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A ESPALDAS DE HOLLYWOOD

Con "El beso de la mujer araña" y "Frida", el cine latinoamericano conquista mercados reservados antes a lo made in USA

26 de mayo de 1986

Hace tres años en San Sebastián, en el País Vasco Español, cuando apenas comenzaban los preparativos para el rodaje en Sao Paulo de su novela "El beso de la mujer araña", el novelista argentino Manuel Puig le resumia a SEMANA todas las expectativas que sentía con una historia que escritores y realizadores coincidían en calificar, a pesar de sus raices cinematográficas, como imposible de convertir en película porque tiene poca acción, al menos visualmente y durante la primera mitad no ocurre nada mientras los dos personajes se van conociendo, se van midiendo, se van tolerando mutuamente. Además hay momentos en que el lector no sabe quién es el que habla y todas las claves que necesita para comprender la trama, el escritor las va soltando casi que a la fuerza.
En esa ocasión y con un susurro Puig resumió lo que su novela es y lo que quería lograr con la película con una frase que uno de los personajes repetirá después: "El sueño es breve pero nos hace felices". Y eso es la película que una semana atras estremeció, antes de su próximo estreno comercial, a miles de espectadores en el II Festival de Cine de Bogotá, una película que con sutileza, con pudor, con ternura y también con toda la carga de violencia imaginable reconstruye ese infierno entre rejas de un homosexual detenido por atentar contra la moral (William Hurt, ganador del Oscar por este personaje), y un activista político (Raúl Julia), vinculado con células urbanas de la guerrilla y quien después de ser torturado e interrogado es encerrado en la misma celda con el otro, con el fin de que intimen, que pierda todo sentido de la prudencia y suelte la información necesaria.
Para el director Héctor Babenco (famoso por "Pixote",esa historia de los niños-hampones en las grande ciudades brasileras), y el guionista Leonard Schrader (quien ha colaborado con su hermano Paul en alguna de sus películas más violentas y pervertidas), fue un verdadero reto enfrentarse a ese libro armado con base en los diálogos simples, que se alimentan mutuamente, entre eso dos hombres que acabarán por protagonizar una de las escenas de amor más tiernas del cine contemporáneo, cuando uno de ellos, enfermo por la pésima comida que les dan, pierde todo control de su organismo y el otro lo lava y lo limpia como si fuera un niño y más tarde se le entrega, en medio de la oscuridad, sin que el ojo de la cámara alcance a descubrir los movimientos y los gestos, apenas los sonidos y las voces que van armando ese encuentro amoroso. Paralelamente a ese mundo sórdido de la prisión, con esos gritos de los torturados (aunque la película elude cualquier alusión geográfica es evidente que el país e Brasil y la referencia no es gratuita) con esos diálogos que se convierten er puente con un mundo exterior que muy pocas veces se conoce, corre otrc plano, irreal, con las películas que e uno le cuenta al otro. Son película cargadas de perversiones, erotismo ! muerte, con ese personaje de Sonia Braga que, como un fantasma, entra y sale de la celda, protegiéndolos de La soledad, el aburrimiento y el dolor La historia misma de la película que en Estados Unidos ha llegado a exhibirse en mil doscientos teatros simultáneamente, luego de afianzarse lentamente en la cartelera (funcionó mejor en las ciudades más pequeñas, entre universitarios y Jovenes profesionales), forma parte de la leyenda de ese cine que se hace un poco a la espalda de las grandes productoras de Hollywood. Con el guion de Schrader en la mano y la cooperación de algunos inversionistas norteamericanos y brasileros, además de una ayuda de Embrafilme, el ente oficial que produce y distribuye cine del Brasil en el mundo, Babenco se reunió con William Hurt y Raúl Julia para contarles el proyecto.
Había poco dinero y tanto Hurt como Julia aceptaron trabajar sin sueldo, sólo con los gastos de viaje a Sao Paulo y el hotel. Después recibirían un porcentaje sobre las entradas. La forma como el productor norteamericano David Weisman y Babenco se conocieron también forma parte de la leyenda. Habitual de Rio y Sao Paulo, Weisman quien había producido varias películas y obras de teatro, fue invitado a una cena en Rio donde también estaba Babenco.
Hablaron, descubrieron amigos comunes, Babenco le contó que quería filmar la novela de Puig y le regaló un ejemplar en inglés. Weisman, quien antes había trabajado con Schrader (quien lleva varios años viviendo en el Japón y escribió "Mishima" para su hermano Paul), se lo envió y en pocas semanas obtuvo la respuesta: Schrader estaba enloquecido. Hay algo que casi no se sabe: Burt Lancaster y Richard Gere querían hacer estos personajes pero por asuntos económicos no llegaron a un acuerdo. Y para que la leyenda continúe, en uno de sus viajes a Rio, Babenco se conoció con la Braga (actriz que simboliza el erotismo del cine brasilero con películas como "Doña Flor y sus dos maridos" y "Gabriela, clavo y canela" y "Yo te amo"), hablaron un rato y Babenco le contó de su proyecto y ella se mostró interesada. El resultado es una película que logra una sorprendente calidad y un enorme alcance comercial. Tiene todos los elementos y tanto Babenco como sus tres actores se emplean a fondo para que el espectador, desde las primeras escenas se sienta atrapado por ese infierno donde un homosexual (Hurt no exagera sus ademanes, es sobrio, se contiene y jamás llega al ridículo), recrea los sueños y las fantasías y el cine ante un amigo amargado, triste.-
