ENTREVISTA
La historia que frenó la propagación de la viruela
La primera gran expedición sanitaria inspiró la más reciente novela de Javier Moro: ‘A flor de piel’. En ella, el escritor español narra cómo un médico cruza el Atlántico en un barco cargado de niños para salvar al mundo de la viruela.
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Todas las novelas de Javier Moro están centradas en personajes
reales de diferentes partes del mundo. Una de las más conocidas es El
Sari Rojo, que sólo hasta este año –después de casi cinco de haber sido
publicada– puede ser adquirida en India, donde fue vetada y sucede la historia.
Este año, el autor lanzó A flor de piel, obra con la que conmemora el primer gran proyecto sanitario del mundo: La Real
Expedición Filantrópica de la Vacuna, emprendida por el médico español
Francisco Javier Balmis y en la que, según el mismo Moro, “hicieron todo
de una manera muy española, porque no tenían medios, pero fueron
rigurosos en el método y la idea de conseguir niños huérfanos para traer
a América la vacuna contra la viruela fue realmente buenísima desde el
punto de vista de la medicina”.
Semana.com: Bien se ha dicho que para entender el presente hay que
conocer un poco la historia, ¿qué hay de A flor de piel en nuestro
presente?
Javier Moro: Mucho, ten en cuenta que ahora se acaba de erradicar el
ébola. La primera enfermedad en ser eliminada del mundo fue la viruela y
la última batalla en esa guerra la inició Balmis. En parte, estamos
hablando aquí porque nuestros antepasados se vacunaron y así se creó la
inmunización.
Semana.com: En estos momentos, una expedición como esa, utilizando niños
como instrumento para transportar la vacuna, sería impensable, pero
entonces fueron héroes...
J.M.: Fueron héroes porque se les obligó a serlo. En un barco de vela en
1804, con muchas semanas en el mar, no se sabía exactamente cómo iban a
reaccionar. Había muchos elementos difíciles de pronosticar. Estaban
también las cuestiones éticas... ¿era lícito utilizar a niños huérfanos?; y
contestaban que, si era para salvar gente, sí.
Semana.com: En esta obra, ¿en qué momento termina la realidad y empieza la ficción?
J.M.: Las teorías, las fechas y los nombres de los niños son verídicos.
Yo he tomado ciertas libertades porque no había documentación personal y
donde más he tenido que utilizar la ficción ha sido en las historias de
amor. En el libro, Isabel Zendal tiene un romance durante la expedición
y es poco probable que no lo hubiera tenido, porque era la única mujer
en un barco en el que solo había hombres.
Semana.com: Balmis fue el gran pensador de la expedición, sin embargo, en A flor de piel la protagonista es Isabel, ¿por qué?
J.M.: Porque ella se ocupa de los niños y sin los niños no habría
habido expedición. También es José Salvani porque es el héroe
arquetípico, un hombre que da su vida por lo cree, que parte a una
expedición porque quiere encontrar en América aires que le devuelvan la
salud. Lo curioso es que a raíz del libro, en Cochabamba (Bolivia) han
encontrado los papeles de la muerte de este médico y están poniendo una
placa en su honor.
Semana.com: Usted ha declarado que García Márquez lo inspira, ¿en qué sentido?
J.M.: El lenguaje de García Márquez es tan estupendo, que muchas veces
cuando empiezo a escribir leo cualquiera de sus libros, no importa cuál
sea el orden, es sólo para coger la música del lenguaje y poder
arrancar.
Semana.com: Cuando empezó a escribir este, ¿cuál leyó?
J.M.: Leí varios de Isabel Allende y de García Márquez, partes de El
amor en los tiempos del cólera y de Cien años de soledad. Son lecturas
que me ayudan a encontrar el tono del libro y a entrar en Suramérica.
Semana.com: Me habla de Gabo y Allende, ¿tiene alguna afinidad con los escritores latinoamericanos?
J.M.: Sí, me gusta mucho la literatura americana. Ahora acabo de leer La
distancia que nos separa, de Reinaldo Cisnero (peruano), es un
grandísimo libro que yo recomiendo a todo el mundo. También soy un fan
de Germán Castro Caycedo y Mario Mendoza.
Semana.com: El escritor colombiano Pablo Montoya ha dicho en algunas
entrevistas que la colonización ha sido un acto criminal, ¿qué piensa
usted de eso?
J.M.: Él tiene razón. Creo que todos hemos sido colonizados. En
España fuimos colonizados por los visigodos, por los romanos, por los
fenicios, por los árabes; entonces, lo que uno no puede es pasarse toda
vida lamentándose por el hecho de haber sido colonizado, porque las
colonizaciones son la materia misma de la que está hecha la historia y
hay que asimilar que eso ha ocurrido. Intentar juzgar con términos
morales un hecho histórico no es absolutamente justo, porque la
violencia en el siglo XVI era muy distinta a lo que puede ser hoy.
Pasarse la vida lamentándose de haber sido colonizados es un ejercicio
que lleva a la frustración.
Semana.com: Usted vivió en la España de Franco, ¿qué impacto tuvo esto en su vida como escritor?
J.M.: Realmente tuvo poco impacto porque, gracias a Dios, yo viajaba
mucho. Yo soy medio francés y eso me dio un punto de vista que no me
hizo sufrir en mis pieles la dictadura de Franco como pudo haber sufrido
cualquier otro. Lo que sí sentía era la falta de libertad y eso me
estorbaba, tanto que cuando pude me fui a estudiar a París.
Semana.com: ¿Ha pensado escribir sobre eso?
J.M.: Hay tanta gente que se ocupa de eso, y tantos libros sobre la
dictadura de Franco, que a mí no se me ha ocurrido todavía escribir
desde un punto de vista original algo nuevo. Quizás un día, no se sabe.