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Pedrina y Río | Foto: Archivo Particular

MÚSICA

Estéreo Picnic, día 1: Los creyentes fueron retribuidos

El festival abrió su sexta edición por lo alto. Una puesta en escena variada e impactante y excelentes presentaciones dejaron la barra muy arriba para los días restantes.

Alejandro Pérez, periodista de Revista SEMANA
13 de marzo de 2015

En la apertura de este ‘picnic’ del 2015 las características que el visitante se ha acostumbrado a ver antes en los potreros de la 222 no faltaron: un escenario principal, una carpa secundaria, una suficiente cantidad de baños, una variada zona de comidas (con precios de festival, súmese de 2.000 a 5.000 pesos a cualquier precio normal), mercados hippies atractivos, marcas activando, el parqueadero más costoso de la historia (y a la salida, proporcionalmente, el más tortuoso) y lo mejor, excelentes presentaciones.

También hubo novedades. Se sumó un tercer escenario entre los dos principales. Logra su propia atmósfera, se justifica y también riega su audio sobre la zona de comidas. Como para no tener que comer y perderse de la buena música. El marco decorado de Picnic todavía relaja y los ingeniosos dummies de Ramo –hizo de los colchones de la zona de comidas pequeños Chocoramos– se añadieron a la comodidad visual. Pero ahora, a lo principal.

La música

En la vida, y en un festival, es imposible clonarse, no se puede estar en dos o tres lugares al tiempo y eso implica sacrificios. El cartel escogido empezó con apartes de Telebit en el escenario mayor, y luego de Pedrina y Río en la carpa. Telebit congregó mayor cantidad de público, un público que lo acompañó cantando varias canciones y lo reafirman. En la carpa, Pedrina y Río sortearon unos feedbacks molestos al inicio, lo hicieron con la gracia con la que ejecutaron. Mostraron que están hechos de una voz dulce que dialoga con los demás instrumentos. Una Pedrina alrededor de la cual giran otros tres grandes músicos. Como grupo justificaron su puesta en escena, digna de un jardinero enamorado.

Luego vino un aluvión de actos extranjeros excelentes: The Kooks, Foster the People, Jack White y Skrillex. Armaron una tanda tan heterogénea como brillante. Cada uno hizo olvidar al anterior sin necesidad de superarlo. Para los escépticos, como yo, fue un baño de fe. La música hace eso. El término que el mismo festival aplica, de ‘creyentes’ para quienes compran la boleta a ojo cerrado, tiene sentido. Creyentes en la música, no necesariamente en un estilo o en una banda específica.

Los británicos The Kooks, ya habían sentido al público de Bogotá la noche del miércoles en ‘Armando’, y pareció servirles. El bajo eléctrico de Peter Denton estableció las bases para la noche. No sólo para el concierto de The Kooks, para una noche que separó a los bailadores de los no bailadores porque los bajistas reinaron. Los Kooks lo dejaron todo. Al terminar su set, el público quedó tan prendido, que bailó y cantó la –valga decir acertada– música que sonaba entre los conciertos.

Foster the people derrochó psicodelia auditiva y visual. Sumó percusiones, visuales fantásticas, y su música mutó, rayó con lo afrocaribe, con lo Indie, con lo disco, con Radiohead. Fue tanto en tan poco tiempo. Los conciertos de festival, excepto los actos de cierre que se extienden media hora más, son una hora fantásticamente prefabricada. Y venían los actos de cierre.

Jack White irrumpió sobre la música incidental (pocos lo hacen), se impuso con la estridencia característica de su guitarra y un baterista moreno e imponente que destruía y refundaba los tambores a cada golpe. A Jack White se le permite ser 'sucio' con su guitarra porque sabe hacerlo y porque condensa muchos matices del rock en su música. A Jack White hay que darle crédito también por la impecable puesta en escena que contrastó con las anteriormente vistas. Se alejó de las visuales de pantalla y devolvió a su audiencia en el tiempo con telones de fondo, una blancura predominante en los instrumentos, el escenario, los instrumentistas, y una pequeña pantalla anacrónica proyectando el color púrpura.

White transportó en el tiempo a sus espectadores. También en la música. Propuso un viaje de Rock’n Roll, que pasó por el country de violines de Tennessee y terminó con una versión difícil de olvidar para Bogotá de Seven Nation Army. El exitoso tema marcó el fin de set y el comienzo de la pirotecnia como recurso. Y el recurso cayó bien.

Como mención especial de la noche del jueves, el instrumento destacado, sin lugar a dudas, fue el contrabajo plateado de la banda de Jack White. Fuera de serie como instrumento y como pieza visual. Pero no sólo se vio genial, fue ejecutado acorde. Noche de bajistas, definitivamente.

Y algo de bajos sabe Skrillex, un DJ que propone un código propio. Puede no ser para el mundo, afuera, lo que vaya a oír mañana. Pero en esa carpa un espectáculo dejó marcas. Skrillex no para, tampoco se queda mucho tiempo en las canciones. Invita al público a desafiar su centro de gravedad con sus ritmos veloces, sus 'taladreos' sonoros y sus destacables caídas a tempos lentos. El sonido y las visuales hacer parte crucial del espectáculo. El golpe de ojo de este hombre elevado, casi incrustado entre las pantallas, lo define. Es tan energético como su propuesta y un adicto a la interacción con la gente, a la cual retó y a la cual le entregó un cierre de noche más que digno.

El cartel de viernes tiene actos de mucho nombre. La esperanza es que hagan como cada uno de los actos de esta noche. Hacerlo olvidar momentáneamente, sin necesidad de superarlo.

Lecciones no aprendidas, y aprendidas a la vez...

La salida del parqueadero, de nuevo, fue un desastre. El cuello de botella en la Autopista Norte es imposible de sortear y la situación de los embotellamientos y el caos no van a mejorar. “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”, por eso bien vale considerar que el festival ofrece un eficiente sistema de buses que por 8.000 pesos llevan a la gente hasta la 170 con autopista en sentido norte-sur. Salen por la avenida séptima y se evitan el trancón. En cuestión de tiempo, si usted no tuvo la previsión de llegar muy temprano y estacionar cerca de la salida, está en un serio problema (de horas). Mejor vale llegar sin carro y salir sin él.

De nuevo, todo radica en seguir, si se puede, la recomendación de llegar temprano. Varios filtros en la entrada demoran el ingreso. Si usted oye desde la fila a la banda que quería ver, quizá se pierda la mitad del set y se frustre un poco. Llegue temprano. Si no, ármese de paciencia, pues una vez adentro, estará en manos de la música. No hay pierde.