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FREUD A LA CARTA

Su correspondencia íntima con hombres y mujeres, amigos y familiares permite recomponer su semblanza humana

1 de julio de 1985

SICMUND FREUD. "Epistolario 18731939". Traducción Joaquín Merino Pérez. Barcelona: Plaza & Janés, 1984. 402 págs. $500
La correspondencia que Sigmund Freud inició a los 17 años, cuando cursaba su primer año de medicina en la Universidad de Viena, en 1873, y que se fue prolongando a lo largo de toda su vida constituye el valioso testimonio de una vida consagrada a la investigación y a su gran pasión por el saber.
En las cartas que enviara Freud a sus amigos y colaboradores podemos desentrañar la naturaleza de las fuentes de su pensamiento, que más tarde, con una larga elaboración, se convertiran en la forma sistemática que fue adquiriendo la teoria psicoanalítica.
Cartas de interés teórico y científico recogidas hacia 1960 en dos volúmenes: el de la correspondencia de Freud con Wilheim Fliesz, entre 1887 y 1902; y el de las cartas que enviara Freud al pastor protestante Oskar Yfister entre 1909 y 1939. Esta correspondencia, que vino a dar un testimonio esclarecido acerca del desarrollo de sus ideas y de sus formulaciones analíticas, aunque cubren un aspecto fundamental --quizás el decisivo- en la vida y en la obra de Freud, dejan sin embargo un vacío: el de su relación personal con otros seres humanos, unido a ellos más por el afecto y el trato familiar que por el interés práctico y científico.
El Epistolario 18731939 viene a llenar este vacío, pues aquí están publicadas las cartas dirigidas a aquellas personas más cercanas a sus afectos y en donde se expresan sus propias experiencias emocionales. El recopilador, su hijo Ernst L. Freud, ha dicho de esta colección: "Revelan estas cartas la tolerancia de su enfoque, su humor e ironía... sus experiencias artísticas y filosóficas", con lo cual, quienes conocen su obra, pueden tener ahora "una semblanza del hombre, del ser humano perceptivo, pensante y batallador".
El lector de este Epistolario en contrará, pues, a Freud inesperadamente, un poco al azar de las circunstancias, sin disimulo y sin las precauciones que la fama arroja sobre el hombre; más bien en una relación sin distancia, austera y veraz.
El interés y el placer que el lector encuentra en el género epistolar está, más que en la reflexión teórica, del lado del detalle, de la escena minuciosa, en donde surge con gran riqueza perceptiva la vida cotidiana, la crítica ocasional, la observación necesaria, pero también el afecto confesado con encanto y sencillez. En fin, son instantes intrascendentes en su apariencia y en sus móviles, que corren a lo largo de las 400 páginas del libro como vilanos en el aire. Pero son los instantes que al cabo forman la trama de la vida que se confiesa y estos detalles en la vida de Freud son terribiemente iluminmadores.
Las biografías los diiarios y las cartas gozan de un privilegio común ya tantas veces enunciado: reflejan de alguna manera también la vida del lector. Este rasgo característico lo advierte Simone de Beuvoir así: ¿cuando un individuo se expone con sinceridad, casi todo el mundo entra en el juego. Es imposible hacer luz sobre la propia vida sin aclarar, aquí o allá, la de los demás".
El Epistolario que representa Plaza & Janés en reciente edición está conformado por las cartas que Freud escribiera a 102 personas entre 1873 y 1939. Son cartas plenas de expresividad en donde la fe en la razón, que jamás vacila, la pasión por el saber, las batallas cotidianas, sus gustos y disgustos más particulares y sus rigores, van apareciendo en una correspondencia que muy probablemente tenía un poder liberador: el poder liberador del lenguaje en el que tanto creía; un poder en fin que reafirma lo que tan altamente valoraba Freud (según Blanchot), la eficacia que genera la relación más simple : un hombre habla y otro escucha.
Enrique Pulecio Mariño.
CONFESIONES DE FREUD A SU NOVIA
Cuando Freud y Martha Bernays se conocieron el 17 de junio de 1882, él tenía 26 años y ella, 21. Al día siguiente, Martha viajó a visitar unos parientes en Wandsbek. El noviazgo iniciado en seguida, estuvo marcado por 4 años de ausencias, con breves visitas de Freud y una temporada de Martha en Viena. Gracias a un donativo de una de las tías de Martha pudo celebrarse la boda, el 19 de septiembre de 1886. Cuando Freud escribió esta carta, hacía un año que la pareja no se encontraba y aún pasaría otro año antes de que volvieran a reunirse:
A Martha Bernays Viena, jueves, 19-6-1884
Mi amado tesoro:
No puedo recordar ninguna época anterior de mi vida en que haya tenido tan poco tiempo. De no ser así, habría correspondido a tus dulces y amables cartas con largas páginas de explicación. Sin embargo, tal como están las cosas, también tendré que conformarme con ser breve hoy. Al fin y al cabo, espero que podamos hablar pronto (...).
Mi amada niña, debes desterrar totalmente de tu cerebro esos pensamientos sombrios, como la ocurrencia de que por tu culpa no me gano la vida.
Después de todo, ya sabes que una de mis facetas consiste en que soy incapaz de trabajar si no me siento espoleado por grandes esperanzas, puestas a su vez en las cosas que mi mente considera más importantes. Antes de conocerte ignoraba la alegría de vivir, y ahora que eres mía "en principio", la única condición que pongo a la existencia es que me permita tenerte conmigo del todo. Por lo demás, no pido ni espero demasiado de la existencia. Soy muy obstinado y temerario y necesito grandes estímulos, habiendo hecho muchas cosas que cualquier persona sensata consideraría osadas. Una de ellas fue la de emprender la senda científica siendo pobre. Otra, la de, siendo pobre, capturar el corazón de una pobre chica...
Pero así ha de continuar siendo mi vida: mucho riesgo, mucha esperanza, mucho trabajo. Para la sensatez burguesa media, me he perdido hace tiempo (...) En cualquier caso querida mia, estoy seguro de que le veré de nuevo antes de mucho. Que sigas bien. He de dejar aquí esta carta, pues tengo que corregir otro artículo).
Tuyo,
Sigmund -