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"En Rusia nunca sabrás por qué terminaste en la cárcel"

Nadya Toloknó, una de las integrantes de grupo de punk ruso Pussy Riot, reprimido en su país por su irreverencia, estará en el Hay Festival Cartagena y Medellín. SEMANA habló con ella.

20 de enero de 2018

“Virgen María, Madre de Dios, ¡echa a Putin!, ¡echa a Putin!, ¡echa a Putin!”. Así les cantaban las tres integrantes de la banda Pussy Riot a Vladimir Putin y a la Iglesia ortodoxa en 2012 en la catedral de Cristo Redentor de Moscú. Las arrestaron y apresaron por dos años, pero las consuela saber que le mostraron al mundo la dictadura en la que viven. Ahora no solo le cantan a Putin, también a Trump: “Deja a otras personas entrar, escucha a las mujeres, para de matar chicos negros, haz América genial de nuevo”.

Toloknó, la líder de la banda, es una de las activistas políticas y feministas más importantes de estos tiempos. Tanto que en 2012 Bill Clinton confesó haber hecho campaña para que la rusa, entonces de 23 años, ganara el Nobel de Paz. El jueves 25 de enero estará en Medellín para hablar de derechos humanos y de libertad de expresión y, dos días después, en el Teatro Adolfo Mejía de Cartagena, hablará sobre todo lo que desató aquel 21 de febrero en que le rogaron a la Virgen el milagro de librarlas del dictador, como le dicen a Putin.

SEMANA: Usted hizo parte de Voina, un grupo artístico de izquierda. ¿Qué tanto hay de verdad o de leyenda en que ustedes vivían de desperdicios de la basura o robando y que lo llamaban arte?

Nadya Toloknó: Voina es un colectivo de arte callejero con fines de protesta que comparte ideas socialdemócratas. Protesta contra los abusos del gobierno y la corrupción que lo caracteriza, nada más. Pero lo de vivir de la basura y robar productos de los supermercados fue solo una forma de vida a la que nos vimos obligados; no es arte, aunque muchos lo hayan visto así. Simplemente no queríamos hacer parte del sistema y para eso debíamos renunciar al dinero. Por eso robábamos.

SEMANA: ¿Cree que la orgía que organizó Voina en un lugar público en contra de la elección del presidente ruso Dimitri Medvédev sirvió de algo?

N.T.: La orgía se dio porque en esa época el gobierno volvió el proceso electoral una orgía misma. Nadie sabía quién tiraba con quién. Entonces el mensaje de ese performance era: puedes ir y votar, pero jamás tendrás ningún poder de incidencia sobre lo que ocurre en Rusia porque casi todos los políticos son iguales. “Todos con todos”. Y eso es lo que traduce literalmente una orgía. No sé si tuvo o no un efecto, pues eso es justamente un elemento connatural al performance: lo haces y ya. Si algo pasa después, si influencias a alguien, bien, si no, haces otro. Y ya.

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SEMANA: ¿Cómo se define usted políticamente y cuáles son sus causas, sus luchas?

N.T.: Yo me defino como una socialdemócrata que busca equidad: social, política, de género, de derechos, etcétera, pero quizás una de mis mayores luchas es que la gente tenga una cultura política, que sea consciente de sus derechos y, sobretodo, en una democracia. En Rusia los ciudadanos pasan su día trabajando, hasta en tres lugares, para sobrevivir. Yacá los derechos están al revés: el gobierno apoya su violación, no su defensa.

SEMANA: ¿Cómo así?

N.T.: El año pasado el Parlamento aprobó un proyecto de ley que despenaliza la violencia doméstica. Así, pegarle al hijo, a la esposa o al abuelo una vez al año hasta causarle moretones y arañazos no tendrá repercusiones legales. Solo cuando el agresor vuelva a golpear a ese mismo familiar en el plazo de un año podrá ser procesado y castigado con la cárcel. Y eso solamente ocurrirá si la víctima puede demostrar los hechos:

reunir las pruebas y acudir a todas las instancias para probarlo. ¿En qué cabeza cabe esto?

SEMANA: En 2012, a usted y a dos integrantes más de Pussy Riot las arrestaron por cantar contra Putin en la catedral de Cristo el Salvador de Moscú. ¿Qué significó este hecho para Putin, para la misma Iglesia, para el grupo y para usted?

