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A la hora de escribir

Adolfo Bioy Casares, el eterno amigo de Borges, recibe el premio Cervantes.

24 de diciembre de 1990

Con el premio Cervantes de literatura, con el que fue distinguido este año Adolfo Bioy Casares, llega para el escritor argentino el momento del reconocimiento universal como uno de los más importantes escritores hispanoamericanos del presente siglo. En la historia de la literatura de nuestro continente, Bioy Casares ya había ganado, de tiempo atrás, un puesto bien destacado, pero hoy su nombre hace la historia.
Quiso ser tenista, boxeador o futbolista, pero en todo caso campeón. Ahora, a los 76 años, obtiene un galardón que inscribe su nombre en la historia de su país, junto con los inmortales. Cuando descubrió la literatura, comprendió que en este círculo, amplio, infinito, transcurrirían las mejores horas de su vida. Leyó infatigablemente y comenzó a escribir sus primeros libros, que, a los ojos de sus amigos, eran un completo fracaso. Antes de eso no creia que llegaría a ser escritor. Más bien cuando tomaba la pluma lo hacía de una manera instintiva, como reacción ante un sufrimiento o una pena, para expresarla y para exaltar su dolor, pero sin una finalidad estrictamente literaria. El fracaso de sus primeros intentos no lo alejó del ejercicio de las letras. Bioy insistía, y quizás bajo los mismos erróneos procedimientos, bajo las mayores precauciones, que, sin embargo, resultaban equivocadas, hasta que sucedió algo que cambió completamente su destino de escritor: conoció, hacia 1932, a Jorge Luis Borges.
En aquella época Adolfo Bioy Casares era apenas un joven de 18 años y Borges ya ejercía una cierta influencia sobre los escritores de la nueva generación. La influencia del poeta fue definitiva en la obra del novelista. Bioy Casares abandona entonces cierto "lánguido surrealismo" al que había entregado la escritura de sus primeros cuentos. Y en 1940 aparece su primera gran novela, "La invención de Morel" que es recibida con verdadero entusiasmo por la crítica y los lectores. Borges en el prólogo afirmó "He discutido con su autor los pormenores de su trama; la he releído, no me parece una hipérbole calificarla de perfecta". Con esta novela escueta, rica, imaginativa, Bioy Casares ingresa con una gran obra al territorio de la literatura fantástica. Si por una parte la infuencia de Borges es notoria en su concepción de lo fantástico, lo es mucho menos en el estilo y la trama argumental que implica el desarrollo y comprensión de emociones personales con las que está estructurado el relato. En pocas palabras, "La invención de Morel" es una historia de amor entre un hombre y una mujer que pertenecen a mundos distintos. Para el narrador, que es el autor de ciertos apuntes que constituyen la novela, es imposible desvincular sus sentimientos por su amada, Faustina, de la "invención" por medio de la cual intenta transformar el mundo de sensaciones que lo circunda. Y comprende que en su loca empresa de incorporarse al incierto plano de las imágenes inescrutables de la existencia hipotética de su amada, afrontará la extinción del plano de su propia existencia presente. Aun así llevará su proyecto hasta el fin.
Aquí está lo que viene a constituir la diferencia esencial entre Borges y Bioy. Para este último los personajes, más que instrumentos para crear situaciones o pretextos para la fabulación de tramas o especulaciones fantásticas o metafísicas, crean situaciones para ser vividas por seres de carne y hueso. Hombres y mujeres para quienes esas realidades fantásticas o metafísicas adquieren una completa dimensión existencial. Morel, con la invención de su máquina, lucha contra el inexorable paso del tiempo, como cualquier hombre puede enfrentarse con los obstáculos que le impidan llegar a donde lo espera su amada.
Luego en "El sueño de los héroes" sucede algo similar. Tema borgiano pero desarrollado en la precisa y particularísima línea de su tono personal. La anulación del tiempo, mediante el regreso de un mismo hecho, viene a ser el reverso de "La invención de Morel". De nuevo la fantasía de Bioy sólo utiliza un punto de partida borgiano, para luego desarrollar los argumentos de una manera completamente personal. Ernesto Sábato definió alguna vez el procedimiento de Bioy como "una inserción de lo cotidiano en lo fantástico", lo cual le ha permitido acercarse a las minucias y trivialidades de la condición humana, confrontando la realidad de un mundo lleno de miseria y dolor. Mundo terrible, es cierto, del que Bioy rescata una y otra vez un hecho redentor: la existencia del amor. Pero en el escritor argentino el amor es la ilusión suprema, quizá por siempre inalcanzable. Octavio Paz vio cómo esta condición amorosa atraviesa la obra de Bioy Casares: "el amor es una percepción privilegiada, la más total y lucida, no solo de la irrealidad del mundo, sino de la nuestra: corremos tras sombras, pero nosotros también solo somos sombras".
