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Rojas es uno de los artistas más respetados del arte contemporáneo colombiano. En esta muestra reúne piezas que ha trabajado durante los últimos años. | Foto: DANIEL REINA ROMERO/SEMANA

ARTE

Exhibición 'El camino corto': una línea muy delgada

El artista bogotano Miguel Ángel Rojas explora la tortuosa relación entre la hoja de coca, la cocaína y los dólares en su nueva exposición. 'El camino corto' es la muestra más polémica de su exitosa carrera.

15 de septiembre de 2012

El pueblo colombiano tiene una relación mística con la coca, muy alejada del flagelo mundial del narcotráfico. Miguel Ángel Rojas (Bogotá, 1946) conoce bien esta problemática: nació en la tierra que la produce y durante años ha presenciado su mercadeo. Él mismo probó el polvo blanco en su juventud. El camino corto es el nombre de su más reciente exhibición en el Museo de arte de la Universidad Nacional en Bogotá, donde la coca y los dólares son los protagonistas.

El nombre de su muestra tiene un doble significado: “Se llama ‘El Camino corto’, porque el narcotraficante quiere ser rico ya y el consumidor quiere ser feliz ya, pero a la hora de la verdad puede que sea el camino más corto a la muerte”, le dijo Rojas a SEMANA. Esta exposición, que engloba varios años de trabajo con la planta de coca, tuvo su origen en 2011, en una primera instalación.

Entre las piezas que componen la muestra hay 700 nombres escritos sobre las paredes. Están divididos en dos categorías: los primeros se encuentran en la parte superior de un muro y corresponden a personajes famosos que han consumido cocaína. Rojas formó este primer grupo de nombres, entre los que se encuentra Kate Moss, W. Burroughs o Charlie Sheen, con hojas de la planta. Luego hay un segundo grupo, que ocupa la parte inferior y que corresponde a los grandes capos del narcotráfico. Sus nombres están armados con fragmentos de billetes de un dólar. Esta obra y el resto de las piezas muestran “un choque entre culturas irreconciliables, la devastación de una por la otra”, dijo a SEMANA María Belén Sáez, curadora de la exhibición.

Rojas no tiene una mirada maniquea sobre el narcotráfico: según él es un problema que le corresponde a Colombia y a Estados Unidos por igual, pero dice: “Lo peor nos toca a nosotros”. Como antiguo consumidor de cocaína, considera que lo único bueno que le quedó de esa experiencia fue “autoridad para poder hablar del tema”. Cree en la legalización y la considera que es el único camino, uno mucho más largo que el de su exposición.

La instalación Camino de Decepción, una de las piezas más importantes de la muestra, relata el regreso al campo colombiano y la obsesión de artista por la naturaleza, quien confesó que pudo haber seguido el camino de la biología. “El único material original es la arena, lo demás es hecho por mí. Desde el musgo, que en realidad es polvo de coca, hasta las piedras hechas con un polímero y las raíces que son de papel maché”. Esta obra recuerda su exitosa obra Grano (2004), donde recreó el piso de casa de sus abuelos con granos. Las dos son una reflexión sobre “el paso del campo a la ciudad. Un desplazamiento que fue voluntario en el pasado y que ahora con la guerra ha empujado a que el campesino huya a las ciudades”. Para Belén Sáez es “una pintura tridimensional” más que una instalación, pues demuestra el gran oficio de Rojas como artista y se trata de una pieza hecha in situ de principio a fin.

La exhibición tiene siete piezas más que demuestran la versatilidad del artista. Junto con las instalaciones ya mencionadas, están La cosecha, y Hiel y maíz, ambas recrean cráneos indígenas con pasta de maíz y se basan en una figura original de un chamán mambeador de la cultura Tumaco del siglo IX, recuperada por Rojas. También están Santa 1 y Santa 2, dos impresiones fotográficas que muestran la posible devastación del campo colombiano. Completan la muestra un video, Economía Intervenida, y la incrustación de seis estrellas de cobre en el piso de la sala, llamada Zona de poder.
Todas las obras fueron concebidas entre la curadora y el artista en un proceso que duró casi dos años desde la concepción del concepto, la producción y la instalación de la obra, que duró un mes con un equipo de 15 personas. “Lo que tiene de especial esta exposición es que logra reunir el trabajo de una carrera entera en relación a la coca y recoge lo mejor de Miguel Ángel en ese viaje”, concluye Sáez.
 
Un artista de denuncia

Rojas se ha dedicado desde el comienzo de su carrera a hacer un trabajo de denuncia. “Parto de un sentimiento crítico que es el concepto para crear un hecho estético en un sentido simbólico. Y busco materiales igualmente simbólicos para que el comunicado trascienda mucho más”. En 1964 comenzó la carrera de Arquitectura en la Universidad Javeriana, “una disciplina que aún me ayuda en mis instalaciones”, la cual abandonó para estudiar Bellas Artes en la Universidad Nacional de Colombia, de donde se graduó en 1976.

A lo largo de más de 30 años de carrera ha incursionado en video, instalación, escultura y pintura, entre muchas otras. La fotografía lo dio a conocer. Con La Vía Láctea (1981) declaró su homosexualidad. “Esas fotos eran una necesidad de reafirmación. Cuando era estudiante, el arte era una expresión de mi individualidad. De eso que me alejaban de la normalidad colombiana, de la élite y el moralismo”. Posteriormente, dejó lo personal para hablar de lo universal.

El narcotráfico y la violencia ahora son los temas diarios en Latinoamérica. Como referente colombiano, Rojas habló de las nuevas generaciones de artistas latinoamericanos. “Hay cosas buenas, momentos y tendencias y creo correcto que se mire la realidad de Latinoamérica en un sentido crítico”, dijo al referirse al llamado ‘narcoarte’, un término acuñado en México que reúne el trabajo de artistas como Teresa Margolles (Culiacán, 1963) y Eduardo Sarabia (Los Ángeles, 1976), entre otros.

Nunca ha abandonado su país, a pesar de lo difícil que era sobresalir en el pasado por lo limitado del mundo del arte. “Ahora si uno está en su sitio es mucho más visible que si uno viviera en Nueva York. Pierdes piso”. Quizás su tierra lo ayudó a permanecer. Hoy, a sus 66 años sigue vigente con una obra que revela su nacionalidad, más no su edad. Su fama rebasa la frontera y hay obras suyas en colecciones tan importantes como la del Museo de Arte Moderno de Nueva York o la Fundación Caixa de Barcelona. “En el arte uno no debe pensar que va a ser famoso y rico. El arte es como respirar y para poder vivir tienes que hacer arte”.