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"HE CREADO UNA MANERA DISTINTA DE ENFRENTAR UN LIBRO"

El genio del diseño gráfico interpreta para SEMANA la relación que existe entre el autor de un libro, su lector y su ilustrador

19 de noviembre de 1984

"No causo ni estupor ni rechazo. Pues no he creado una nueva escuela, sino una manera distinta de enfrentar un libro"... Esto nos dijo Daniel Gil, rodeado de sus mil carátulas de Alianza Editorial mientras recitaba pausadamente su historia y la del mismo proyecto editorial cuya historia corre pareja a la suya.
"Yo provengo de bellas artes": dice al responder la pregunta inicial sobre su trayectoria en el género. "Por los años 60s, cuando iniciaba Alianza, hice contacto con su director de entonces, Dn. José Ortega Espottorno hijo de Dn. José María Ortega y Casset. Su proyecto, era repetir las fórmulas ya existentes: una cubierta única, con espacio dedicado a reproducir imágenes, con una relación directa con el tema. Todo esto hecho en tipografía codificando los colores".
"No acepté la propuesta por lo mecánica. No tenía posibilidad de expresarme a nivel de comunicación visual. Les hice una contrapropuesta: hacer un primer ensayo con una libertad total en la creación de la cubierta. Todo esto lo pienso merced a que los libros están muy diferenciados y no es necesario darles un carácter de colección que los marque a todos. Ello no viene impuesto por la calidad del libro. Lo único que busca es trascender al editor"
SEMANA: ¿Pero el ilustrador o el diseñador se tiene que ganar su puesto, porque tiene que servir de puente entre el autor o el productor de la obra y el lector o consumidor de la misma?
DANIEL GIL: El ilustrador no se gana un puesto porque siempre interviene. El no se conforma con ser una comparsa ni da fórmulas picarescas que sirven de enganche engañoso. El diseñador de carátulas interpreta y no simplemente transpone contenidos textuales. No existe un divorcio entre el autor y el ilustrador pero el autor da un espacio para recrear algo nuevo. Cuando la obra sale de las manos del autor, ella cobra una vida propia y el diseñador le da un nuevo impulso porque trata de atrapar el olor, lo táctil de la obra, esto es lo que el autor no puede hacer"
S.: ¿Pero los autores y los mismos editores tratan de intervenir en la carátula hasta el punto de querer sentirse fielmente interpretados?
D.C.: Yo respeto más a los autores muertos, que a los vivos porque aquellos no tienen la oportunidad de reclamar. El noventa por ciento de los autores vivos no se sienten satisfechos porque sus fijaciones de color, nombre, forma etc., no se ven representadas en el diseño.
S.: ¿Pero el papel del ilustrador no puede ser otro que acercar el público al autor?
D.C.: El diseñador se mueve en un mundo previsto, donde lo insólito tiene pocas posibilidades y una visión profunda, certera está limitada por el propio libro. Muchas veces sólo, puedes crear alejándote del propio libro. Muchas veces el libro que vas a hacer ya lo has hecho, es decir, que ya tenías prevista de antemano la visión del libro. No de ese libro sino de una que plantee un fenómeno parecido. No es un trabajo absoluto... El libro va a coger el tren en marcha de tu trabajo. Es como si tú trataras de incorporar a tu mundo de imágenes es nueva obra. Yo parto de que pose un mundo de imágenes que está inédito en gran parte. Este mundo de imágenes no está explicitado. Se hace explicito cuando aparece el libro Existe potencialmente.
S.: ¿Cuál es su método para crear cuál es su rutina?
D.C.: No puedes hablar de meto dología. Yo tengo una relación con el libro muy profunda y pienso que ese mundo de imágenes, consecuencia de libro, es el que permite hacer la cubierta del libro.
S.: ¿Cuál es su relación con el futuro lector?
D.C.: La única responsabilidad que tengo es la de no confundirle, no defraudarle. Allí está la raíz del problema: aciertas o no. Es decir que tú no puedes decir previamente: voy a utilizar esta imagen porque responde a lector medio y a su mundo de los símbolos y esta imagen va a ser comprensible dentro de su mundo. Hay algo que está por encima de eso: la convivencia del lector y mía dentro de un determinado tipo de sociedad, en un determinado momento, con una cultura paralela y que necesariamente voy a poder comunicar con él porque somos contemporáneos. Si no me comunico con él, es porque algo en mí no funciona a nivel humano.
S.: Estos son los arquetipos comunes a todos. ¿Pero cómo logra despertarlos, activarlos?
D.C.: Yo tengo la capacidad de reflexionar sobre ese mundo adquirido. En el lector va implícito. El sólo necesita hacer constataciones. Constata que una imagen le introduce dentro de un mundo cultural y efectivamente afirma que "esta imagen le es familiar: ya entiendo lo que esta persona me quiere decir incluso dentro de un mundo irracional". Hay un inconsciente colectivo, común a todos. Lo único en que yo me distingo del espectador es que yo soy el que juega con las imágenes. Yo no invento imágenes; ya ellas son existentes. Yo sólo les doy las categorías.
S:.¿No se resiente una obra artística cuando es demandada por encargo?
D.C.: Claro que difiere la creación pura de la creación por encargo. Hay condicionamientos que tiran al diseñador. Todo diseñador piensa que su gran obra todavía no está hecha. Pero yo pienso que hay que romper las clasificaciones. Ahora existen muchas obras publicitarias que pueden estar en un museo pese a que la mirada se trivializa con los objetos de la publicidad que se ven en todas partes y no como las auténticas obras de arte que están en los museos.
S.: ¿Qué sentido tiene entonces la exposición de sus carátulas en una sala de arte?
D.C.: Muchas veces los artistas son exhibicionistas que quieren que nadie les dispute la paternidad de su obra. Yo pienso que cada obra de arte es como apretarse un grano que cuando sale la materia, ya no existe el grano. Mi exposición es una exhibición de conjunto. Pero mi mejor exposición está en los escaparates... Las carátulas ya están bien donde están. Si uno subordina todo a este tipo de trabajo es porque elige perpetuarse bajo este género. Así concluyó taxativamente Daniel Gil este reportaje y cuando se despedía, nos alejamos pensando qué quería decir con aquella frase que soltó en un intervalo: Picasso ilustró a Góngora para enriquecerlo pero no acercó el lector a aquél.--
Ciro Roldán Jaramillo