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ENTRE ZORROS Y ERIZOS

Una visión peculiar de dos líderes del siglo 20: Churchill y Roosevelt

6 de mayo de 1985

"Impresiones personales". Isaiah Berlin. Fondo de Cultura Económica. 395 páginas. México, 1984.
Nada asombra más, como decía Hamlet, que apreciar las obras de los hombres, pero nada deleita más intensamente que reconstruirlas literariamente de la mano de un gran biógrafo. Esto hace Isaiah Berlin, uno de los pensadores liberales más lúcidos de este siglo, quien se ha declarado a sí mismo un historiador de las ideas y un admirador sin par de la naturaleza humana en todas sus manifestaciones culturales.
Del mismo modo que existen diferentes estilos entre los grandes escritores, vale recordar entre los zorros y los erizos, según la clasificación de Berlin así también ocurre entre los llamados animales políticos.
Tal como los zorros y los erizos se distinguían por la visión unitaria o múltiple de la realidad, de idéntica manera los hombres de acción se dividen para él entre los hombres de principios únicos con los cuales organizan todo su cosmos y otros pluralistas dotados de una multifacética sensibilidad política. La primera clase de estadistas está presa de un sueño único, brillante y coherente y no conoce dudas ni titubeos en su búsqueda de la verdad y por ello son de naturaleza fanática. Su ceguera ante las personas y sucesos que no caben en sus esquemas los lleva a un ensimismamiento terco e impositivo mediante el cual arrastran con su fuerza a los seres humanos débiles y vacilantes, demasiado inseguros e incapaces para decidir por sí mismos su destino.
Estos son los típicos caudillos al estilo Garibaldi, De Gaulle o Hitler, entre los occidentales, y Lenin y Trotsky, entre los orientales. Ellos no ven sino blanco sobre negro y avanzan hacia la meta sin ver ni hacia la izquierda ni hacia la derecha los obstáculos externos, sino más bien animados por la visión violenta que llevan por dentro.
El otro tipo de estadista eficaz es un ser político por naturaleza. Este segundo tipo de político posee antenas de la mayor delicadeza posible que le comunican los contornos siempre cambiantes de los sucesos, de los sen timientos y de las actividades humanas que le rodean. Esta fina sensibilidad le permite captar impresiones minuciosas e integrar detalles a su compleja visión del mundo. Poseen pues un conocimiento instintivo de dónde buscar lo que necesitan y de cómo y cuándo hacerlo.
Estos son los estadistas estilo Bismarck y Lincoln. Los dos prototipos que Berlin analiza ahora en estas dos categorías son Winston Churchill, como modelo del estadista unitario, y Teodoro Roosevelt, como modelo del múltiple.
Pese a que cada uno de estos hombres fue para el otro un compañero de viaje y un aliado más aún un admirador de su específica forma de vida, sin embargo la unión de sus diferencias expresaba la complejidad de su mundo y la diversidad de sus pueblos. Roosevelt era un tipo imaginativo, optimista, episcopalista, seguro de sí mismo, alegre, empírico intrépido y versado en las ideas de progreso social; creía que con suficiente energía y espíritu, el hombre podía lograr cualquier cosa inclusive construir un orden nuevo más libre y más rico. Churchill también era imaginativo y versado en la historia pero poseia una naturaleza más seria, más resuelta, más concentrada, más preocupada y sentía las profundas diferencias en la consecución de sus metas. Creía en el carácter permanente de las instituciones y de las razas, clases e individuos.
Mientras Roosevelt tenia un asombroso afán de vida y carecía de temor ante el futuro, Churchill se encontraba en el polo opuesto porque pese a su amor por la vida, miraba hacia adentro y tenia más bien un fuerte sentido del pasado. Roosevelt reflejaba su mundo social y de manera generosa contemplaba todos los alcances de su época y comprendía la dirección de las fuerzas nuevas que obraban en su tiempo. Entre tanto Churchill estaba tan concentrado en sí mismo que veía al mundo a través de su prisma interior contagiándolo con su poder mágico y creando un mundo con esa misma fuerza y coherencia, esto es, alterando el mundo externo con su visión resplandeciente. La diferencia entre estos estadistas en su relación con el pueblo radica, pues, en que mientras Roosevelt llevaba su política sin consultar a nadie convertido en una figura pública casi como un semidios, Churchill virtió sus recursos internos sobre la nación y creó un estado de ánimo heroíco.
Berlín remata el elogio de estos dos ídolos de su vida, magnificando el nombre de Churchill como "el hombre más grande que la vida" compuesto de elementos más imponentes y sencillos que los hombres comunes, mientras que a Roosevelt reconoce como la transformación más extraordinaria de un hombre común que llegó a encarnar los ideales del hombre americano. -
Ciro Roldán.