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Panorámica de la exposición que se abrió al público el jueves pasado, curada por Héctor Llanos. | Foto: Claudia Camejo

EXPOSICIÓN

Las estatuas ausentes

Esta semana el Museo Nacional inauguró su exposición sobre el legado de la cultura agustiniana sin sus protagonistas, las figuras de piedra que se quedaron listas y embaladas en su lugar de origen.

30 de noviembre de 2013

El Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icahn) y el curador Héctor Llanos tuvieron apenas un mes para convertir su exposición El retorno de los ídolos en El silencio de los ídolos, la muestra abierta al público esta semana. En ese lapso se vieron obligados a cambiar el guion previsto por uno centrado en la evocación de las estatuas ausentes, por la presión de las comunidades huilenses, que se opusieron a su traslado a Bogotá.

“Para nosotros es una gran frustración. Estas esculturas son patrimonio de la humanidad, patrimonio colombiano, no de una parte de colombianos sino de todos”, le dijo a SEMANA María Victoria de Robayo, directora del Museo Nacional. Desde hace cuatro años el museo tenía reservados sus espacios para esta muestra y en los preparativos se invirtieron dos años de trabajo.


“Es inexplicable que vaya a quedar pendiente esta exposición de nuestro propio patrimonio nacional cuando el museo ha recibido en múltiples ocasiones piezas patrimoniales de Egipto, de Grecia, de Perú o de China”, dice Robayo.

Con la exposición estaba previsto concluir el ‘Año de la cultura agustiniana’, que coincide con el centenario de las primeras excavaciones arqueológicas en San Agustín realizadas por el arqueólogo alemán Konrad Theodor Preuss. 

Organizada por el Icahn, la conmemoración incluyó obras de infraestructura en el parque arqueológico, la reedición de importantes publicaciones científicas, capacitaciones a guías locales y a artesanos expertos, documentales y becas de investigación. La exposición contaba con el beneplácito de la Unesco y con el respaldo del gobernador de Huila, del alcalde y el Concejo Municipal, del Consejo Nacional de Patrimonio y de ciudadanos huilenses que estaban dispuestos a ser ‘padrinos’ de las esculturas seleccionadas.

Pero cuando las comunidades indígenas se reunieron con el gobernador de Huila, Carlos Iriarte Barrios, y el secretario de Cultura del departamento, Jaime Perdomo, pidieron la presencia del curador de la muestra, además de un acueducto y más tierras. La reunión, según el Ministerio de Cultura, resultó completamente atípica y estuvo precedida por la quema de guacales y atropellos al personal del Icahn. 

En ese momento la ministra de Cultura, Mariana Garcés, la directora del Museo Nacional, el director de Patrimonio, el director del Icahn y el equipo curatorial y técnico de la exposición desistieron del traslado. “La exposición se realizará sin las esculturas para mostrarle al país el silencio y vacío que queda cuando unos pocos se abrogan el ‘derecho’ de interponerse por encima de las libertades y los derechos culturales de todos” dijo en su comunicado el Ministerio de Cultura.

“Museográficamente es muy triste, pero para mí como arqueólogo es un golpe duro porque he trabajado durante décadas para visibilizar este tesoro”, dijo a SEMANA Llanos, arqueólogo y profesor emérito de la Universidad Nacional, quien lleva casi 30 años de trabajo en el parque arqueológico de San Agustín.

Las protestas fueron coordinadas por la Minga Integral Agustinense y del Macizo Colombiano pro Defensa del Patrimonio Ancestral, que se quejó del “centralismo, abuso de poder y soberbia” de los organizadores de una exposición que ponía en “peligro el patrimonio arqueológico y la armonía social del pueblo agustinense”. 

La antropóloga María Victoria Uribe, exdirectora del Icahn, respaldó las quejas de las comunidades huilenses e hizo circular una carta contra Fabián Sanabria, actual director del instituto. SEMANA contactó a Uribe para que explicara en extenso sus críticas al ‘Año de la cultura agustiniana’ y a la exposición, pero se negó a responder.

Las estatuas ya habían viajado para otras exposiciones. En 1992 las piezas el Dios de la Agricultura y la Diosa de la Lluvia cruzaron el Atlántico para una muestra en Bélgica, de donde regresaron intactas tres meses después. En 1994 alrededor de 24 piezas viajaron para una exposición en el Museo Nacional. Estas experiencias permitieron construir un protocolo minucioso de desmontaje, embalaje de seguros y transporte avalado por la Unesco. Un año después, en 1995, San Agustín fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

“Yo espero que esta experiencia deje un gran saldo pedagógico”, dice Sanabria. “Es importante que los ciudadanos se pregunten qué es el patrimonio, para qué sirve, quiénes lo administran, de quién es (si es que hay algún propietario que pueda arrogarse tal derecho) y, al tiempo, cómo se debe gestionar, conservar y difundir”, dice.

A pesar de todo, la exposición conserva su espíritu original y vale la pena visitarla. Sin embargo, es una pena que, por diferencias de criterio, los colombianos no puedan apreciar en su capital las estatuas, este enorme tesoro del patrimonio nacional.