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| Foto: Cortesía Festival de Música de Cartagena

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Nelson Freire, el prodigio brasilero que toca piano desde niño

Empezó a los tres años en un pequeño pueblo de Brasil. Hoy es uno de los intérpretes más reconocidos del mundo y uno de los principales invitados al Festival Internacional de Música de Cartagena.

7 de enero de 2018

A pesar de todos los honores que lo acompañan, el brasilero Nelson Freire no deja de ser una persona sencilla y tímida, a la que solo le gusta tocar el piano. De hecho, prefiere no hacer más de 50 conciertos al año –un número muy bajo comparado con otros de la escena–, pues dice que no le gusta ser un ‘pianista máquina’; concede pocas entrevistas y lo tiene sin cuidado todo lo que llaman ‘mercadeo’, es decir, el manejo de imagen de un músico de su talla.

Aun así, es uno de los pianistas más reputados de la actualidad, fue incluido en una selección de los Grandes painistas del siglo XX publicada por Philips Records en 1999 y sus grabaciones de Chopin son muy comentadas en el mundo de la música clásica.

Este año dejó a un lado su miedo a los aviones para venir a Colombia, como uno de los principales invitados al Festival Internacional de Música de Cartagena. Y aunque no concedió entrevistas individuales, si se tomó un tiempo para hablar con los medios sobre su historia de vida, las piezas que va a interpretar en la Heróica y su visión de la música.

Un niño prodigio

Nació en Boa Esperanza, un municipio del estado de Minas Gerais, en el sudeste de Brasil. Su familia era numerosa: 10 tíos de parte de papá, 10 de parte de mamá, 5 hermanos y unos 50 primos. Él era el menor.

Su madre, una maestra de escuela, amaba el piano y, antes de que él naciera, compró un Zimmermann en Alemania. El instrumento cruzó medio mundo para llegar a la casa familiar y allí, mientras sus hermanas aprendían a tocar el instrumento, Nelson Freire se enamoró de la música.

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“Yo era una persona muy enferma en esa época –cuenta el brasilero–. Era muy alérgico, tanto que en broma digo que era alérgico hasta de la vida. Y en esa época tan difícil lo único que me hacía olvidarlo todo era escuchar a mi hermana tocar”.

Pero lo suyo no solo fue un amor a primera vista, también fue una historia prodigiosa, la de alguien con talento de sobra. A los tres años ya podía interpretar a oído las piezas que tocaba su hermana y sus padres, asombrados, le consiguieron un profesor que vivía en un pueblo cerca de su casa (aunque implicaba recorrer un camino destapado).

“Luego de algunas clases, él les dijo a mis padres que ya no tenía nada que enseñarme, que se fueran a la capital para que yo pudiera encontrar un profesor con el que pudiera aprender. Causé una revolución: mi padre tuvo que cambiar de trabajo y toda mi familia tuvo que cambiar de cultura”.

Pero en Río de Janeiro (aún no existía Brasilia) conoció a dos profesoras que lo encaminaron. No solo porque le enseñaron las bases musicales detrás del instrumento que había empezado a tocar por intuición, sino porque domaron de cierto modo su espíritu rebelde.

“Yo era un niño prodigio –recuerda–. Así que tocaba como se me daba la gana. Era una persona muy difícil y fue complicado hallar a un profesor en Río. Pasé por varios y fue Lucía Branco, quien vio el talento y lo supo aprovechar. Ella luego me presentó con la otra, Nise Obino”. Ellas incluso llegaron a amarrarle los dedos para que no los torciera cuando tocaba.

Reencuentro con el pasado

En esa época toco dos obras que marcaron su carrera y que esta semana volverá a interpretar en Cartagena. La Sonata K. 331 de Mozart y el Concierto para piano número 5 de Beethoven, más conocido como Emperador. Esta última –que ya interpretó alguna vez en Bogotá–, le hizo ganar un concurso de piano a los 12 años y una beca para estudiar en Viena, la capital de la música.

“Emperador la toco hace muchos años, pero eso no quiere decir que ahora sea más fácil. Tal vez sea más difícil que cuando tenía 12 años, porque a esa edad uno no es consciente de muchas cosas”. Y aunque las puertas que le abrió esa pieza casi se cierran, pues la soledad y la depresión lo hicieron volver de Viena demasiado pronto, poco después el piano volvió a aparecer con fuerza en su vida. Desde entonces, no lo ha soltado.

A Cartagena viene con un repertorio que incluye a Beethoven, Mozart y a tres compositores brasileros: Heitor Villa-Lobos, Francisco Mignone y Alexandre Levy. Y sobre Latinoamérica dice que los pianistas de esta parte del mundo sí tienen algo que los identifica, aunque no sabe qué es. “En Brasil, después del fútbol, lo que más le gusta a la gente son los pianistas. Por eso traigo pequeñas obras de compositores que no son tan conocidos. A Villa-Lobos todos lo conocen, pero a los demás no tanto y vale la pena”.

Los colombianos tendrán la oportunidad de escucharlo este 7 en el Teatro Adolfo Mejía a las 7:00 p.m. interpretando Emperador, de Beethoven, y este 9 de enero en el Centro de Convenciones Getsemaní, también a las 7:00 p.m., mezclando el repertorio de Mozart y Beethoven con el de los compositores brasileros.