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Antonio Ortíz nació en Bogotá en 1972. Estudió Literatura Inglesa en la Universidad de Arkansas (E.E.U.U) y una maestría en Lingüística aplicada en la Universidad de Victoria (Canadá). | Foto: Daniel Reina

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“Para mí solo había dos clases de personas: las que odiaba y las que odiaba más”

Hablamos con el escritor Antonio Ortíz acerca de sus perfiles sobre adolescentes con problemas de drogadicción, depresión e intentos de suicidio.

21 de junio de 2017

El profesor de matemáticas entró al salón. Antonio estaba atento. No quería perderse nada de lo que dijera para ver si era posible entender esta vez. Uno de sus compañeros murmuraba sin parar. Antonio no podía concentrarse. “¡Silencio, silencio!”, repetía el profesor. “Que se calle, hermano”, gritó Antonio. “Venga y me calla”, respondió el estudiante.

Antonio se levantó con ira y le pegó un puño en la cara. El joven se cayó de la silla y cuando se levantó por su rostro corrían lágrimas y sangre. Antonio ya estaba de nuevo en su puesto y con calma le dijo al profesor “Ya puede continuar”.

Este es uno de los tantos episodios que protagonizó Antonio Ortíz, autor de Maleducada y La Extraña en mí, dos novelas sobre adolescentes con problemas psicológicos, basados en casos de la vida real.

Antonio se interesó en la adolescencia porque él mismo fue un joven problemático. Según recuerda, era poco sociable, tenía pocos amigos y siempre se metía en aprietos: “Para mí en el mundo solo había dos clases de personas: Las que odiaba y las que odiaba más”. Quemó un esqueleto en clase de ciencia, metió a una vaca al salón de en la feria agrícola y “sin querer” le incendió el cabello a una de sus compañeras.  No lo echaron del colegio porque su mamá “sabía llorar” y porque a pesar de todo, era buen estudiante. Lo único bueno de ser el niño problema fue que con el pasar de los años ganó empatía de otros estudiantes.

Uno de sus profesores se interesó en saber qué le sucedía. “Eso me cambió la vida. Cuando crecí me di cuenta de que era bueno para enseñar y que además quería ser alguien importante para jóvenes que eran como yo”.

Antonio Ortíz, de 45 años, estudió Literatura y una maestría en Lingüística aplicada. En sus 24 años como profesor de Lengua ha logrado que su salón, además de una pasarela de autores, sea un confesionario donde sus estudiantes le cuentan sus problemas. Se ha enfocado particularmente en estudiantes problemáticos con conductas disruptivas, depresivos, suicidas y drogadictos.

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SEMANA: Para hacer Maleducada fue necesario acceder a los diarios de esa personas cercanas a la protagonista de la historia. ¿Cómo lo logró?

Antonio Ortíz: Yo le di clase de lengua inglesa a una niña que tenía muchos problemas. Consumía drogas y estaba rodeada de personas que no la ayudaban. Ella era una niña que tenía todo, que era inteligente, linda, carismática, sus padres le daban todo… Cuando falleció su papá me dijo que contáramos su historia para que no le sucediera a nadie más. Su familia me dejó acceder a sus diarios y también pude entrevistar a muchas personas cercanas a ella…  

SEMANA: ¿Y cómo llega a la historia de La extraña en mí?

A.O.: Cuando estaba presentando Maleducada me encontré con una conocida que no veía hace tiempo. Ella me dijo que quería contar la historia de su hija Vania. La chica y yo entablamos una buena relación y ella terminó contándome muchas cosas. Fue muy abierta. Me contó que estuvo a punto de suicidarse varias veces, de la infidelidad de su papá, de sus relaciones personales, me mostró los blogs suicidas que ella visitaba… en fin. Creo que lo que me ayudó a acercame a estas familias es que no estaba juzgando nada. Yo simplemente quería mostrar algo sin calificar nada.

SEMANA: Dice que las novelas están basadas en hechos reales, ¿qué tanto de fantasía hay en estos libros?

