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| Foto: Paula Doria/Semana

LITERATURA

“Estamos en el peor momento de la historia de España”

SEMANA habló con Ignacio Martínez de Pisón, uno de los narradores más destacados en España sobre su última novela ‘Derecho Natural’ y sobre la crisis en Cataluña.

11 de octubre de 2017

Derecho Natural es una novela del español Ignacio Martínez de Pisón cuya historia se sitúa en una España que está en un periodo de transición a la democracia después de la dictadura de Franco. Retrata la vida de una familia inestable en la que el padre es un imitador de un cantante que ha pasado de moda y que desaparece cada tanto. La madre, por su parte, es una mujer sometida que en un principio buscará asegurar la presencia de su marido a toda costa y que después tratará de tomar las riendas de su vida. Ángel, el hijo mayor y el narrador de esta historia trágica y cómica a la vez, buscará ser algo totalmente distinto a unos progenitores que no miden las consecuencias de actos y que terminan calando en el futuro de sus hijos. Entre las páginas hay reflexiones sobre el abandono, los cambios, la incertidumbre y la justicia.

Martínez de Pisón es reconocido como uno de los narradores más destacados de España en la actualidad. Entre sus obras se destacan Dientes de leche (2008), El día de mañana (2011), y La buena reputación (2014), con la que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa y Premio Cálamo al Libro del Año. SEMANA habló con él.

SEMANA: ‘Derecho Natural’ es una obra que reflexiona sobre el abandono. ¿Qué lo llevó a escribir sobre este tema?

Ignacio Martínez de Pisón: El hecho de que yo perdiera a mi padre a los 9 años me convierte en una especie de hijo abandonado. Entonces algunas de las cosas que les pasan a mis personajes tienen que ver con cosas que me pasaron. Ese sentimiento de orfandad tiene que ver con ese sentimiento de abandono que siente Ángel. A través de los libros uno como escritor tiene la posibilidad de imaginar cómo habría sido la vida si su padre estuviera vivo. Aunque mi familia no se parece en nada a la del libro, son hipótesis sobre cómo habría sido mi vida o la vida de alguien parecido a mí en caso de que mi adolescencia hubiera sido diferente. La literatura te da esa libertad absoluta para imaginar cualquier vida posible que uno quisiera vivir.

SEMANA: La familia que presenta en la novela es el reflejo de una sociedad en transición. ¿Cómo es ese proceso de cambio?

I.M.: Sí, la novela está ambientada en un momento en que España deja de ser una dictadura y pasa a ser una democracia. Pero es un paso que se da con lentitud. Cuando se consolida la democracia todavía hay muchas leyes que están por hacer y por desarrollar. En esa situación de inestabilidad hay gente que ve que sus derechos tampoco están protegidos. Una mujer no se podía separar legalmente, por ejemplo. Ahí uno se da cuenta de cómo es la justicia, de cómo actúa, de cómo a veces la gente siente que se tiene que tomar la justicia por su mano o que la justicia no la protege.

SEMANA: La mamá de Ángel es una persona que representa el temor al cambio, no quiere ser abandonada por ese hombre que a la vez le causa sufrimiento…

I.M.: Luisa es un ser subordinado que al mismo tiempo es posesiva con su marido. Es feliz cuando él está mal porque no se puede ir de su lado. Aunque ya no es el mismo, por lo menos es suyo. Pero también es la historia de alguien que va a cambiar, porque esa es una época determinada en la que en España se está produciendo el gran salto de la mujer en la sociedad. Luisa representa a todas las mujeres de esa generación, que deciden ser protagonistas de su vida y al mismo tiempo se enfrentan a su incapacidad para hacerlo porque no han sido preparadas para ello.

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SEMANA: El papá de Ángel es un perdedor. ¿Esos personajes son la clave para ponerle humor a una novela?        

I.M.: A mí me gustan las novelas de humor que se ríen un poco del fracaso. El papá de Ángel es un imitador de Demis Roussos, un cantante que ya la gente ha olvidado, que además fue un actor de películas malas y de una industria cinematográfica mala. Cuando construyes personajes así, destinados al fracaso, también consigues un poco la sonrisa cómplice y la lástima del lector.

SEMANA: Algo que llama la atención son las caminatas de Ángel de pequeño por las calles de Barcelona, descubriendo la ciudad. ¿Eso todavía es posible para los niños españoles?

I.M.: En aquella España provinciana que era muy segura yo iba al colegio andando desde los seis años que estaba un poco lejos. Y los niños siempre salían solos. Ahora es mucho más peligroso porque hay mucho tráfico. Ya no es tan común pero todavía son ciudades seguras. En los pueblos eso sí se sigue viviendo.

SEMANA: La novela habla de los recuerdos de la infancia. Usted tenía 14 años cuando el dictador Franco murió. ¿Cómo lo recuerda?

I.M.: La imagen que tenía yo de Franco cuando era un crío era la de un viejito que le temblaba la voz cuando hablaba en televisión, que no se corresponde en nada con el Franco asesino de los años 39 al 42. De esa persona implacable en la guerra y aún después sin misericordia con las personas que en un momento fueron sus enemigos. Un cambio de un régimen como ese no se hace desde la noche a la mañana y la verdad es que la situación era complicada, había una crisis económica muy fuerte. Había una amenaza de terrorismo de ultraderecha y de utraizquierda y también de los militares golpistas que querían recuperar el poder.

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SEMANA: En ese momento de transición se hizo una constitución que funcionó pero que parece que hoy los devuelve a ese momento. ¿Usted lo lee así?

