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Ghost dog

La más reciente cinta de uno de los realizadores independientes más elogiados.

17 de julio de 2000

Director: Jim Jarmusch
Protagonistas: Forest Whitaker, John Tormey, Henry Silva, Cliff Gorman


Partiendo del texto Hagakure: el camino del samurai, Jim Jarmusch (Ohio, 1953) ha hecho con Ghost Dog (1999) un filme de múltiples lecturas. Una de ellas habla de uno pedagógico, entretenido, humorístico y no obstante grave: “Los asuntos graves deben tratarse con ligereza y los leves con gravedad”, como corresponde a los principios de un verdadero samurai y a los que Ghost Dog (Forest Whitaker) es leal de principio a fin: “Cada día sin excepción uno debe considerarse muerto”, dice al comienzo de una obra que además de ser un collage de homenaje a J. P. Melville, Lee Marvin , Don Quijote, Frankenstein, el hip hop y desde luego el comic, es una invitación a la lectura, un tributo a las culturas antiguas, al zen y a las minorías.

Pero también un alegato contra el racismo y la intolerancia, una pugna por la aceptación de la diversidad, una defensa tácita de la buena educación que ayuda a vivir libremente y sin temor. Y no en último término una vuelta al cine negro, lo mismo que al western de calidad, como al citado en el epílogo. Todo ello mostrado a través de una cámara limpia, fluido montaje, creíbles personajes e incuestionable calidad musical. Y a través de un hombre que es y no se cree un samurai, lúcido, marginal y solitario. Lúcido porque toma distancia frente a un mundo degradado que la mayoría acepta. Sin esperanza de una vida mejor le importa más que la lucha lo útil del momento: “No hay nada más que el objetivo del momento presente”.

Marginal, porque vive en un espacio donde cree poder conservar su autonomía en el mundo. Está convencido de su autenticidad aunque nada externo lo permita comprobar. Su silencio se corresponde con su soledad pues sabe que nadie puede compartir su filosofía de samurai ni, ya en líos con la mafia, sus métodos criminales. Y esto no es gratuito: el oso, al ser provocado, reacciona con violencia. Aun así, existe en Ghost Dog la identificación con una ética que tiene que ver con el final (“Ya he visto todo lo que tenía que ver”) y con lo que previamente al desequilibrado duelo el siervo le ha dicho a su jefe, al que no traiciona: “Pase lo que pase”: “¿Qué es esto?,” ¿“Solo ante el peligro”?, en directa alusión a High noon (1951), western de Fred Zinnemann, una denuncia del macartismo y a la vez de la cobardía colectiva cuando llegan los tiempos de inquietud: en suma, el conflicto moral de un sheriff que se encuentra en el dilema de cumplir con su obligación o preservar su vida. Ghost Dog recuerda que sólo quien no tiene miedo puede amar libremente. De manera que sí, hay que vivir el presente, como los niños. Considerarse muerto cada día: esa es la esencia del camino del samurai. En fin, pensar en la muerte para estar más cerca de la vida...