Pero si en una semblanza de Bioy Casares no puede omitirse la influencia que sobre su obra ejerció Jorge Luis Borges, resulta aún más interesante encontrar a Borges y a Bioy escribiendo relatos a cuatro manos. Esta fructífera y feliz colaboración se extendió a la preparación de volúmenes antológicos, como "Antología de la literatura fantástica". También dirigieron, en forma conjunta, colecciones de editoriales y tradujeron autores de su preferencia.
A "la alegría de la amistad y los hallazgos compartidos", en palabras de Borges, se debe ese extraordinario encuentro de dos estilos literarios que al fundirse en uno solo dieron obras como "Seis problemas para Isidro Parodi" (1942); "Dos fantasías memorables" (1946), "Un modelo para la muerte", los guiones cinematográficos "Los Orilleros" y "El Paraíso de los creyentes" y dos colecciones de relatos breves: "Crónicas de Bustos Domecq" y "Nuevos cuentos de Bustos Domecq", todos ellos, por fortuna, publicados en un solo volumen por Alianza Editorial.
Pero si Borges influyó sobre Bioy es necesario rescatar aquí el sentido inverso de esta influencia, que fue, obviamente mutua. "Maestro secreto" llamó el poeta al novelista en alguna ocasión y en una entrevista Borges insistió cómo, de los dos, Bioy es el más "razonable y preciso" en contra de lo algo "absurdo y maniático" que se consideraba Borges a sí mismo. También afirmó que fue Adolfo Bioy Casares quien le ayudó a abandonar el barroco y a acercarse al clasicismo. Aparte de la colaboración propiamente dicha, de esa amistad provienen posiblemente algunos temas que Borges desarrolló en su obra y que fueron materia de conversación entre ellos. El propio Bioy aparece en uno de los más memorables cuentos de Borges, precisamente como su interlocutor en una larga y apasionada controversia en "Thon Uqbar, Orhis Tertius".
En los años 70 el tema amoroso surge de nuevo con gran ímpetu en la producción literaria de Adolfo Bioy Casares. Se afianza como uno de los maestros del cuento breve. En "Historias de amor" recoge 18 cuentos de cierta ironía, de cierto escepticismo, pero en donde los bellos sentimientos, más que a la pasión desatada, llevan a una contemplación del objeto amado desde un punto de vista profundamente humano. Aquí Bioy recrea las situaciones afectivas desde muy diversos puntos de vista, mostrando, una vez más, que el tema prácticamente es inagotable. El sufrimiento, los celos, el humor, la nostalgia incurable y los obstáculos, los conflictos insalvables, la intimidad y el crimen, la aventura y también lo fantástico son maneras suyas de abordar el tema eterno del amor.
En 1969 aparece la novela "Diario de la guerra del cerdo" en la cual Bioy Casares relata las aventuras de un grupo de jóvenes, que en los carnavales de 1927 van por los suburbios de Buenos Aires sembrando el terror entre chistes y chanzas. En el fondo lo que se plantea en la novela es la lucha de las generaciones, vista a través de una "utopía pesimista", escrita en forma de diario. Es un procedimiento que emplea el autor argentino por medio del cual la obra aparece bajo el aspecto de observaciones escritas, de confidencias descubiertas, de manuscritos hallados y que le dan a la novela una cierta condición azarosa y de virtual revelación, antes que de la deliberada obra literaria, elaborada como un instrumento consciente para crear una ficción.
La producción más reciente, "La aventura de un fotógrafo en la Plata", muestra una faceta un tanto insólita en él: el humor declarado. Aquí Bioy ha encontrado, en tono de comedia de enredos, los matices y modos coloquiales de la ciudad de Buenos Aires. Allí también estan retratadas las costumbres, que van siendo advertidas por Nicolás Almanza, cuando de provincia llega a la ciudad para hacer sus fotografías. Cordial, bonancible y atractivo relato de la "pulcra insensatez" de un delicioso personaje , un tanto cinematográfico.
El escritor, frente a su oficio, es algo que resulta apasionante cuando se quiere comprender el cómo y el porqué de ciertos mecanismos literarios. Sobre Bioy Casares se editó recientemente un libro de entrevistas que divulga al autor en su trabajo creativo "Bioy Casares a la hora de escribir".-
Enrique Pulecio