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FERIA DE LAS VANIDADES

Una exposición retrospectiva de las creaciones de Ives Saint Laurent en el Museo Metropolitano de Nueva York

30 de abril de 1984

A pesar de su juventud, Saint Laurent nació en 1936, el Museo Metropolitano de Nueva York celebra ahora una muestra retrospectiva de su trabajo que incluye la evolución de la moda en las últimas décadas, y diseños para cine y teatro.
Diana Vreeland ha organizado esta exhibición, segunda individual de un diseñador, después de la dedicada a Cristóbal Balenciaga en 1973. La señora Vreeland ha sido muy original en provocar sucesivas muestras cuyo atractivo es indudable. "El esplendor de la moda en Rusia", Vanity Fair, "Homenaje a Diaghilev", Belle Epoque o "Hollywood glamuroso y romántico", donde el traje y sus accesorios se han visto revisados en sus episodios más extremos y conmovedores.
La exposición Saint Laurent está musicalizada con un variado programa que incluye desde melodías de ópera (Carmen), hasta sonidos de la naturaleza (pájaros). Se divide en estancias con trabajos propuestos para diferentes estaciones y distintas horas. L'enfant chéri de la Mode ha registrado en sus creaciones disímiles tendencias, al tiempo que se ha dejado cautivar por razones étnicas y los sucesos de la historia de la pintura.
Hay un largo listado de reconocimiento a los que el modisto remite el génesis de sus vestidos: Cocteau, Callas, Verdi, Wagner, Chanel, para citar algunas de las personalidades confesas. Al tiempo, las manifestaciones del vestir en distintos continentes: Europa Oriental,Africa y China Imperial. Pero sus referencias van hasta los modistos de la historia del cine, como Gilbert Adrian de la M.G.M., quien vistió a Joan Crawford, Jean Harlow y encontró en Greta Garbo un ideal (Mata Hari, 1932; Reina Cristina, 1933), o Travis Bauton de la Paramount quien fue responsable de los trajes para Carole Lombard, Mae West y naturalmente Marlene Dietrich (Blonde Venus, 1932; El Jardin de Allah; 1937). Un poco de todo esto hay en la recopilación de Saint Laurent.
Cronológicamente se muestran diseños tempranos, cuando Y.S.L. pertenecía a la Casa Christian Dior (1953), hasta su separación en 1962.
En este período ricos materiales, rotundidez de línea y aderezos suficientes marcan la tendencia que sin ser austera,no alcanza lo barroco. El primer local de Saint Laurent independiente estuvo situado en el 31 bis rue Spontini, en el antiguo hotel particular del pintor Forain. En julio de 1974 se traslada al número 5 de la Avenida Marceau, de donde han salido los trajes que hoy se multiplican no sólo en las boutiques de la Rive Gauche sino en todos los rincones del mundo. La separación de Dior significó el comienzo de su propio prestigio y los distintos sucesos que han constituido cada una de las presentaciones hasta el presente. En los años sesenta aparecen ropas inspiradas en el constructivismo geométrico de Mondrian (1965-66) y referencias en otros atuendos veraniegos con claras alegorías del Pop-art. A la par con estas pintorescas alternativas usó el pantalón, el vestido masculino para la mujer y las blusas transparentes, premonitorias de la fantasía que registraría en la década de los setenta.
Hay diseños inspirados en otros momentos de la historia de la pintura.
Vestidos que rememoran la moda romántica del siglo XIX, otros que son referencia al Picasso de diferentes períodos y a Matisse. Para acentuar esas presencias, hay en distintos sitios cuadros de estos artistas.
Y.S.L. ciertamente no es un modisto singular en cuanto al uso de un, sóla línea de comportamiento. Inquietud permanente, parece ser su característica máxima y esto lo ha llevado a extremos pluralistas. La exhibición promovida y organizada por eL Instituto de Costura del Metropolitano, permite recorrer someramente ese vertiginoso ascenso de las concepciones intermitentes de S.L., en cuyo gusto estan presentes la simplicidad el barroco, y los materiales opacos en la misma medida que los brillantes.
En ese sentido Y.S.L. es un personaje de nuestro tiempo, donde el consumo, la urgencia, el cambio de parecer, las contradicciones y todo eso que llamamos la crisis permanente, se dan cada día.
Luces diferentes, distintas intensidades y variados colores en reflectores y fondos, revelan las salas contrastadas de la muestra. También maniquies mate en tonos de oro plata, blanco y lila se presentan como estilizados fantasmas. Existe un audífono alquilable con la guía preparada por la señora Vreeland, quien explica la exhibición. Y en verdad la visión de Saint Laurent es en todo, el gusto de la organizadora, quien hace una lectura rápida por este inventario de estilos, tendencias y gustos. Porque es fácil encontrar sofistificación y suspicacia, a la par con excesos, debilidades y desaciertos. La carrera de Saint Laurent ha estado promovida por sorpresas y cierta clase de escándalos en el mundo de la moda; más que por la celebración de una continuidad en las creaciones, caso de Chanel y Balenciaga, únicos de quienes se han planeado retrospectivas de este estilo, a la primera en Londres, después de su muerte, y al segundo en este mismo lugar.
Con Cristóbal Balenciaga es lícita compararlo, ya que el interés de ambos por el arte como referencia es claro. Para Balenciaga, Zurbarán, Goya, Velásquez, fueron modelos de cuyos cuadros supo extraer la esencia de los elementos revelando elegancia y distinción. Cuando Saint Laurent se inspira en Velásquez o Matisse, o invoca a Picasso, se queda solamente en un ejercicio rutinario y enteramente superficial. Es la misma diferencia que podría establecerse con el arte de Visconti y el cine artificial y pintoresco de Zefirelli.
Para el catálogo se comisionaron textos de 3 de las clientes más asiduas además se incluyó uno del propio Saint Laurent, y naturalmente el de Vreeland, quien tuvo la brillante idea de encomendar las fotos del libro al maravilloso Duane Michals, quien logró imágenes cultas, contrastadas e intrigantes de un selecto grupo de vestidos, misterio que la instalación no consigue ya que si bien hay salones para trajes inspirados en China y Rusia, con el clima de elegancia esperado, o urnas para chaquetas de noche que lucen como verdaderas joyas, otros lugares, como los dedicados a los vestidos Mondrian y Pop, o los atuendos para calle y verano, distribuidos con un gusto impensable para el Museo Metropolitano, parecen más bien estantes de Sears. Saint Laurent es el centro de toda esta confusión de ideas que serán juzgadas, para lo cual hay tiempo hasta el verano, cuando será clausurada la muestra que, planeada como una consagración, puede revertirse en un juicio de valor que lo ubique no entre los grandes de la moda, sino en el modesto lugar de un buen y oportuno diseñador de ocasión. -
Miguel González -