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Mempo Giardinelli, escritor y periodista argentino. | Foto: Semana

LITERATURA

“A mi libro lo mandaron a picar en Colombia”

Mempo Giardinelli, ganador del Rómulo Gallegos, es uno de los grandes invitados a la Fiesta del libro de Medellín. El escritor habló con SEMANA de literatura y censura.

17 de septiembre de 2016

Tiene 69 años y varios reconocimientos literarios a cuestas. Sus dos libros más conocidos en Colombia son Santo oficio de la memoria (1991), con el que ganó un Rómulo Gallegos, una experiencia de la que está hablando en la Fiesta del libro de Medellín. Y su otra gran obra es Luna caliente, un libro de gran aceptación entre el público que sigue atrapando lectores.

SEMANA: ¿Le sorprende que aún se lea tanto su novela Luna caliente (1983)?

Mempo Giardinelli: Yo diría que es una novela completamente inconveniente y heterodoxa para la literatura latinoamericana. Aquí en Medellín ofrecí una charla y los asistentes no querían hablar de otra cosa que de Luna caliente, y yo les dije: “he escrito otras cosas: cosas mejores”. Sin duda es un fenómeno: ha sido traducida a 26 idiomas. Es increíble. Yo no me lo termino de explicar. 

SEMANA: ¿Pero por qué dice que es un poco inconveniente para América Latina?

M.G.: Porque se sale, de alguna manera, de los cánones de la moral, de las buenas costumbres y de los círculos académicos. En Colombia hubo una única edición que fue frustrada por la Editorial Norma, que decidió, en su momento, mandarla a picar. 

SEMANA: ¿Por qué la mandó a picar?

M.G.: Según me contaron, por razones morales.

SEMANA: ¿Cuál razón? ¿Qué una mujer seduzca a un hombre?

M.G.: ¡Qué sé yo! Estoy hablando de hace 30 años. En aquel entonces quizá los directivos de Norma eran seguramente muy preconciliares. La verdad es que no me detuve a averiguarlo, pero era una edición preciosa, de la colección La Otra Orilla. Solo circuló una semana y la sacaron de librerías, la mandaron a picar. Y nunca más, no sé por qué, hubo una edición colombiana.

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SEMANA: ¿Cuál es el encanto de ese libro?

M.G.: Para mí es una novela que correspondió a un momento de mi vida y de mi país: de un extremo cinismo, de una gran violencia, de una inmoralidad absoluta como fue la de los dictadores y que ahora, desgraciadamente, se está repitiendo. Sin la violencia de ese entonces, pero se está repitiendo. Yo estaba exiliado en México durante esos años y la escribí con mucho dolor y mucha furia.

SEMANA: Se puede decir que es una novela negra…

M.G.: Sí. Por ese entonces escribía una pequeña enciclopedia de la novela negra (llamada El género negro). Yo era muy aficionado de ese género, leí muchísimo y quizá esa lectura me influenció cuando yo escribía Luna caliente. 

SEMANA: ¿La película le ayudó a la novela o la perjudicó?

M.G.: Realmente se hicieron tres películas. Hay una que filmó Roberto Denis, con Federico Luppi, pero fue muy mala. Un desastre. Fracaso total. Después hubo una versión a mediados de los años 90, que hizo la RedeGlobo de Brasil, una excelente versión. Para mí, la mejor adaptación. Y luego, en 2006, hizo otra Vicente Aranda. Creo que ninguna de las tres ni benefició ni perjudicó al libro.

SEMANA: Su primera novela, ¿Por qué prohibieron el circo?, se publicó casi 40 años después de haber sido escrita. ¿Por qué?

M.G.: La publicación de la novela coincidió con el golpe de Estado. Y la dictadura una de las primeras cosas que hizo fue censurar. Y fueron a la Editorial Losada, entre otras editoriales, y sacaron todo lo que había en las bodegas y lo quemaron todo. 

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SEMANA: ¿Pero qué tenía el libro que iba contra la dictadura? 

M.G.: Es un libro, digamos, bastante libertario. Aunque está situado en otra época, tenía mucha reminiscencia, reverberaba, digamos, la situación de mi país. Algún sensor, o todos, la quemaron junto con cientos de miles de libros y a mí me vinieron a buscar a mi casa y bueno... Huí y me tuve que exiliar. Hace dos años un amigo editor la leyó y me dijo: "esta novela está absolutamente actual y es vigente. La publicó, con éxito, a los dos meses.

SEMANA: ¿Cómo es escribir desde el exilio?

M.G.: México me dio una perspectiva profundamente latinoamericana que los argentinos no solemos tener, una concepción más solidaria. Y la literatura mexicana que devoré en esos años me amplió totalmente el espectro.

SEMANA: ¿Ahora qué devora?

M.G.: Parafraseando a Borges: yo estoy mucho más orgulloso de lo que leí que de lo que escribí. Y cada vez soy más exigente, comienzo muchos libros y termino pocos. Lo último que leí completo fue Corriendo por Beijing, de Xu Zechen, un escritor chino que me interesa mucho. Muy interesante, muy talentoso y me apasionó mucho. Y también El colectivo, de Eugenia Almeida, una escritora argentina de la nueva generación.

SEMANA: ¿Cómo es escribir hoy en Argentina? ¿Hay restricciones?

M.G.: En Argentina tenemos una democracia muy sólida de treinta y pico de años. Tan sólida que podemos aguantar a un canalla como este presidente, Mauricio Macri, del que medio país ya está arrepentido de haberlo elegido. Por lo menos, hasta ahora, la censura ya la están practicando en la radio y en la televisión, que es donde les duele. Todavía no se han metido con la literatura.

SEMANA: El tema de la dictadura era recurrente en la literatura y en el cine argentino. ¿Eso ya se quedó atrás?

M.G.: A ver, la dictadura nunca se va a quedar atrás, pero ya no tiene, por suerte, la función de vanguardia que tuvo para mi generación o la que vino después. La dictadura nunca va a pasar al olvido, ni debe pasar al olvido. Digamos, hoy toda la literatura italiana no cuestiona al fascismo, pero lo recuerda. La literatura española no vive trajinando al franquismo, pero aparece cada tanto. 

SEMANA: Lo que le va a pasar en Colombia tras el conflicto… 

M.G.: La gran función de la memoria es que no permite el olvido y está bien. Cuando la memoria se instala en una sociedad, la memoria arde y es un fuego eterno.

SEMANA: Usted se ganó, en 1991, el premio Rómulo Gallegos con su novela Santo oficio de la memoria. En la Fiesta del libro habla de este libro… 

M.G.: Fue una novela que la fui haciendo muy lentamente. Tal vez tardé ocho años en escribirla. Creo que lo meritorio fue que nunca la abandoné. Han pasado ya veinte años de su publicación y se sigue leyendo. Me ha favorecido mucho, a contario de Colombia, que en Argentina está mi obra en las librerías todo el tiempo. No tengo queja.