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HUELLA EN LA MEMORIA

Una historia de barbarie e intolerancia, pero también de resistencia y esperanza.

2 de agosto de 1999

Edwidge Danticat
Cosecha de huesos
Editorial Norma, 1999
308 páginas
$ 29.800
Historias hay muchas. Y la mía es una, nada más", dice en alguna parte Amabelle Désir, la sabia y delicada
narradora y protagonista de Cosecha de huesos. Desde luego que esta afirmación es una verdad a medias:
cierta, porque en el fondo no ocurre nada 'extraordinario'; falsa, porque al terminar de leerla el lector
siente que es una historia memorable.
Amabelle es una muchacha haitiana que trabaja como sirvienta en una gran hacienda de caña de azúcar en
República Dominicana. Sus padres murieron ahogados en un río y dice no pertenecer a nadie, sólo a sí
misma. Pero tiene sueños, y en los sueños sus padres no mueren. Y tiene un amante, Sebastien, que
también incorpora a la zona incontaminada de sus sueños. Este es el secreto de Amabelle, la fuerza que la
hará resistir la barbarie sin nombre que desatará el 'Generalísimo' dictador Trujillo _es el año de1937_ contra
su gente: "Quizá la gran frustración de quienes intentan silenciar el mundo sea descubrir que llevamos voces
selladas en la cabeza, voces que cada día suenan más fuerte que el clamor de fuera".
Hay dos idiomas: el kreyòl y el español. Dos mundos en un mismo territorio que, aunque se hayan
entrelazado económica y afectivamente, deben separarse en forma sangrienta, por la voluntad del tirano. Es
necesario huir, salvarse: hasta en el aire se siente el hedor de muerte. Por un azar Amabelle logra escapar en
compañía de Yves, un amigo de Sebastien y, después de una épica travesía, regresar a su país. No se sabrá
nada de Sebastien y su hermana Mimí. Dicen que los asesinaron, que están vivos: puros rumores. Lo único
cierto son las historias atroces de otros perseguidos, historias para enloquecer a cualquiera. Nada puede
hacerse hasta que caiga el dictador. Los años pasan; no hay noticias. Sólo quedan la esperanza, el
recuerdo, la resistencia. Las artes de Amabelle: "_Sebastien, la matanza me mostró que la vida puede ser un
don extraño _digo_ Como el cristal, el aliento siempre está en peligro. Yo elegí una muerte en vida porque no
soy valiente. Hace falta paciencia, decías siempre tú, para alzar un sol que se pone. Dos montañas no
pueden encontrarse nunca, pero quizá tú y yo nos encontremos de nuevo. Voy hacia tu gruta".
Son muchos los méritos de esta novela. El más importante es, tal vez, la manera en que logra crear intensidad
y belleza en una historia que fácilmente hubiera podido caer en el patetismo. Era ficción sobre hechos
históricos, conocidos, previsibles dentro de la previsible historia de unos países tercermundistas, que el
virtuosismo narrativo de la Danticat convierte en otra cosa. Ella pertenece a una tercera generación, oyó la
historia de su abuela, luego de su manman, de algún tío, la pudo sopesar, darle la distancia necesaria,
pulirla en el tiempo. Sólo una voz pulida en el tiempo sabe narrar, esto es, decir lo esencial, para que _"sin
literatura"_ la vida quede en las palabras.
Es cierto que los famosos no mueren del todo, pero, también es cierto, que los seres anónimos y sin rostro
pueden salvarse del olvido cuando, afortunados, en su familia surge un narrador.