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ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

A pesar de que existe una copia, "El hombre de hierro" una polémica cinta polaca, no sería exhibida en el país.

3 de enero de 1983

Cuando en 1981 Andrzej Wajda supo que había ganado la Palma de Oro del Festival de Cannes por su película "El Hombre de Hierro" y una nube de periodistas lo acosaba tratando de conseguir declaraciones, fue enfático en afirmar: "No es una película anticomunista". De antemano sabía que muchos estarían interesados en sacar provecho político del premio recién concedido, por lo cual fue tajante en su respuesta, agregando "además, creo que reflejar la verdad no puede molestar a los verdaderos comunistas". Muchos de los que esperaban otra opinión, sobre todo una condena al sistema socialista, interpretaron a su acomodo la afirmación como una forma de "curarse en salud" o guardarse la espalda frente al gobierno polaco. Sin embargo, lo que trataba de afirmar Wajda era que su película, si bien es cierto que asume una posición política frente a los hechos de su país, no debía ser juzgada porque fuera política o apolítica, amarillenta o rojiza, comunista o anticomunista, sino más bien por su valor artístico o cinematográficos.
La película es la continuación de "El Hombre de Mármol", la cual fue proyectada en nuestro país hace algunos años, durante un ciclo de cine polaco organizado por la Cinemateca Distrital. Allí también se tuvo oportunidad de apreciar otra película de Wajda titulada "Las Señoritas de Wilko", la cual tenía como tema central la conflictiva relación interpersonal entre varias muchachas de la provincia polaca.
Si "El Hombre de Mármol" era la historia de los primeros años de la construcción del socialismo en Polonia, vistos a través de la lente de una muchacha recién graduada como cinematografista, "El Hombre de Hierro" se vuelca totalmente sobre el presente. En ella, el filme que la muchacha estaba realizando, es prohibido por el director de la academia debido a que denunciaba, entre otras cosas, las irregularidades de la burocracia estatal.
Mientras tanto, en los astilleros de Gdansk, los obreros han declarado la huelga y las fábricas han sido tomadas por los miembros del sindicato Solidaridad. El gobierno comienza a tomar medidas. Una de ellas es informar a la opinión pública del resto del país sobre lo que en Gdansk está ocurriendo, para lo cual es comisionado un periodista de la televisión estatal. Su misión consiste en filmar la huelga de manera tal que se muestre que, según las palabras de un miembro del gobierno, "elementos contra rrevolucionarios se están aprovechando de las justas aspiraciones del pueblo polaco". Pronto el periodista se da cuenta de que es utilizado para que tergiverse los hechos, lo cual desata en él un conflicto interior bastante fuerte. Las presiones y chantajes hacen su aparición, y pronto tiene que decidirse: o con el gobierno o con los obreros.
Al terminar la proyección, la sensación que queda es que la fuerza de la percula reside más en su valor testimonial que en su estructura dramática. Esta última se pierde cuando en el argumento no se logra concretar a ninguno de los personajes principales: ni al periodista, ni a la ex cinematografista, ni al lider estudiantil convertido en obrero, ni al mismo Lech Walesa, a quien vemos firmando el histórico acuerdo de septiembre de 1980 entre los obreros y el gobierno que pone fin a la huelga. A lo mejor algunos argumenten que a Wajda no le interesaba resaltar a ninguno de ellos porque el verdadero protagonista de su película es "el pueblo polaco", pero ni siquiera tal atmósfera epopéyica es alcanzada. En realidad tendemos a pensar que la importancia de la película radica, más que todo, en su rabiosa actualidad. No hay que engañarse, su permanencia reside en las conclusiones que sobre la precaria situación polaca actual pueda sacar el espectador.
Hasta ahora "El Hombre de Hierro" no ha sido exhibida comercialmente en nuestro país, a pesar de que existe una copia en Bogotá. Algunos afirman que se debe a la negativa de los miembros de la embajada polaca, poseedores de la copia, por motivos políticos, otros dicen que lo que en realidad ocurre es que ninguna distribuidora ha querido comprarla porque no la consideran rentable. Cualquiera que sea el motivo, ninguno tiene el suficiente peso para privar a los espectadores colombianos de esta polémica película.
Rafael Parra Grondona