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Gina (Kim Basinger) tiende a confundir la responsabilidad con el complejo de culpa.

CINE

Fuego

El narrador Guillermo Arriaga, autor de los guiones de 'Amores perros' y 'Babel', se atreve a dirigir uno de sus relatos sobre el destino. Conozca las películas del momento.

Ricardo Silva Romero
18 de septiembre de 2010

Título original: The Burning Plain
Año de estreno: 2008
Género: Drama
Guión y Dirección: Guillermo Arriaga
Actores: Charlize Theron, Kim Basinger, John Corbett, José María Yazpik, Robin Tunney, Gray Eubank, Fernando Romero
 
Al narrador mexicano Guillermo Arriaga le gustan las tragedias en desorden: se enfrenta a los destinos inevitables de sus personajes, como quien se sienta a armar un rompecabezas. Lo ha hecho como guionista: Amores perros (2000), 21 gramos (2003) y Babel (2006) cuentan vidas tensas que se resuelven chocando con otras; tienen un principio, un medio y un fin, como todos los relatos del mundo, pero es el espectador el que tiene que poner los hechos en su sitio. Acaba de hacerlo como director: Fuego, su regreso al oficio de realizador, va de personaje en personaje y de tiempo en tiempo, semejante a los mecanismos de la memoria. Esa manera de narrar, como quien va recordando por partes lo que sucedió y al final llega a la conclusión de que no habría podido suceder de otra manera, le demuestra al auditorio que las personas se cruzan por algo y para algo, y que nos dirigimos, sin saberlo, a lo que ya está escrito. Pero deja la sospecha de si en el fondo no se estará eludiendo la responsabilidad de contar una historia.
 
La forma tiende a ser cómplice del fondo. Pero también puede ser un disfraz, un lugar donde esconderse, una manera de negar que se tiene mucho por reflexionar, pero nada por narrar. Los relatos de Arriaga dependen completamente de ello, acomodan el ‘qué’ detrás del ‘cómo’, hasta el punto de que si uno ordenara sus hechos de manera cronológica (mejor dicho: si desenmascara sus tramas), quedaría claro que en verdad son melodramas vergonzantes.
 
El caso de Fuego es ejemplar. Por supuesto, es la obra de un hombre supremamente talentoso: recoge ciertos momentos de la intimidad que nos duelen a todos; la angustia de los personajes principales es la angustia de los grandes dramas de siempre y el título original, The Burning Plain, es un homenaje a un inolvidable cuento de Juan Rulfo: El llano en llamas. Parte de una imagen poderosa, la de un tráiler abandonado en un valle, que se está incendiando con dos amantes adentro, para narrar (a punta de esos agobiantes saltos en el tiempo y en el espacio) tres historias de tres mujeres tristes que necesitan que el verdadero amor sea su destino: la deprimida Sylvia –en Oregon– hace lo mejor que puede para vivir sin consecuencias, la resignada Gina –en Nuevo México– está a punto de dejar a su esposo por un hombre que parece ser el hombre de su vida y la valiente Mariana –años después– se está enamorando del hombre equivocado.
 
Sí, todo tiene que ver con todo. Y sí, las coincidencias no existen. Pero en la sala de cine flota una sospecha.
 
Las tragedias que se cuentan en orden, que nos arrastran escena por escena hacia un final inevitable, llevan a la conclusión de que no somos menos ni más que nuestro destino. Las tragedias que se narran en desorden conducen, en cambio, a pensar que la vida es puro melodrama y que Guillermo Arriaga es un hombre brillante. Y eso es todo.
 
 
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