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Carlos González tras escena | Foto: Álvaro Tobón

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“Yo montaba los escenarios mientras Gabo recibía el Nobel”

Detrás de las imponentes escenografías del Festival Iberoamericano de Teatro está Carlos González, quien hace 50 años diseña escenarios.

14 de abril de 2014

Sus manos gruesas y su piel áspera revelan una vida dedicada al trabajo manual. Es Carlos González y tiene 67 años. Fue escenógrafo y jefe de tramoya del Teatro Colón. Ha estado vinculado al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá desde la primera edición en 1988 y trabaja para la compañía de Misi hace 28 años.

Hoy tiene un taller dedicado a la escenografía teatral y a la tramoya (manejo de las máquinas para los cambios de decorados y efectos especiales durante la función)  en el sur de la ciudad, en el barrio El Libertador. “He entrenado a mucha de la tramoya que hay en los teatros de Bogotá. Por acá pasan y se les enseña con trabajo, en la práctica”, afirma.


Desde su espacio de creación revive su historia. En 1947 nació en Aratoca, Santander, y  al cumplir los  seis años llegó con su familia a Bogotá, donde vive desde entonces.  En su juventud, como ayudante de construcción, entre puntillas y martillos, no pensaba que la mayor parte de sus días estaría rodeado de las mismas herramientas, pero con directores de teatro y actores: “Entré al Colón a los 17 años sin saber lo que era ese mundo. Fue una sorpresa cuando me paré frente al escenario y vi lo que hacían”, recuerda González.

El primer día en el teatro, manejó un reflector desde uno de los balcones en el tercer piso, luego lo contrataron como parte del equipo de mantenimiento. Aunque sus labores nada tenían que ver con el montaje de las obras solía rondar tras escena. Allí su pasión por el diseño y la construcción de escenografías despertó: “Compré una bolsa de tramoya y un martillo y me disfracé de tramoyista. Me miraba en el espejo y todo”, recuerda mientras se le dibuja una sonrisa.

Cecilia de Fernández de Soto, directora del Teatro Colón en ese periodo, le ayudó a entrar a la tramoya. “Dar ese paso no fue fácil. Tenía que ir por los laditos, los tramoyistas antiguos eran muy celosos”. Sin embargo, luego de ocho años fue nombrado jefe de tramoya.

“Esto lo aprendí mirando y untándome”

Sin academia, sus primeros maestros fueron técnicos de compañías extranjeras que visitaban el país: italianos, españoles, brasileros y argentinos. Incluso, en 1982 estudió durante seis meses un curso de montajes técnicos en el Teatro de Colonia en Alemania. “Pasé del Colón a trabajar en un espacio de 40 metros por 60, donde se podían montar hasta tres escenarios”.  

Al volver a Colombia implementó las técnicas que aprendió, no obstante piensa que “lo importante para este oficio es improvisar. Si a uno se le perdió un tornillo tiene que solucionarlo así sea con un lápiz. No se puede detener el espectáculo. Hay que estar listo”.  

Turandot, Elixir de Amor, Rigoletto y La Traviata fueron algunas de las óperas en  las que estuvo involucrado. Además, trabajó con Jorge Alí Triana, Pilar Caballero, Pepe Sánchez, María Cecilia Botero, César Mora y Pacheco, entre muchos más.

González recuerda con cariño la gira que hizo en 1982 junto a la comitiva que acompañó a Gabriel García Márquez a recibir el premio Nobel de Literatura en Estocolmo. Viajó con Totó la Momposina, la Negra Grande de Colombia, los Hermanos Zuleta y Rafael Escalona. “Yo tenía que montar escenarios y luces para sus conciertos allá. Y, si no fuera por eso, no habría conseguido la dedicatoria de Gabo para el libro de '100 años de Soledad' que le regalé a mi hija”, recuerda.

Con el mismo sentimiento habla del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, donde empezó con la escenografía de una obra de Puerto Rico para la inauguración en el Colón. Su trabajo impresionó a Fanny Mickey, directora del festival hasta 2008, con quien entabló una larga relación de compromiso con el teatro: “Una vez en el segundo festival estuvimos metidos cinco días montando sin parar una obra con los rusos y tenía angustia de que todo me saliera bien. Solamente llevaba una cajita con pollo y no podía parar”. 

Estuvo vinculado al festival en todas sus ediciones, hasta el 2012 cuando un grave accidente laboral lo forzó a alejarse por primera vez en 50 años de su oficio: durante el montaje del show Michael Jackson estaba arreglando la conexión de dos cables eléctricos a cinco metros de altura cuando recibió una fuerte descarga eléctrica. Sufrió una lesión en la pierna derecha, en la que aun tiene platinas y tornillos que soportan el hueso. "Estos dos últimos años me tocó andar con bastón. Estoy aprendiendo a caminar de nuevo y a trabajar de a poquitos”, dice.  

A pesar que aún se encuentra en recuperación, González diseñó y construyó una trama para el Coliseo Cubierto El Campín que será usada en varios espectáculos del festival de este año.

Y cuando el show termine, él continuará con su pasión en el barrio El Libertador: rodeado de materiales de construcción y escenografías desarmadas. Sus herramientas, las piezas de madera y de metal, las telas, las cuerdas y los bastidores no dejarán de ser ese paisaje desordenado de aquel que ha soñado con el teatro y ha vivido de vestir sus escenarios.