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ENTRE LA GLORIA Y EL OLVIDO

Al cumplirse los 120 años del nacimiento de Guillermo Valencia, persiste el debate sobre si fue un pilar de la poesía colombiana o sólo un cultor de la retórica y la forma.

15 de noviembre de 1993

EL 8 DE JULIO PASADO, LA MAYORIA de las entidades que promueven la cultura, los medios de comunicación e incluso el Gobierno pasaron por alto los 50 años de la muerte de Guillermo Valencia. Pero a los pocos días, y después de que varios lectores enviaron cartas a la dirección de los periódicos llamando la atención sobre el asunto, los suplementos dominicales, las revistas y las emisoras publicaron algunas notas. El despliegue, sin embargo, pareció lánguido en comparación con lo que significó Valencia para Colombia durante la primera mitad de este siglo. no sólo como orador y político, sino como poeta.
Y puede explicarse precisamente por el afán de muchos por opacar a este exponente de las letras colombianas que fue en su momento, y quizás como pocos en la historia nacional, un niño mimado por todo el país.
En la política, Valencia deslumbró desde sus comienzos. Nacido hace 120 años el 20 de octubre de 1873 en Popayán, llegó a Bogotá en 1896 con el fin de ocupar una curul en la Cámara de Representantes. Allí se trenzó en debates con Miguel Antonio Caro, entonces jefe de su colectividad el conservatismo que le valieron el aprecio de todo el Congreso. Poco tiempo después se fue a Europa como secretario del general Rafael Reyes y, más tarde, en 1917, se lanzó por primera vez como candidato presidencial. En esa ocasión lo derrotaron su copartidario Marco Fidel Suárez y la falta de apoyo de la Iglesia, con la que mantuvo cierta distancia. Ocho años más tarde defendió sin éxito la pena de muerte en los célebres debates con Antonio José Restrepo, aunque consolidó sus condiciones de orador. En 1930 volvió a presentarse a elecciones, frente al también conservador general, Alfredo Vazquez Cobo y al liberal Enrique Olaya Herrera, quien recuperó el poder para su partido y puso fin a la posibilidad de que Valencia llegara a ser Presidente.
No obstante que sus calidades como político y orador le dieron fama, fue su obra poética la que lo volvió prestante y casi que adorado. Mucha gente alcanzó a ir de distintas ciudades hasta Popayán para ver a este parnasiano en su casona, envuelto en una ruana o en una capa española. Y es que a los pocos años de haber publicado u primer libro, Ritos. en 1899. el país entero empezó a recitar de memoria "Palemón el Estilita" y "Anarkos","Los Camellos", o "Cigueñas blancas", y a invitarlo a echar discursos cn fechas memorables. Por eso Alberto Lleras escribió: "Valencia fue para mi generación la nacida en los primeros años del siglo XX, el poeta. Cuando se trataba de reabrir la casa que habitó el Libertador en Bogotá, se le pedía a Valencia que la presentara la a la Nación. Y la oracion prodigiosa, toda la poesía heroica, toda epopeya en prosa, se la aprendían de memoria los niños y la recitaban hasta los palurdos en los cafes de las villas provincianas". Juan Lozano y Lozano reafirmó así estos conceptos: "La primera fuerza de cohesión patriotica es la gloria, y Guillermo Valencia, el colombiano más glorioso después de Bolívar, formó para las últimas tres generaciones la parte más orgullosa y entrañable de nuestro sentido de nacionalidad. Poetas más poetas que el, ha habido; artista que se le acerque, no, porque la poesía es explosión y el arte es refinamiento".
El mérito de la obra poética de Valencia está en la erudición y el cuidado de la forma, explicables a finales del siglo XIX como una reacción al romanticismo, para algunos exagerado, de Zorrilla y Espronceda. Valencia procuró dejar un testimonio de cultura, un conjunto de emociones producto de libros. De allí que escribiera versos como si hubiera vivido en Grecia o Roma, sin ningún tinte sentimental. Según Rafael Maya, hay un alto valor en Valencia por que "tan humano es lo que se siente, como lo que se piensa y lo que se imagina. Para pasear por entre la obra de los poetas románticos basta poseer un corazón con su fuente lágrimas, en tanto que ese mismo paseo, verificado a través de los versos de inspiración humanística y erudita, exige, en el aventurado caminante, un pasaporte académico".
Pero, desde luego, hay críticas a la obra valencista. Se las ha resumido en una frase: "Sacrificar un mundo para pulir un verso".
Quienes las hacen sostienen que en el trabajo literario del payanés faltan sentimiento, lo misterioso lo dionisíaco de la poesía contemporánea. Eduardo Carranza, por ejemplo, hizo un severo juicio a los versos de Valencia. En una polémica suscitada a principios de los años cuarenta, dijo que la admiración hacía este era un caso de bardolatria parecida a la que tuvieron por Shakespeare sus contemporáneos. "En la palabra del gran poeta hay algo que no puede faltar, y es la hondura de la emoción, como en San Juan de la Cruzy Baudelaire -escribió-. Toda gran poesía ha de tener una tercera dimensión de profundidad y un, cuarta dimensión de misterio.
Nunca pudimos entender es estilo de poesía de nítidos con tornos y lineas secas, sin perspectivas, sin misterios, coma la de los parnasianos. Al gran poeta no se le exige que sea un filosofo o una cabeza enciclopedica, sino solo eso: un gran poeta, con sus implicaciones. A Valencia le falta palpitación sanguínea. Su poesía está las tratadada de elocuencia ideológico verbal.
Es un retórico, genial si se quiere, al servicio de un poeta menor. Instaló en Colombia una ortopedia de palabras".
Sin embargo, Carranza no sólo enjuició a Valencia después de la muerte de éste. Muy joven, cuando el payanés lo invitó a su casa, tuvo el valor de formularle personalmente sus reparos.
Con la admiración , que le profesaba, le dijo: "Maestro, a mi me parece, en resumen, que usted es un poeta muy frio". Y Valencia, entre amable y burlón, le contestó: "Lo que pasa, mi querido amigo, es que en las altas cumbres siempre hace frío".
Quizás con este episodio se inició el gran debate en torno de la obra de Valencia, que aún subsiste. Por que mientras algunos críticos, como Oscar Collazos y 7 Juan Manuel Roca dicen que el poeta "fue un cultor la de la perfección inutil", otros, como Harold Alvarado Tenorio afirman que "se trata de un literato que tendrá lectores muy sofisticados en el año 3000".