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A FLOR DE PIEL

Cuando era prohibido, José Rodríguez Acevedo pintó los desnudos más polémicos del siglo.

17 de julio de 1989

A parte de que sus cuadros fueron censurados en diferentes ocasiones, fueron pocas las exposiciones que realizó. Por eso, la obra de José Rodríguez Acevedo pasó en cierta forma inadvertida para el gran público, y más que su calidad artística fueron los escándalos en que se vio envuelto los que lo marcaron. Ahora, ocho años después de su muerte, las galerías Garcés Velásquez y Gartner Torres, de Bogotá, y la Cámara de Comercio de Cali, han recogido buena parte de los trabajos de este artista boyacense para armar una especie de retrospectiva que abarca los principales momentos de su vida artística.

Rodríguez Acevedo nació en Tunja en 1907, y desde temprana edad se dedicó a la pintura. A los 18 años, cuando estudiaba en Bogotá, ingresó a la Escuela de Bellas Artes. De ahí en adelante se dedicó de lleno al arte y decidió ampliar sus horizontes en Madrid, adonde viajó en 1926. Fue discípulo de Romero de Torres y de Eduardo Chicharro. Años después, luego de ganar el primer premio en la Exposición Hispanoamericana de Madrid en 1930, se fue para París con la intención de continuar sus estudios.

Tal vez como un resultado de la influencia recibida durante su estadía en España, José Rodríguez Acevedo renunció al paisajismo que marcó las primeras décadas del presente siglo. El retrato, la figura femenina y especialmente el desnudo se convirtieron en sus motivos. También realizó algunos bodegones y naturalezas muertas en las que, al igual que en sus desnudos, hay un marcado interés por asir la sensualidad.

Sin duda alguna, se puede afirmar que Rodríguez Acevedo fue un pionero en Colombia. Atreverse a pintar desnudos, mujeres insinuantes, trabajar con las formas femeninas, era toda una audacia en una sociedad pacata y decimonónica como la colombiana. Uno de los hechos que marcó tanto su vida, como la percepción que se ha tenido de su obra, ocurrió en 1951. En ese año la Biblioteca Nacional inauguró una exposición con sus cuadros que debió ser cerrada días después, cuando el arzobispo Crisanto Luque opinó que "en realidad hay algunos cuadros que, por el aspecto de la moralidad, no deben ser ofrecidos a las miradas del público" Luque se basó en la opinión del sacerdote Eduardo Ospina, a quien envió a ver la muestra para que le diera su concepto, y quien --en un aparte de su informe-- dictaminó que "el vulgo no tiene la capacidad artística para apreciar la belleza total del cuerpo humano, ni la práctica psicológica en el manejo de este delicado material, ni el ejercicio austero de la voluntad para dominar lo instintivo en beneficio de lo estético..."

El pintor se refugió en su estudio y en adelante sólo mostró sus obras en forma privada. Su otro gran revés tuvo lugar cuando, en 1968, fue llamado para elaborar el "Ciclorama" un inmenso mural dedicado a la gesta libertadora. Las trabas burocráticas, los cambios de gobierno y las intrigas dieron al traste con el proyecto, que fue su última gran frustración.

Rodríguez Acevedo fue un hombre importante en su tiempo, que rompió con ciertos moldes morales y abrió un camino para nuevas generaciones de pintores. En su momento, su obra tuvo gran importancia y ahora se le considera como un escalón en la evolución de la plástica nacional. Sin embargo, no todos la consideran tan valiosa. Según la crítica de arte Ana María Escallón, "se trata de una obra tardía cuando se sabe que Goya pintó "La maja desnuda" dos siglos antes. Es jarto y árido".

Gracias a la colaboración de su esposa --su modelo en la gran mayoría de los desnudos--, es posible apreciar por estos días una nutrida muestra de óleos y dibujos a lápiz de este boyacense, un hombre que quiso darle a la pintura colombiana la dosis de sensualidad que durante tanto tiempo le hizo falta. Una sensualidad que, si se quiere, conserva hoy su vigencia.--