A.O.: Las historias son 100 por ciento reales. Lo único que varía es el cómo. Yo pongo la narrativa pero todos los hechos ocurrieron. Uso hipérboles, metáforas o poesías, pero todo es real.

SEMANA: ¿Para construir las historias de Maleducada y La extraña en mi qué investigaciones tuvo que hacer?

A.O.: Cuando escribí Maleducada mi papá estaba en coma y me daba mucha curiosidad saber si en ese estado uno es consciente, si es capaz de percibir lo que sucede en el entorno. Así que investigué un poco sobre eso para contar la historia de esta chica como si ella estuviera relatando lo que le había sucedido cuando estaba en coma. Para hacer la historia de Vania estuve investigando depresión severa, depresión aguda, el trastorno de bipolaridad. También tomé un medicamento que les dan a las personas muy depresivas para inhibirlas de la tendencia a hacer locuras. Como yo no tengo esos problemas lo experimenté más como una droga recreativa pero igual es tremenda. Visité clínicas mentales, aunque no me dejaron quedar…

SEMANA: ¿Qué encontró en la cantidad de blogs que visitó con perfiles de niños que se cortan, que se lastiman y que planean su suicidio?

A.O.: Lo que veía es que cerraban estos lugares pero al día las volvían a abrir. Es un fenómeno que afecta a muchos adolescentes y que también les genera una fascinación impresionante. Alguien subía una foto de una cortada y al instante podía tener 400.000 likes. Y eso es lo que buscan estos jóvenes aceptación. Es igual que con otras redes sociales, cuando alguien sube una foto espera que le digan cosas lindas, que lo acepten; los likes representan aceptación.

SEMANA: ¿Cree que hay algo de fondo para que un joven decida acercarse a estos sitios en internet?

A.O.: Claro. Cuando me preguntaban sobre la ballena azul yo decía que no es que una persona un día esté navegando y encuentre un blog con retos para matarse y empiece a hacerlos todos. No. Es algo de fondo. Un joven llega a estos blogs buscándolos. Llega porque algo pasa en su familia, porque algo pasa en el colegio. Alguien no se suicida solo porque existe una página que incita a hacer esto. Por ejemplo, el niño Sergio Urrego no se suicidó solo por bullying, algo más pasaba en su familia… Ningún niño se suicida solo por perder un año… hay que ver que el problema es de raíz. Las personas que llegan a estos lugares es porque los están buscando.

SEMANA: Como le pasaba a Vania…

A.O.: Sí, el problema con la familia de Vania es que no sabían qué le estaba pasando. Era una familia decente, pero no íntegra. La niña se entera de que su papá está traicionando a su mamá con otra mujer y no lo perdona. Encima llega la adolescencia; se hincha, le salen granitos, hay cambios hormonales. Tiene una hermana que en cambio le va bien en todo, no es muy cercana a su mamá… Además, cuando por fin se dan cuenta de su problema ella es mal diagnosticada, dicen que tiene depresión severa y resulta que tiene límite, un trastorno de la personalidad que hace que una persona tenga patrones prolongados de emociones turbulentas, que reaccione de forma impulsiva…

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SEMANA: ¿En todos estos años que ha trabajado con niños ha encontrado patrones en los niños suicidas?

A.O.: Bueno yo no soy psiquiatra, pero lo que he podido ver en 24 años de experiencia es que son personas muy introvertidas, que se van consumiendo poco a poco, que no expresan si están felices o tristes. Son muy callados y es difícil que socialicen. Además son personas que pierden la dignidad, las pueden ultrajar y no dicen nada. Después cuando llegan a su casa lloran. Por eso me preocupa menos un joven que exprese, que lance la puerta, que grite, a uno que no dice nada, que se aísla, porque se vuelven impenetrables.

SEMANA: ¿Por qué un adolescente decide cortarse y lastimarse?

A.O.: Son niños con una tristeza tan profunda que tratan de aliviar su dolor del alma haciéndose daño físico. Hay adolescentes que han sido abusados y quedan tan marcados que quieren sentirse lastimados para distraerse de otro tipo de dolor. Eso lo encontré en todas las personas que entrevisté.

