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Historias prohibidas

El norteamericano Todd Solondz satiriza los tabúes, las ficciones y las metas de la sociedad.

Ricardo Silva Romero
29 de julio de 2002

Director: Todd Solondz
Protagonistas: Selma Blair, Leo Fitzpatrick, Robert Wisdom, Mark Webber, Paul Giamatti, John Goodman, Julie Hagerty Tarde o temprano se cae en la ficción. No es posible narrar una realidad sin adornarla, sin editarla, sin fingirla. Se puede perseguir una vida común y corriente, con hijos, carros y mascotas, pero siempre habrá algo de farsa en el proceso. Este, los simulacros a los que recurrimos para vivir, parece ser el punto de partida de la nueva película de Todd Solondz. Se llama Historias prohibidas -aunque el original, Storytelling, en verdad se refiere al arte de contar historias- y es una provocación, un llamado a la discusión, una crítica a los tabúes, los clichés y las metas sin sentido de nuestras sociedades. Está dividida en dos partes. En la primera, Ficción, que no alcanza a durar 20 minutos, una estudiante de escritura creativa, Vi, pelea con su novio, Marcus, un cuentista con parálisis cerebral -una de sus compañeras de taller literario lo define como "un William Faulkner pero de la costa este y discapacitado"-, y, en un arrebato de una sola noche, se deja someter, humillar y explotar por su profesor, el señor Scott, un frustrado escritor negro que, aunque se ha ganado el premio Pulitzer, no parece dispuesto a superar su amargura. En la segunda, No ficción, Toby Oxman, un vendedor de zapatos a punto de reconocer su fracaso en la vida, convence a Scooby Livingston, un adolescente fuera de órbita, de que sea el protagonista de su documental sobre "la vida de un joven contemporáneo". Los dos mundos de Historias prohibidas sugieren, pues, que en las sociedades en las que vivimos se han puesto en escena tantas ficciones que, con el paso del tiempo, han terminado por convertirse en realidades. Los premios, el ascenso social, el prestigio artístico, la aparición en los medios de comunicación, el éxito comercial: hemos sido educados en la trampa de las metas y las estadísticas. Porque eso nos enseñaron, porque jamás nos animaron a dudar, les damos palmadas en la espalda a los discapacitados, estamos convencidos de la potencia sexual de la raza negra y consideramos que a nuestros compañeros de colegio les ha ido bien en la vida cuando vemos su fotografía en los periódicos. No, no hemos sido capaces de volver de la ficción. Creemos ciegamente en la felicidad. Todd Solondz, el director, responsable de sátiras tan lúcidas como Bienvenidos a la casa de muñecas y Felicidad, ha confesado que hacer cine es, para él, "atravesar una experiencia terrible" y suele asegurar que le encantaría encontrar una carrera menos miserable. Quizá por eso, por el sufrimiento que le produce contar historias con la cámara, sus películas suelen perder fuerza hacia el último acto, padecer un humor cercano al de los hermanos Farrelly y tener finales largos y aparatosos. Historias prohibidas no es la excepción. Pero, en el tiempo de las telenovelas de alto rating, resulta una importante razón para salir de la casa.