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Historias de vida

Trece crónicas de personas que padecen el VIH.

Luis Fernando Afanador
17 de octubre de 2009

Luis Barros Pavajeau
Los salmos de la sangre
Alfaguara, 2009
138 páginas

Este libro es sobre personas que padecen el VIH, es decir, que están más cerca de la muerte, pero las historias son de vida; lo que fundamentalmente nos transmiten sus testimonios es un soplo de vida. Dije personas y no enfermos. Esa distinción es muy importante en este libro. Porque cada uno de ellos es una voz concreta, individualizada, con sus recuerdos, sus frustraciones, sus anhelos, sus luchas y, aunque nos parezca increíble, con sus esperanzas.

¿Cómo aparece el VIH en la vida de Sasha? No tiene nada que ver con su vida sexual -bastante casta, por cierto-, sino con la vanidad, con las bromas macabras que a veces nos juega el destino. Lo que le pasó a Sasha le habría podido pasar a cualquiera de nosotros. Es importante resaltar esto porque nos da la medida del valor de Los salmos de la sangre. Aquí el VIH se encuentra despojado del morbo y del terror que provoca y, por tanto, de los prejuicios y de la exclusión social. Es un mero accidente del cual ninguno de nosotros se encuentra exento.

Con acierto, Luis Barros hace más énfasis en sus vidas que en su enfermedad. Desde luego, él ni sus entrevistados ignoran que se encuentran en una situación límite, bajo la presión de la muerte. Ante ese hecho inapelable hay dos opciones. Una, la del periodismo amarillista, que se refocila en el patetismo y en los estertores de la muerte, y otra, la del periodismo literario, que ve las inmensas posibilidades narrativas de tal situación. ¿Cómo es nuestra vida contada bajo una espada de Damocles? Sin duda, más intensa, más preciosa, más bella. Nuestra cultura es cada vez más una negación y un ocultamiento de la muerte y sus aledaños: la vejez, la enfermedad. Hablar de la vida con la presencia de la muerte es exaltarla. Eso es lo que tratan de decir los personajes sencillos de Los salmos de la sangre, quienes no vienen a pedir compasión sino a ofrecernos su sabiduría. Dice César, en su testimonio: "Y si a alguien se le ocurriera recordarme que tengo los días contados, yo le respondería que la muerte es una aliada excelente para vivir".