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Carrasquilla está de moda en Santo Domingo. Los habitantes del pueblo leen fragmentos de su obra en pancartas

ANIVERSARIO

Fruto de su tierra

Comenzó en pleno el año del escritor Tomás Carrasquilla. SEMANA visitó Santo Domingo, el pueblo en Antioquia donde vivió sus primeros 40 años y escribió gran parte de su obra.

19 de enero de 2008

"Si usted viera, misiá Adela, El Tercer Piso (...) Aquello ha sido una fiebre de proselitismo y de conquista que ha dado frutos como no tiene idea (...) Así es que desde El Alto hasta El Chispero (barrios del pueblo), desde el 'puente de don Barreneche' hasta El Rumbón, se respira literatura". Así describió Tomás Carrasquilla en 1894 el éxito de una de las primeras bibliotecas públicas de Antioquia dotadas por él y sus amigos literatos de Santo Domingo. Y esas mismas palabras servirían para contar lo que se vivió el jueves pasado en su pueblo, en la celebración del natalicio número 150 del autor.

Pocos dominicanos recuerdan tanto despliegue y algarabía en una tierra que peca por escueta y aburridora. Son contadas las veces en que el país ha escuchado hablar de esta parte montañosa del nordeste antioqueño. Todas sus calles -incluso las baldosas de la iglesia- están empinadas y hasta el mismo Carrasquilla se quejaba por el frío y su fealdad. Pero la semana pasada eso no importó.

La noche antes de la celebración, el pueblo se durmió tarde. La banda municipal afinó sus instrumentos casi hasta la media noche mientras el Alcalde ultimaba detalles de seguridad con un montón de soldados y policías que habían llegado expresamente a cuidar la comitiva presidencial. Las dos únicas peluquerías estuvieron colmadas con mujeres que insistían en aplanchar sus pelos, los dueños de las cantinas hablaron sobre cómo evitar una escasez de almuerzos en un pueblo sin restaurantes y los hombres contratados para decorar la casa del escritor tuvieron que pasar despiertos esa noche ubicando, una a una, las flores y los manteles que trajeron desde Medellín. Parecía, ese miércoles, que todo Santo Domingo estaba decidido a desempolvarse de tantos años de olvido.

Y lo lograron. Si en otros siglos la minería y el comercio les había dado algo de renombre, ahora Tomás Carrasquilla, 150 años después de su nacimiento, los hace recordar como la cuna y la principal fuente de inspiración de uno de los grandes literatos de Colombia.

Por estos días, incluso, se podría hacer una competencia entre sus habitantes con los relatos sobre el escritor. Todos dicen saber algo y todos dicen haber representado alguna vez un personaje de sus obras. En el único colegio del pueblo (que lleva el nombre del escritor) sus obras son de lectura obligada y, a partir de este año, todos los grados tendrán la 'Cátedra Carrasquilla'.

También, hace pocos días, la gobernación de Antioquia y el Ministerio de Cultura compraron por 65 millones de pesos la casa donde vivió 40 años el escritor y planean convertirla en museo. Una vez restaurada, trasladarán allí el 'Tercer Piso', la biblioteca personal de Carrasquilla (1.080 libros), incluidos los manuscritos originales de Frutos de mi tierra y de La marquesa de Yolombó, además de tantos otros clásicos de la literatura universal que no son ni siquiera ojeados desde hace más de un siglo. Se sabe que el 'Tercer Piso' fue surgiendo, a finales del siglo XIX, a medida que un grupo de literatos, liderados por Tomás, decidieron suscribirse cada uno a un periódico diferente con el fin de conocer toda la prensa del país.

Todos esos libros marcaron, tanto como el pueblo, el estilo literario del escritor. En su autobiografía lo confirma: "Por allá en esas Batuecas de Dios, a falta de otra cosa peor en que ocuparse, se lee muchísimo. En casa de mis padres, en casa de mis allegados, había no pocos libros y bastantes lectores. Pues ahí me tenéis a mí, libro en mano a toda hora, en la quietud aldeana de mi casa".

Pero esa quietud, que hoy permanece en Santo Domingo, parece no ser suficiente para que sus aldeanos tengan un libro en mano. Los estudiantes, que el jueves pasado estaban vestidos con una camiseta que decía "Carrasquilla Vive", reconocen que cuando se los ponen de tarea en el colegio, todos eligen A la diestra de Dios Padre porque es la más corta de todas sus obras. La bibliotecaria del pueblo reconoció que ahora, para la celebración del natalicio, tuvieron que pedir prestados a la Biblioteca Pública Piloto de Medellín varios libros del autor porque tenían muy pocos y dijo, además, que los únicos visitantes de la biblioteca son "los mismos 35 estudiantes diarios que van a hacer tareas".

El entusiasmo y el orgullo que ahora se siente por el escritor es cosa nueva. "Pa' qué, son mentiras", dijo una dominicana el jueves pasado mientras atendía en el granero central del pueblo "tan sólo desde hace dos años es que venimos pensando en don Tomás.. y ya sí lo queremos de verdad". Al ver que se acercaba una fecha importante para el pueblo, la alcaldía anterior comenzó a preparar un modesto festejo. Fue regando el cuento en el colegio y alistando uno o dos actos en su conmemoración. Sin embargo, los planes cambiaron y crecieron cuando Claudia Arroyabe, una periodista de la Universidad de Antioquia adicta a Carrasquilla, se pasó a vivir al pueblo y se apersonó de la celebración. "Vi a todo el mundo tan desprevenido en este pueblo -dijo Claudia-, que me propuse poner de moda a Carrasquilla".

Para fortuna de Santo Domingo, las cosas le resultaron como lo planeó. Una celebración en grande. Con Primera Dama, ex Presidente, Ministra de la Cultura, Gobernador, congresistas y familiares de Carrasquilla a bordo. Además, la Gobernación de Antioquia se comprometió este año a editar las obras completas del escritor (la última fue en 1958 por la editorial Bedout). Esto sin contar con los diferentes eventos que durante este año se harán en todo el país en homenaje al escritor antioqueño.

En una de sus últimas cartas escritas pocos meses antes de morir en Medellín en 1940, Carrasquilla escribió: "Mientras haya un alma que nos quiera, la vida tiene objeto y tiene encanto"; 68 años después, un pueblo entero ha decidido, merecidamente, abrirse como museo para recordar cuánto quiso -y quiere- a su escritor.