actividades, para la cultura, para un concierto".

La otra decisión controversial ha sido separar a los músicos en distintos hoteles y dificultar los remates. La esencia del festival era el intercambio, el ejercicio espontáneo de mezclar instrumentos y ritmos de distintas poblaciones para que la música siga evolucionando. Son cosas que pertenecen más a la fiesta que al concurso, y que no deberían acabarse.