I.M.: En ese momento lo que se hizo no estuvo mal porque se hizo una Constitución que nos ha servido para vivir en paz y prosperidad durante 40 años. Lo que ha ocurrido es que el acuerdo de convivencia no se ha adaptado a los tiempos. Muchos de los artículos de la Constitución ya ni siquiera son válidos. La objeción de conciencia, por ejemplo, ya no funciona porque ya no existe el servicio militar obligatorio. El problema de la actual coyuntura catalana tiene que ver con eso, con que el acuerdo territorial fue perdiendo valor para algunos ciudadanos y hace unos años parte de España y Cataluña empezó a proponer que quizá ya no querían estar.

SEMANA: Usted pone sobre la mesa la independencia de Cataluña…

I.M.: Hay que recordar que la única vez que los independentistas sacaron más votos alcanzaron el 47 por ciento, después bajaron al 31. Lo que no puede un gobierno como el Catalán es actuar de forma unilateral cuando ni siquiera tiene la mayoría absoluta de los votos. El Gobierno está haciendo trampas parlamentarias para cambiar leyes que necesitan del apoyo mayoritario del parlamento y con eso está convocando referendos ilegales y ha redactado una especie de constitución se supone que entrará en vigor dentro de poco.

Lo que está haciendo Carles Puigdemont es absolutamente ilegal, se parece mucho a un golpe de Estado. El problema es que la respuesta de Mariano Rajoy con el uso de la policía para reprimir a los independentistas lo que hace es justificar a Puigdemont. Yo pienso que estamos en el peor momento de la historia de España desde que nací. La salida va a ser complicada porque estos dos tipos son interlocutores que se han inhabilitado mutuamente para el diálogo.

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SEMANA: Su novela se ubica en un momento en que se pasa de un discurso nacionalista a un discurso más demócrata, pero estamos volviendo a esto en varios países. ¿A qué cree que se deba?

I.M.: Esa necesidad de una identidad propia está en una parte del cerebro donde residen las pasiones más bajas y más antiguas. Lo peor del ser humano parece que está en un rinconcito del cerebro que se llama paleocortis y ahí debe estar eso de la idea de tribu, de defendernos del diferente, que es algo que va contra del progreso, que es aceptar las diferencias y acercarnos al otro. Estamos volviendo a tiempo en los que un grupo se definían por una unidad lingüística, étnica y religiosa. Si se vuelve a la idea de que hay que hacer pequeños países que sean iguales entonces volveremos a etapas previas a la Segunda Guerra Mundial y ya sabemos cuántas muertes nos costaron.  

SEMANA: Para los extranjeros no es tan fácil reconocer las diferencias entre los catalanes y los españoles, ¿usted nos podría explicar?

I.M.: Eso es lo más sorprendente. El sentimiento de la catalanidad depende de la voluntad de cada uno. En realidad no es que tengamos muchas diferencias. Todo el mundo allá sabe castellano y catalán, todo el mundo tiene más o menos la vida bastante parecida y protegida. Es un independentismo posmoderno porque ninguna de las razones que el derecho internacional reconoce para que un territorio se independice se da. No es un territorio colonial, no hay una grave represión, por eso España no va a aceptar la independencia de ese país. Además, se sabe que eso sería muy doloroso y fracturaría familias y amistades, y tendría consecuencias económicas desastrosas. Aun así hay gente que dice quiero que Cataluña sea independiente porque quiero, como un niño pequeño no necesita motivos, simplemente lo quieren y lo quieren ya.

SEMANA: ¿Ve algún beneficio para los catalanes en independizarse?

I.M.: Yo no veo ningún beneficio. Me parece todo desastroso. Todavía falta mucho para que Cataluña sea independiente y ya es desastroso. Ya se han roto familias, amigos que han discutido por esta tontería y así empiezan las grandes tragedias de la historia. Seguramente va a haber más manifestaciones y lo que me preocupa es que si llega a haber un muerto esto ya es imparable. Lo que no entiendo  es que los políticos que ven que estamos dando los pasos hacia el precipicio no se esfuerzan por poner una barrera y parar las cosas. Por otro lado, ya hay empresas que han dicho que se van porque sin garantías jurídicas nadie quiere estar, eso haría que por lo menos por un tiempo exista crisis económica.  

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SEMANA: Cambiando de tema, usted es de los pocos escritores que vive de sus libros y no de ninguna otra cosa. ¿Cómo hizo?

I.M.: Tuve la suerte de que en los años 80 nació algo que llamaron la nueva narrativa española y tuve mucha suerte de tener el apoyo de la prensa y de las editoriales. También la gente que como yo nació en los años 60 tenía muchos más lectores porque la población aumentó. Cuando tenía 22 años empecé escribiendo cuentos como un juego y eso se convirtió en mi vida. Me parece maravilloso y a la vez me parece que eso no debería ser raro, que un mundo ideal un escritor debería poder vivir de sus libros para dar lo mejor de sí mismo.

SEMANA: ¿Ya está trabajando en su próximo libro?

I.M.: Quiero sacar una investigación sobre un estafador que engañó al dictador Franco con una supuesta fórmula mágica para hacer gasolina barata y que en teoría iba a convertir a España en la primera exportadora de petróleo, que era un menjurje hecho de remolacha y hierbas. Era un estafador genial. Como no lo ha contado nadie y ya tengo toda la historia documentada quiero contarla. Me gusta mucho leer de historia para ambientar mis escenarios y para buscar otras historias.