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Carlos Fuentes fue el escudero de Gabriel García Márquez en su homenaje. Ambos se conocieron en México cuando apenas tenían 30 años y desde entonces conservan una estrecha amistad

“Hoy el lenguaje es más amplio”

Semana entrevistó en Cartagena al escritor mexicano Carlos Fuentes. Sostuvo que el futuro del castellano es muy prometedor.

31 de marzo de 2007

La condición de ser uno de los principales escritores de lengua castellana es suficiente para que Carlos Fuentes sea el centro de atención de cualquier evento literario. Pero el lunes 26, en Cartagena, dejó atrás cualquier orgullo. Acompañó a uno de sus mejores amigos en uno de los días más importantes de su vida. A pesar de que era una de las personalidades más reconocidas de un auditorio lleno de personalidades, Fuentes conservó siempre su bajo perfil y asumió su papel de escudero de García Márquez. Recibió a SEMANA para hablar sobre su amigo y el tema que los reunió en Cartagena: el idioma.

SEMANA: ¿Qué diferencia el castellano de la calle del literario?
CARLOS FUENTES: La lengua de la calle es propiedad de todos, es una moneda de cobre que usamos para detener un taxi, pedir una comida, hacer el amor. Cuando pasa a la literatura ese cobre tiene que convertirse en oro. Ese es el desafío que deben afrontar los escritores.

SEMANA: ¿La novela es el punto de encuentro del idioma?
C.F.: No, la poesía es el origen de la palabra. Allí se da la mayor riqueza y pureza. Los novelistas robamos a los poetas que nos han precedido y tomamos el verbo de ellos. El poeta no tiene que decir, como decía André Gide, "la marquesa llegó a las 5 de la tarde" o "se abrió una puerta" o las cosas que escribimos los novelistas para hilar una historia. Los poetas son mucho más libres.

SEMANA: ¿Y cómo llega la poesía a la narrativa?
C.F.: Es un desafío convertir el lenguaje narrativo en algo que no abandone su origen poético. Se logra en grados mayores o menores. A veces es muy explícito y es malo. A veces es muy implícito, como en el caso de García Márquez, Virginia Wolf y otros artesanos del idioma como James Joyce.

SEMANA: ¿El castellano se ha enriquecido o envilecido?
C.F.: Hoy en día el lenguaje es más amplio. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua se han admitido mexicanismos, chilenismos, o colombianismos que antes no estaban allí porque la academia guardaba la pureza de la lengua. Pero la pureza de la lengua es el color, la basura, el tiñe que se da en los vocablos populares. Se está enriqueciendo la lengua, y esto se refleja en el diccionario y desde luego en las novelas y poemas. No se puede escribir de una ciudad si no se reproduce el habla de la ciudad, que es muy distinto en México, en Argentina, en Bogotá.

SEMANA: ¿En qué contribuyó su generación para que el castellano tuviera más difusión en el mundo?
C.F.: Es que no íbamos solos. Nosotros llegamos con todo un movimiento social y humano de extensión de la lengua. Actualmente hay 45 millones de hispanohablantes en Estados Unidos, es decir, más que en Colombia, Argentina o Chile. Ese es un hecho central. El desplazamiento del francés como segunda lengua. El español posicionado como segunda lengua frente al inglés y a punto de desplazar al inglés porque el inglés de Gran Bretaña y Estados Unidos está divorciado. Lo decía Bernard Shaw: "Inglaterra y Estados Unidos son dos países unidos por el mismo océano y separados por la misma lengua". No hay la hermandad que existe entre España y los países latinoamericanos. Este es un hecho excepcional que lleva en su avanzada a los escritores en lengua castellana.

SEMANA: Haciendo el ejercicio de memoria para escribir el discurso en el homenaje a García Márquez, ¿qué fue lo que más le impactó al recordar aquella época cuando empezaban a escribir?
C.F.: Éramos jóvenes y principiantes. Los escritores más leídos eran otros. Era una aventura, una audacia que se comete en los años mozos. Cuando Gabo y yo nos conocimos teníamos 29 ó 30 años y estábamos lanzando botellas al mar para ver quién leía el manuscrito dentro de la botella. Creo que hay un factor de disciplina sin el cual no se va a ningún lado. Hay mucha gente que cree que escribir es la bohemia, estar en un café bebiendo y diciendo cosas. Gabo y yo nos sentamos todos los días temprano a trabajar y sabemos que la disciplina del día es la que va a producir las dos líneas, las dos páginas, lo que sea.

SEMANA: ¿Lee a los jóvenes?
C.F.: Algunos, no puedo a todos. Cuando éramos jóvenes había seis novelistas que valía la pena leer. Ahora hay docenas. No se puede uno poner al día.