N.T.: Para nosotras fue duro, pero reconfortante a la vez. Sufrimos dos años de cárcel, pero hicimos visible la dictadura que hay en nuestro país y pudimos universalizar nuestra lucha, que es común a muchas sociedades en el mundo. Para Putin fue un revés, definitivamente: yo creo que él se arrepiente porque ensució aún más su imagen y se puso en el ojo del huracán. Aunque él no aprende: después, en 2015, envió a la cárcel a Oleg Sentsov, un cineasta ucraniano, por actos de terrorismo que este nunca cometió. Fabricaron el juicio, las pruebas y lo mandaron a Siberia por 20 años.

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SEMANA: ¿En su caso, esperaban tanto respaldo?

N.T.: Para nada. Así como Putin creía que no habría escándalo, nosotras pensábamos que pasaríamos de largo en la cárcel. Afortunadamente, mucha gente se identificó con nuestra lucha y le dio un carácter global. Ahí caímos en cuenta de que no solo Rusia es la del problema. El mundo no está muy bien que digamos. Solo que en Rusia pasa algo peor: nunca debes descartar la posibilidad de terminar en la cárcel y jamás sabrás por qué acabaste allí.

SEMANA: Las llamaron satánicas y hasta terroristas. ¿Había manera de que hubiese un juicio justo para ustedes?

N.T.: En Rusia no hay juicios justos. Para nadie.

SEMANA: ¿Ahora tienen a Trump al mismo nivel de Putin?

N.T.: Son dos hombres con mucho poder y mucha rabia y su único interés es mantener intactos su poder y su dinero. Por eso ahí no hay cabida para los derechos de nadie. Solo para ‘el de ellos’ a ser ricos y poderosos.

SEMANA: ¿Y qué tanta simpatía puede tener Putin por Trump?

N.T.: Ellos se utilizan, nada más. A Putin le incomodan las personas que tienen creencias políticas firmes, construidas, elaboradas. Trump no tiene nada de eso, es una marioneta más. Putin es un exespía bueno para engatusar.

SEMANA: ¿Por qué cree que el mundo se llenó de esta clase de gobernantes?

N.T.: La gente se cansó de los políticos de siempre y encontró en estos personajes una alternativa arriesgada, pero al fin y al cabo diferente. Eso no puede seguir pasando porque ya nos dimos cuenta de que son un desastre. Es hora de que personas formadas diseñen maneras ingeniosas para que los ciudadanos voten a conciencia. Como pasó con Bernie Sanders, así no haya ganado.

SEMANA: ¿Por qué cree que los derechos humanos hoy importan menos?

N.T.: No podría afirmar que en todo el mundo ocurre eso, pero al menos en Rusia sí pasa y pasa porque el mismo presidente ha dicho que el concepto de derechos humanos es el arma con el que Estados Unidos logró conquistar el mundo. Los ve como un enemigo, no como un bien que hay que reivindicar.

SEMANA: La violencia y el acoso contra la mujer hoy son más visibles y han surgido movimientos en Hollywood como el ‘Me Too’ y la respuesta de las francesas a este. ¿Cuál es su línea?

N.T.: Obviamente, me identifico mucho más con Me Too y Time’s Up. ¿Cómo es posible que alguien crea que lo que está ocurriendo es una ola de malas interpretaciones, de torpeza sexual de los hombres vista como acoso? ¡Por Dios! No tiene sentido. Una mujer sabe cuando algo es a la fuerza. Quieren hacernos creer que el asunto se ha sobredimensionado por el nivel de las personas que han denunciado, pero lo que realmente debería preocuparnos es que si esas situaciones ocurren en una sociedad en la que las mujeres están mucho más empoderadas que en el resto del mundo, ¿qué horrores ocurren en otros países e industrias?

SEMANA: ¿Qué es arte para usted? ¿Es posible hacerlo sin provocación?

N.T.: Yo hago arte, no lo defino. Sin embargo, tengo claro que si como artista no estás listo para darle parte de ti al arte, no estás haciendo arte. Ahí está la esencia de Pussy Riot y de lo que hemos sacrificado por el arte.

SEMANA: Finalmente, ¿cuál sería una buena traducción o definición de Pussy Riot?

N.T.: Las definiciones más populares son: 1) un encuentro de feministas que protestan por la igualdad de derechos y otros asuntos políticos y 2) cuando una mujer tiene el periodo y se comporta de manera insoportable. Me imagino que la que más tiene que ver con nosotras es la primera. Lo bueno es que logramos que esta vez el ‘alboroto’ (riot) fuera mundial.