Semana: ¿Qué se puede esperar de personas con enfermedades psicológicas tan graves y tendencias suicidas?

A.O.: Ellas viven al día. Podrían suicidarse en cualquier momento. Por eso necesitan la atención, pero la atención adecuada. Es como lo que le pasaba a Robin Williams, un día no resistió y se quitó la vida. Es que no son enfermedades que se curen. Con Vania, por ejemplo, el problema era que los fármacos no le hacían efecto porque fue mal diagnosticada y aparte la familia no sabía nada de lo que le sucedía a su hija, pensaban que era una rabieta.

SEMANA: ¿Cómo debe ser la reacción de los papás ante estos casos?

A.O.: Muchos papás no entienden. Dicen "ahora sí le voy a dar para que se ponga triste por algo". Pero no se fijan que si su hijo lo tiene todo y tiene una tristeza profunda puede ser por algo más. Por eso es importante la comunicación entre padres e hijos, porque muchos niños con los que he trabajado lo tienen todo pero se sienten tan tristes que no pueden continuar con la vida.

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SEMANA: ¿Qué de esos niños que están amenazando todo el tiempo con que se suicidan?

A.O.: Ah no. Esos son extorsionistas emocionales. Y el problema es que si uno se deja amenazar una vez le va a pasar toda la vida. Eso también pasa con muchos adolescentes. El problema es que los papás han perdido la autoridad, algunos se quieren volver amigos de los hijos, otros son muy permisivos… Los adolescentes necesitan límites. He tenido papás que me dicen a mí que por favor yo les diga a los pelados que se porten bien, que se bañen. He visto cómo hay niños que se portan muy bien con su profesora de preescolar y con los papás son terribles. Eso es también un problema de autoridad.

SEMANA: El divorcio es un fenómeno muy común en nuestra actualidad pero sigue afectando mucho a los niños y adolescentes… 

A.O.: Sí, a un muchacho se le puede caer el mundo al pensar que sus padres no van a estar juntos. Lo que he visto es que los papás no se saben divorciar: utilizan a los niños, no son capaces de hablar entre ellos, le dicen al niño “dígale a su papá que necesito plata”, “Si no viene hoy entonces no vuelve a ver a su hijo”. La separación es a las patadas… Lo que tienen que hacer es como adultos aprender a separarse. Si es necesario pueden acudir a terapia, que sea un proceso.

SEMANA: En La extraña en mí uno ve muchas redes sociales una de ellas que es medio peligrosa es Ask, en la que la gente puede preguntar anónimamente lo que quiera…

A.O.: Esa es la puerta del infierno, porque uno no le cae bien a todo el mundo y en esa red cualquiera puede preguntar de forma anónima. Si te sometes a eso pues tienes que saber que siempre va a haber alguien que te pregunte cosas subidas de tono. Hablaba con una mamá que me decía que a su hija de sexto grado le ponían comentarios tipo “¿Le han dado por detrás?”. Yo le aconsejé que por favor le pidiera a su hija que cierre esa red. Pero la mamá dijo que no, que ellos tienen derecho y que por ahí también les dicen cosas buenas…  Otra red social fuerte es Sexting. He visto que los estudiantes las usan para saber cuál es la más linda. Es como otro reinado porque las niñas acceden a tomar fotos explícitas y los chicos votan por la más linda. Y la niña que no envía fotos entonces es blanco de bullying.

SEMANA: ¿De qué va su siguiente trabajo?

A.O.: Mi siguiente trabajo se llama Tan cerca, tan lejos. Es la historia de un muchacho que es adicto a las drogas y cuenta cómo su familia que parecía perfecta se pierde. Es una historia real sobre un joven al que una hermana se le suicida o al menos eso piensa él. Es también una historia sobre la amistad, sobre el amor de los padres, sobre la abstinencia cuando eres adicto, sobre el problema de tener una mamá alcahueta. Me hacía falta un perfil masculino y aquí está. La idea es lanzarlo en la feria del libro del próximo año.