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Historias para los primeros lectores

Algunas consideraciones y recomendaciones sobre libros infantiles

Por Luis Fernando Afanador
3 de abril de 2000

El niño —o la niña— ya saben leer; el colegio les enseñó. Ya podemos poner fin a nuestras lecturas de cada noche, entregar la antorcha de narrador sin aliento. Se acabó el tiempo de la gratuidad y el placer de leer y va a comenzar el de la comprensión y el aprendizaje. Ahora ellos estarán solos frente a un libro hostil, y listos para convertirse en personas a quienes no les interesa leer.

Abandonamos impunemente a aquellos lectores ideales que nos reclamaban una y otra vez los cuentos de Blanca Nieves o Caperucita roja, pero no vacilamos en culpar a la televisión, al Nintendo, a los Pokemones —lo que se encuentre de moda—, de ser los causantes de que los niños se alejen de los libros. Esta era la tesis central de Daniel Pennac en su indispensable obra Como una novela; algo que siempre deberíamos tener en cuenta.

La lectura sólo funciona como una pasión. Desde el comienzo ellos fueron buenos lectores y lo seguirán siendo, si los seguimos acompañando sin exigirles resultados, si les brindamos libros en los cuales todavía puedan encontrar la fascinación de las historias, si no los introducimos a la lectura como una obligación.

¿Cuáles son esos libros? ¿Cómo escogerlos? En realidad no es tan difícil. La clave reside en descartar a los que pretenden llevar ‘mensajes pedagógicos’. La literatura infantil no es un nicho independiente de la literatura: sus historias deben persuadirnos por sí mismas, deben proponernos diferentes posibilidades de interpretación. Mejor dicho: ser arte. Tal es el criterio compartido por muchos expertos y que reitera desde hace muchos años Fundalectura, una institución dedicada a promover la lectura entre jóvenes y niños.

De una abundante y variada oferta, cuatro cuentos infantiles para tener en cuenta: