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Enrique Krauze es director de la revista ‘Letras Libres’ y de la editorial Clío. En 2008 escribió ‘El poder y el delirio’, biografía crítica de Hugo Chávez.

ENTREVISTA

"En democracias fuertes no hay redentores"

En su nuevo libro, el historiador mexicano Enrique Krauze explora la vida de 12 personajes que marcaron la historia de América Latina. Los llama redentores y hay desde novelistas hasta dictadores. SEMANA habló con él.

19 de noviembre de 2011

Son 12 y de todos los perfiles: intelectuales como Juan José Rodó, José Carlos Mariátegui y José Martí, guerrilleros como el Che Guevara y el subcomandante Marcos, además de dictadores y dos escritores: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. En palabras de su autor, este libro, que acaba de llegar al país, es la historia de la pasión revolucionaria en América Latina a través de 12 vidas.

SEMANA: ¿Por qué redentores?

ENRIQUE KRAUZE: Utilizo la palabra en sentido metafórico. Son redentores en un sentido irónico, personajes que alguna vez en su vida, o en algunos casos durante toda su vida, tuvieron la aspiración de redimir políticamente a sus sociedades. O como el Che a la humanidad.

SEMANA: ¿Redentores en el sentido religioso?

E.K.:
La redención en la esfera religiosa es muy respetable. Ha ayudado a la humanidad en el tránsito por la vida y por la historia. Pero cuando se transfiere a la política, produce falsos redentores, liderazgos que, en general, hacen daño a las sociedades. Eso ocurrió en Alemania, Cuba, China, Unión Soviética, durante el siglo XX, con personajes que tuvieron sueño redentor. Los cuatro primeros -Martí, Rodó, Vasconcelos y Mariátegui- encarnan una aspiración utópica que todavía no desembocaba en el culto a la personalidad, pero cuando esto ocurre, como en Alemania, Rusa, China y Cuba, produce situaciones desastrosas.

SEMANA: ¿Esto es consecuencia de la fuerte tradición católica del continente?

E.K.:
La permanencia de la cultura católica por tantos siglos hace que muchos revolucionarios del siglo XX y muchos estudiantes quieran ser como misioneros, es cierto. Pero no obedece solo a eso. El fenómeno también se ha dado en otros países, no distingue ideologías: a veces es el nacionalismo exacerbado de Hitler; otras, el marxismo autoritario de Lenin.

SEMANA: ¿Cómo identificar a un redentor?

E.K.:
Un rasgo es el culto a la personalidad, a su propia personalidad. Un caudillismo personalista. La utilización del carisma para atraer a través de la palabra y las promesas de redención social a las multitudes. El segundo es una propensión al dogmatismo ideológico muy recurrente; son personajes de una rigidez ideológica llevada al fanatismo. Y luego, la apelación directa al pueblo por encima de las instituciones democráticas. Hay un desdén, un desprecio por las instituciones democráticas.

SEMANA: ¿Los redentores no son compatibles con la democracia liberal?

E.K.:
Absolutamente. Creo que hay situaciones, como la de Argentina, donde hay un liderazgo con tintes populistas pero en un marco institucional que no permite calificar a Cristina Fernández como redentora. Todo lo contrario de Eva Perón, por el culto a su personalidad que promovió.

SEMANA: ¿Latinoamérica ha tenido problemas para los proyectos colectivos? ¿De ahí tantos redentores?

E.K.:
Todos los países latinoamericanos somos dados a flagelarnos, a no apreciar nuestros logros históricos. Veamos el caso de Colombia: puede que su historia haya estado atravesada por la violencia, pero con una tenacidad democrática, un debate que no tenemos en México, donde no tuvimos una adolescencia política por culpa del PRI. Ustedes tuvieron elecciones, debate y vida política, eso les ha servido mucho. Han tenido más participación popular que en México.

SEMANA: Describe la fascinación de Gabo por el poder como "cifrada, elusiva, pero mágicamente real" en la que tiene que ver mucho su relación con su abuelo. ¿Cómo es eso?

