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ERASE UNA VEZ

Los cuenteros serán una de las grandes atracciones del próximo Festival Iberoamericano de Teatro.

13 de abril de 1992

PERDIDO EN UN PUNTO INDETERMINAdo del tiempo y el espacio, hubo una vez un hombre que tras larga travesía regresó a su aldea conmovido.

Ayudado de gestos oculares y serpenteantes movimientos de brazos y de manos, el hombre intentó -describir ante la mirada atónita e interesada de sus coetáneos- su observación mayúscula: "He visto desde aquella colina una inmensa rueda luminosa descender del cielo y apagarse lentamente al rozar eI horizonte. En su descenso, el aire se ha oscurecido hasta tornar negra la tierra, y las plantas y las flores han perdido su color". El relato estremeció de tal manera la mente de quienes lo escuchaban, que en la mañana los más diestros se empeñaron en organizar ex cursiones para constatar el fenómeno. Una vez llegada la noche, la aldea se reunió de nuevo para escuchar versiones frescas de los excursionistas. Esta vez no fue uno, sino dos, tres, cinco... los que describieron su aventura ante un público cada vez más atento: los hombres habían descubierto el ocaso. Y también el cuento, traviesa forma mágica de narrar la Historia.

Probablemente no ocurrió así. Pero lo cierto es que hubo algún momento en que el hombre, en su eterno descubrir, inventó el cuento y encontró en él la forma poética, que es tal vez la única manifestación que hace posible fundirse con el universo.

Eso lo comprendieron pronto los griegos y los persas, los chinos y los indios, los indígenas precolombinos de América, que transmitieron al mundo, de generación en generación, toda sus leyendas, toda su mitología, toda su cultura a través de fantásticas narraciones orales. Y lo han comprendido también los hombres contemporáneos, que muchos años después de que se hubiera iniciado la función, en un punto indeterminado del tiempo y el espacio, continúan la faena.

Un día cualquiera de octubre, hace menos de tres años, a falta de cuenteros profesionales que no acudieron a la cita en la Universidad Nacional, un estudiante decidió por cuenta propia lanzar un cuento al aire. Al principio fueron unos cuantos los que escucharon su eco. Pero poco a poco ya no fueron dos, ni tres, sino una multitud entera de individuos los que poblaron las graderías de "La perola~' con la simple intención de oír historias. Y entonces ya no fue uno, ni dos los que decidieron lanzar cuentos al espacio vacío, sino decenas de narradores los que luchaban por cinco minutos de audiencia.

Hoy esos cinco minutos se han convertido en seis horas ininterrumpidas, durante las cuales los cuenteros de la Nacional y los representantes de varias universidades más invitan a romper los lazos de la lógica para perderse en las extensas dimensiones de la ilusión.

Cada viernes (o cualquier día, porque la narración oral no exige temporali dad), en la Universidad Nacional (o en cualquier parte donde haya más de una persona), este conglomerado de hombres, sensibles hasta la médula, transfiguran su imagen de eternos cotidianos para convertirse en duendes de la fantasía. Son estudiantes de ingeniería, de sicología, de química, de antropología, pero inevitablemente cuenteros, voceadores incansables de las posibilidades humanas de existencia, partícipes directos de la inspiración poética. Se agrupan bajo el nombre de "Narradores del espacio vacío", en homenaje a los primeros días de cuentería, y su única intención es regalar un trozo de imaginación al público cada semana.

Tal fue el éxito alcanzado por ellos en tan corto lapso, que tres de sus integrantes, luego de haber participado en el pasado festival de cuenteros organizado por el TPB en noviembre de 1991, han sido invitados a representar a Colombia en el próximo Festival Iberoamericano de Teatro, que se llevará a cabo en abril en la capital de la República.

William Díaz, Oskar Corredor y Fernando Rodríguez, "Los tres pecados capitales", conforman la tríada que representará a los "narradores del espacio vacío" en el festival. Se iniciaron como grupo gracias a la convocatoria de cuenteros efectuada por el TPB, en donde los tres decidieron realizar un acto conjunto: "Introducción al análisis empírico de las incidencias de la técnica improvisativa en el arte de la narración oral escénica, como producto de una tarde de recocha". A partir de aquella experiencia decidieron continuar trabajando juntos, aunque cada uno, en particular, tenga su propio estilo y sus preferencias temáticas~.

Encargados de desempolvar las almas ajenas, de invocar un mundo alternativo para la fría cotidianidad, estos cuenteros han logrado invadir de historias las universidades. Unas veces con narraciones cortas y picantes, otras veces con relatos conmovedores, otras con historias de amores furtivos mezcladas con una gran dosis de humor.

Siempre inspirados en la idea de que hacer cuentos es un juego. Un juego divertidísimo que tiene la facultad de mostrar la verdadera cara de la realidad y de las cosas. Un juego que ofrece la oportunidad de verse reflejado en el espejo sin espanto. Por eso, tanto ellos como el público que los escucha, creen en que las ovejas son "nubes con cuatro patas", o que las nubes son "el lecho perfecto para hacer el amor", o que son "un colchón gigante que permite dar brincos por el cielo". Por que el cuento permite hacer realidad lo imposible, permite inventar una realidad propia y transmitirla.

Un día, perdido en un punto indeterminado del tiempo y el espacio, cuando se acerque el fin de la Historia, un hombre gritará que la historia no ha concluido. Porque al igual que Shahrazada, los cuenteros postergarán la muerte con su esperanza de vida.