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El Festival Iberoamericano de Teatro llega a una nueva edición en medio de su crisis

A pesar de sus dificultades financieras y con una nueva administración pensada para superar los problemas, el FITB llega a su edición 16. La idea es que siga siendo uno de los eventos culturales más importantes del continente.

17 de marzo de 2018

Hace dos años, justo cuando el Festival Iberoamericano de Teatro (FITB) celebraba su edición número 15, en la que había logrado un récord de asistencia del 80 por ciento, una serie de sucesos destaparon una crisis administrativa y financiera que amenazaba su continuidad.

Problemas entre los miembros de la junta directiva, cuentas embargadas y deudas acumuladas por 8.000 millones de pesos ensombrecían el panorama del festival, creado, en 1988, por Fanny Mikey y Ramiro Osorio. Un esfuerzo altamente reconocido en el mundo, que cada dos años reúne a los mejores directores y compañías de Europa y América. El tema era tan complejo que, para muchos, la siguiente versión podía estar en vilo.

Por eso, es casi de celebrar que este 16 de marzo se haya abierto el telón de una nueva edición (la número 16, con la que además el evento celebra sus primeros 30 años). Durante 17 días, 25 compañías de 13 países –Argentina, el invitado de honor– ofrecerán a los colombianos más de 160 funciones que irán hasta el próximo 1 de abril. Todo esto acompañado, como es costumbre, de una gran muestra de teatro callejero, gratuito y al aire libre.

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Pero llegar a este punto no fue fácil. El festival de hoy, de hecho, es muy distinto al de hace diez años, cuando Fanny Mikey, alma y corazón del FITB, aún vivía. No solo porque hay menos países y menos funciones (en 2008, por ejemplo, vinieron 43 países invitados), sino también porque busca reinventarse para salir de los problemas económicos. La crisis obligó a cambiar su administración. Por eso, aunque Anamarta de Pizarro (designada directora tras la muerte de Fanny en 2008) sigue siendo asesora artística y apoyó la escogencia de las obras que se presentarán durante estas dos semanas, la dirección administrativa y financiera del evento quedó en manos de la banca de inversión Konfigura, en cabezada por Lia Heenan.

En agosto pasado, Konfigura celebró una alianza con dos empresas privadas con experiencia en el mundo del entretenimiento para poder realizar esta edición: TuBoleta, que se encarga de aportar el capital de trabajo, y Páramo Producciones (los mismos de Estéreo Pícnic), que produce, maneja patrocinios y se encarga del mercadeo y la promoción. “Ha sido un proceso muy duro –explica Heenan–. La empresa privada, al sentir tanto ruido con los problemas del pasado, tuvo cierta prevención en participar. Pero a pesar de todo, muchos han seguido creyendo y el público nos ha apoyado”.

En ocho meses, y gracias a esta alianza, el festival tomó forma. Hizo la curaduría de las obras internacionales un comité conformado por representantes de TuBoleta, Páramo y la Corporación Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Y el Instituto Distrital de las Artes (Idartes) escogió las locales mediante una convocatoria.

Este es un festival de transición, como bien lo han dicho sus organizadores. El objetivo principal, además de mantener vivo el evento, es no acumular más pérdidas y pagar las deudas pendientes. “Queremos estructurar un modelo no solo de oferta teatral, sino de tamaño y dimensión, que haga posible su sostenibilidad en el tiempo –cuenta Heenan–. Cada festival de aquí en adelante debe dejar un excedente para amortizar la deuda. La nueva visión es mantener la gran oferta que lo caracteriza, pero con sostenibilidad financiera”.

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De hecho, han venido renegociando las deudas con cada acreedor individualmente con la idea de crear un plan de pagos que pueda asumir el festival con cada uno de ellos. Aún falta acordar con el 60 por ciento (con algunos incluso les hace falta ponerse en contacto), pero su meta es tener claro en tres meses el plan para pagar los 8.000 millones de pesos. (Algunas fuentes aseguran que realmente la deuda podría estar cerca de los 18.000 millones).

Aun así, esta nueva versión del FITB no tiene a todos contentos. Hace unos meses el gobierno, el Distrito y muchos miembros del sector proponían entregarle el manejo del festival al Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo y a su director, Ramiro Osorio, pero la junta directiva del FITB eligió la propuesta de Konfigura. Para muchos, esa decisión muestra no un énfasis en lo artístico, sino en lo económico.

También hubo un desacuerdo con la Asociación de Actores Colombianos (ACA). Cerca de 80 grupos y compañías de teatro (incluidos los más conocidos) se marginaron del evento por “no estar alineados con los principios actuales del FITB” y por desa-cuerdos con la convocatoria de Idartes. Antes, el festival les daba todo a los grupos nacionales, pero en este caso, y debido a que la convocatoria entregaba unos estímulos económicos, les pedían a los grupos hacer la producción, es decir, conseguir y pagar el espacio. Al final, sin embargo, participaron 12 colectivos bogotanos y 6 del resto del país.

“Nosotros no estamos contra el festival –explica Marcela Valencia, del Teatro Petra–. Es un espacio muy importante para los artistas y para el público. Pero creemos que las condiciones tienen que cambiar; nos parece que lo que era el Festival Iberoamericano se desdibujó completamente”. Otras personas del sector creen que llegó la hora de que el evento piense una nueva razón de ser. Para Jorge Hugo Marín, de La Maldita Vanidad, no se trata revivir exactamente el mismo festival de Fanny: “Tratar de mantener un formato que sobrevivía gracias a una gestora que tenía un impulso muy propio es un error. Hay varios modelos de festivales en el mundo que se pueden revisar y replicar”.

Todos, sin embargo, coinciden en que mantener vivo al FITB resulta clave para la cultura del país. Por eso mismo, muchas entidades se han metido la mano al bolsillo para que esta edición salga bien. El Distrito, por ejemplo, además de organizar la convocatoria de grupos locales, financia dos de las obras que se presentarán en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán y produce el acto de clausura, que tendrá lugar en el Simón Bolívar.

El Ministerio de Cultura por su parte entregó, a través del Teatro Colón, 500 millones de pesos para el proyecto de teatro callejero, que manejará Misael Torres, un teatrero de experiencia. Además, la entidad financia las tres obras que se presentarán en ese recinto. Parte de la taquilla también financiará al proyecto de teatro de calle. Y así el festival llegará a las 20 localidades de la ciudad y tendrá estaciones permanentes en el parque Nacional, con circo y teatro, y en la Media Torta, con seis tardes seguidas de programación gratuita continua.

A pesar de los retos y de las dificultades que enfrenta, el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá debería seguir siendo un referente internacional por su calidad y convocatoria. Esta edición será la prueba de fuego. Muchos, durante las próximas dos semanas, cruzarán los dedos.