E.K.:
Tengo una gran admiración literaria por Gabo. Lo que yo hice fue leer bien tanto su biografía como su autobiografía, y he dado con unas claves psicológicas. Por ejemplo, la idealización del abuelo. Construye una ficción a su alrededor y la transfiere a los hombres poderosos por los que siente fascinación. Lo malo es que si fueran de la industria, de la empresa, sería inocua, pero si esta fascinación lo lleva a trabajar por tantos decenios a favor de Fidel Castro, me parece criticable. Hay una conexión entre el Gabo niño, de la mano de su abuelo, hombre de una vida menos pulcra de lo que el propio Gabo ha querido mostrar, y su fascinación por Castro.

SEMANA: Sostiene que para Gabo todo dictador es una víctima...

E.K.:
Siente ternura frente al poder, cree que es el corazón de la historia humana. Habría que preguntarle: ¿Hitler es una víctima? ¿Stalin es una víctima? ¿Ellos son las víctimas o las personas que han muerto por órdenes de ellos? No hay justificación para que un escritor alabe a un dictador.

SEMANA: ¿Qué tipo de redentor es Chávez, al que le dedica un capítulo?

E.K.:
Chávez es una caricatura, pero con petrodólares, de Castro. Con una idea de sí mismo como el mesías, el redentor de Venezuela que ha imbuido en un sector importante de la sociedad venezolana. Ha usado a Bolívar de una manera grotesca. Cuando tiene el micrófono y le habla cada semana a un público que no tiene la suficiente cultura, es fácil perpetuarse en el poder. La propiedad privada de la verdad pública de Chávez ha sido una de las tragedias de Venezuela, ha implantado en esa sociedad el terrible mal de la discordia.

SEMANA: ¿Por qué no está Bolívar?

E.K.:
La figura del redentor tiene dos elementos: es una figura moderna, tiene que tener medios de comunicación modernos, que haga las veces de ideología religiosa, como el marxismo o el nacionalismo. Bolívar era un liberal republicano. No tenía a la mano una ideología para adherirse de modo religioso, esas ideologías no existían en ese momento, ni el marxismo ni el nacionalismo exacerbado. Bolívar es, más bien, un extraordinario líder con un gran sentido del mando que soñó la utopía de las repúblicas de América, pero no un redentor.

SEMANA: ¿Ha habido épocas más propicias para los redentores?

E.K.:
El redentorismo en un fenómeno del siglo XX que tiene que ver con el ascenso de las revoluciones, como la mexicana, la soviética, la china y la cubana, cuyas ideologías atrajeron a tantos jóvenes. La Revolución cubana fue central cuando la Unión Soviética había entrado en un periodo de autocrítica relativa; esta volvió a poner el redentorismo revolucionario en la historia, y ahí sigue, maltrecha y todo, pero ahí sigue.

SEMANA: ¿Estados fuertes dificultan la aparición de redentores?

E.K.:
Democracias fuertes, más que Estados fuertes.

SEMANA: Ha dicho que López Obrador quedó por fuera y que es un redentor. ¿Algún colombiano quedó por fuera?

E.K.:
López Obrador es un redentor, pero como es un político activo, preferí no incluirlo. Tampoco está Fidel Castro, que indudablemente corresponde al perfil, pero su sombra recorre el libro. En Colombia, de cuya historia tengo un modesto conocimiento, no veo. Sí hay, en cambio, muchos caudillos como Rafael Uribe Uribe, que marcó tanto al abuelo de García Márquez.

SEMANA: Incluyó a Gabo y a Vargas Llosa. ¿Los novelistas son redentores?

E.K.:
Es un sentido figurado. Vargas Llosa fue redentor y escribió sobre redentores; Gabo ha confiado en un redentor: Castro. El tema de ese capítulo es la novela y el poder, la relación entre la literatura y la política. No es una definición sociológica estricta que alude a un fenómeno revolucionario que solo puede contrapesarse a través de la democracia.

SEMANA: En el clima político de estos tiempos, con indignados en el mundo y estudiantes movilizándose en Chile y Colombia, ¿vienen más redentores?

E.K.:
Tengo la impresión de que estos son movimientos de base de indignación muchas veces justificada que no buscan el poder ni profesan un culto de la personalidad muy acusado y que tampoco se mueven por ideologías o fanatismos de la identidad ideológica, religiosa o nacional. Estamos hablando de fenómenos todavía embrionarios que están buscando su perfil. No creo que desemboquen en la toma de las armas.