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Geniales desterrados del flamenco

Los Mártires del Compás le aportan humor e irreverencia a la música gitana. Los puristas no pueden evitar cierta indignación.

Juan Carlos Garay
26 de febrero de 2001

Cuando un artista quiere hacer su aporte a un género musical ya establecido tiene por lo general dos opciones. O bien se acoge a los parámetros tradicionales y se dedica a continuar un legado, o bien cuestiona ese legado, transforma la música y espera a que le lluevan mil críticas.

Ninguno de los dos caminos es fácil pero el segundo implica más riesgos. Muchos artistas revolucionaron la música, no por vacua rebeldía sino por la verdadera convicción de que los géneros tienen que transformarse para poder avanzar. Pero a pesar de sus sinceras intenciones se toparon con la furia de los sectores ortodoxos, que clamaban el destierro para ellos y su música. Le pasó, por ejemplo, a Astor Piazzolla cuando mostró en público sus primeros ejercicios de tango sinfónico. Le pasó también a Bob Dylan cuando tocó por primera vez canciones folclóricas con guitarra eléctrica.

Eso puede ser lo que suceda con un nuevo grupo flamenco llamado los Mártires del Compás. Una primera audición de su más reciente disco, Mordiendo el duende, llevaría a pensar que se trata de una burla a la música andaluza. Y sin importar la calidad musical o la riqueza rítmica del repertorio muchos dirán que por esta afrenta hay que excluir a estos músicos del panorama flamenco. Así los Mártires harían honor a su nombre.

La verdad es que el flamenco ha cambiado, y mucho, en los últimos años. Grupos como Pata Negra le imprimieron energía de rock y ‘cantaoras’ como Martirio lo emparentaron con el tango y el bolero latinoamericanos. Pero lo curioso es que los Mártires del Compás no han abanderado ninguna de estas mezclas. De hecho son, entre los innovadores del flamenco, los que ostentan una sonoridad más pura. La afrenta, entonces, ha de venir de otro lado.

Y la respuesta está en las letras. Si en algo se estaba estancando la música gitana era en una constante evocación de ambientes bucólicos. Ello le permitía cierta identidad a las canciones pero, al mismo tiempo, las estaba alejando de la realidad. Mordiendo el duende es un disco en el cual el flamenco se acerca más a lo cotidiano y lo actual. El ‘cantaor’ del grupo, Chico Ocaña, decía hace un par de años en una entrevista que “denominamos a nuestro estilo flamenco de la calle para darle un sentido más urbano, sacarlo de los sitios típicos”. Eso, desde luego, puede hacer pensar a muchos que el género se desdibuja pero en realidad se está haciendo más contundente.

Así es como ese ‘flamenco de la calle‘ se atreve a sentar opiniones y a ser polémico. En Por el centro hay una mirada sardónica a los embotellamientos de tráfico. En La lava tóxica aparece un comentario sobre un reciente desastre ecológico. Y tal vez el momento más brillante es la exposición de cierta dicotomía que de seguro habrá acongojado a más de un gitano: “Me gustan los toros, pero amo a los animales”.

Nada de esto sería rescatable, sin embargo, si no se sostuviera en interpretaciones geniales. Las guitarras flamencas y los ‘cantes’ que aquí se escuchan acusan un profesionalismo eminente. Así como El Quijote se burló en su tiempo de los libros de caballería, pero igual puede ser leído como una estupenda novela de este género, así también los Mártires del Compás han cuestionado cierta ingenuidad de la música flamenca... lo cual no obsta para que su lenguaje sea flamenco puro, de la más alta factura.