"FRIDA", UNA PERFECCION PARA UNA HISTORIA DE AMOR
"Frida", la película mexicana que gano uno de los premios principales en el reciente Festival de Cine de Bogotá, dirigida por Paul Leduc (el mismo de "Reed, México insurgente"), quiere ser una prueba de como los sonidos, las sombras, los roces contra el suelo, las escaleras anchas de piedra, las fuentes que murmuran, las miradas furtivas, los lentos desplazamientos de la cámara que elude las paredes en busca de los rostros, pueden pesar más que los mismos diálogos, pueden tener más significados que las palabras con las cuales, en la mayoría de las películas, los personajes intentan avasallar al espectador.
Aparentemente es la reconstrucción amorosa, detenida e ingenua, de una pintora, de su marido que es también pintor y de sus amígos locos, el ansia sexual que los devora, los vientos de confusión y miedo que recorren todo el territorio mexicano y cómo las contradicciones ideológicas, políticas y culturales de los protagonistas reflejan también la confusión que sacude al realizador quien, como lo expresara en diciembre último en La Habana, donde presentó y ganó con su película, necesitó un gramo de locura para poder enfrentarse a ese universo donde ella, Frida, con sus ojos enormes y su cuerpo deseado por muchos, es la imagen viva de las ansias de acabar con todo.
Gracias a un desplazamiento sinuoso de la cámara, que va reptando por las paredes, que va saliendo de las sombras a las zonas iluminadas, que arranca la mayoría de las escenas con ese movimiento que semeja la acción de un telón y detrás del cual van asomando los personajes con sus pinturas, sus colores, sus risas, sus caricias inagotables y también, en medio de toda esa confusión, la figura de Trotsky con los que atentan contra su vida y fallan esa vez, con los que tienen que huir, con los que apelan al arte como una forma de suicidio.
Para el espectador común, ese que prefiere las historias masticadas, "Frida" no es una película digerible.
Tiene muchos símbolos. Los temas, los personajes, las situaciones apenas son esbozados, nunca completados, hay miradas y risas y diálogos inacabados, pero el público nunca recibe una información completa sobre lo que está ocurriendo. No hay quien lo ayude tampoco, porque el personaje principal de Frida, mujer del pintor Diego Rivera, va siendo entregado a pedazos y en ocasiones, como cuando Frida se acaricia solitariamente en la cama, cuando queda exhausta, el espectador se sorprende con ese parentesis de erotismo en una historia que va a saltos, de atrás hacia adelante, alimentada con los recuerdos de algunos, con frases sacadas de diarios y cartas, con pinturas que están colgadas en numerosos museos, con esas enormes casonas con escaleras que llegan hasta el cielo y donde el sol no puede entrar.
"Frida" es un acto de amor, de compasión y acercamiento a una mujer, un oficio, una época; una tendencia artística y política y sobre todo, un acto de adoración a un mundo desaparecido y que sólo queda en retratos y fotos desvaídas y discos rayados. Hay momentos que recuerdan la "Antonieta" de Carlos Saura, quizás por la determinación que lleva a las dos mujeres hacia la muerte, quizás por la demencia que las alimenta, quizás por esa zozobra que logra incomodar al espectador. Pero lo que en Saura era la indagación periodística sobre el suicidio ante las cámaras de una presentadora y el encuentro magico de dos mujeres separadas por el tiempo y la muerte y la distancia, en Leduc es un ejercicio mental, altanero, egoísta y con la convicción de que más de media sala está quedándose por fuera del relato.
Más que nostálgica, más que burlona hacia una época que persiste en algunas facetas de la vida mexicana cotidiana, más que satírica hacia la ingenuidad de algunos de los personajes, más que analítica de un pensamiento político, "Frida" es todo un ejercicio perfeccionista, donde cada toma es muy pensada, donde cada ángulo de la cámara ha sido ensayado cien veces, donde los movimientos corresponden a un ballet sutil que va ocupando los espacios disponibles.
También y ese es quizás uno de sus grandes méritos, un gesto de complicidad hacia la muerte, que aparece en numerosas formas, una muerte que ellos no respetan como buenos mexicanos pero que permanece en el trasfondo como una alternativa a tanto erotismo y tanta violencia que atraviesa las pinturas.
Cine cerrado, cine de minorias, cine para especular, tiene enormes méritos pero como ocurre con los libros de Alain Robbe-Grillet o Michel Butor, uno siente que en ciertos momentos, los objetos, especialmente esas paredes desde donde arranca la cámara en cacería de los personajes, son muy importantes y es ahi donde el vacio y el bostezo se instalan. --