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El ‘Cholo’ Valderrama, en su finca en Pore, Casanare. Con su música se ha convertido en el personaje musical más importante de los Llanos. Por su aporte musical fue invitado a Francia para representar a Colombia

MÚSICA

Ídolos regionales

Francia dedica esta semana su Festival del Imaginario a rendirles homenaje a músicos colombianos profetas en su terruño. SEMANA los visitó para entender su importancia, que trasciende fronteras.

5 de abril de 2008

Al Festival del Imaginario, en Francia, solo llegan pocos. Considerado uno de los más importantes del mundo por su defensa de la música tradicional de planeta, hizo de Colombia su invitado de honor de este año. Para elegir a los músicos, sus representantes recorrieron el país en busca de los ídolos olvidados o no suficientemente reconocidos. Esta es la semblanza de tres de ellos.

'El Cholo'

A las 5 y 30 de la tarde el sol pega de lado en Pore, Casanare, y las reses se quedan quietas en el atardecer rojo del Llano. Orlando Valderrama, a quien desde niño apodaron 'Cholo' por sus rasgos indígenas, sale a buscar su caballo y le acaricia la crin. Le toca la espina, la grupa, toma las riendas y agarra el cabestro. Señala hacia el oriente, al lado opuesto de Sogamoso, la ciudad donde nació, y galopa con prisa. "Sin un caballo no soy nada", dice.

Cuando una periodista francesa le pregunta por qué los caballos tienen su nombre marcado en el anca, sonríe con ironía, como lo hace ante las preguntas que le parecen ilógicas. Y responde con un verso: "Para comenzar, mi nombre es uno o cualquiera. Yo me llamo Justo, Pancho, Antonio, Tirso o Manuel. O José, Juan de los Santos, o Julio o Rafael".

Su nombre no importa, dice. Pero importa y tiene peso. No hay nadie más famoso que el 'Cholo' en Casanare. Ni parrando llanero en Venezuela o Colombia donde su nombre o su música no salgan a colación. Nadie como él ha logrado convertirse en una institución de la música llanera ni otro coplero ha cantado con tanta pasión a las labores de vaquería y a las faenas de los hombres con un lazo entre las manos y reses a su cargo. Treinta años cantando, 19 discos, 320 canciones compuestas, todas en verso, corroboran lo que dice: que es más coplero que cantante.

Lo dice con humildad. Pero en las fiestas de Pore, esa misma noche, todos los intérpretes le dedican un joropo al 'artista', incluso sin saber que él está oculto entre el público. Vive cerca de allí, en su finca Vida tranquila, asiste a las festividades donde hay coleo y recuerda cómo aprendió de niño a practicarlo, tirándose a un lado en el caballo y girando el cuerpo para hacer caer la res. Es más, así consiguió ganar el amor de su esposa, con la que lleva 27 años de matrimonio: tumbando un toro frente a ella y levantándole el sombrero en homenaje.

De hecho, nunca deja de usar el sombrero. No hay día en que no monte a caballo. Se levanta a las 4 de la mañana, le reza a la virgen de Manare y desayuna carne asada en vara con yuca y café negro. Su vida gira entorno a las coplas, al orgullo del hombre llanero que conquistó la tierra despoblada, a las mujeres bravas que se parecen a las yeguas en sus trovas y a la música de maracas, arpa y cuatro. Y de eso hablan sus canciones: del gozo de ser campesino llanero cuando su tierra no tenía cercas.

Desde los 10 años, el 'Cholo' comenzó a cantar en los parrandos, pero sólo cuando ganó un concurso de copleros en San Martín (Meta), a los 22 años, decidió hacer de la música su profesión. A su madre le agradece su destino. En la canción Señora Sara le dice: "Así me criaste, con las costumbres del Llano, junto con mis siete hermanos, producto del gran amor con don Manuel el llanero, caporal y amansador". Para muchos, es el poeta vivo del Llano porque todo lo que dice está vinculado con su tierra. Su poesía se nutre de morichales, colibríes, potros y lazos. La canción a su madre parece corroborarlo cuando crea una nueva imagen poética de un llanero ante Dios: "Yo sé que estás en el cielo a la diestra del Señor, tal vez tejiendo un chinchorro pa' que descanse el creador".

A pesar de que su esposa trabaja en Bogotá en la Universidad de los Andes, y un hijo suyo toca en un grupo de rock, el 'Cholo' prefiere permanecer en el Llano. Desprovisto de cualquier parafernalia, confía en la improvisación y no prepara nada para su espectáculo. "A los llaneros nos gusta la libertad", explica. Y así hará cuando llegue a Francia: hacer gala de su memoria, presentar su nuevo álbum Bordón libre, y cantar un quitarresuellos, una estrofa de largo aliento que él inventó y que se canta sin respirar.

Y dice, recordando una canción: "¿Mi lugar de nacimiento? De toditos soy paisano, de los hatos sabanero, de los caseríos pueblero, soy del Meta o araucano, barinés, casanareño, del Guárico o apanureño. Señores: yo soy del Llano".

'Gualajo'

La marimba, para José Antonio Torres, pudo haber nacido en África y llegar al Pacífico colombiano desde Guinea, Burkina Fasso o Nigeria, gracias a la memoria de los esclavos. Pero, para él, en realidad nace cuando sus manos encuentran el momento justo para cortar el árbol de chonta en las selvas aledañas a Guapi, Cauca, y armar la marimba de 24 palos. Él mismo la talla para sacarle el sonido. Y tiene que ser así. "El primer sonido que oí fue el de la marimba. Mi papá las hacía y las vendía. Es más, cuando nací, no había lugar para ponerme y cortarme el ombligo. Así que lo hicieron sobre una marimba".

Este virtuoso de la marimba nacido en Guapi compone sin partituras e improvisa con facilidad. Comenzó haciendo música en fiestas patronales y cumpleaños donde interpretaba currulao, jugas y arrullos, acompañado por instrumentos de la región cuyos nombres no son comunes: cununus, bombos y guazás. Convertido en un ídolo regional, se dio cuenta pronto de que lo que interpretaba no se conocía en el resto del país, pero perseveró y siguió componiendo música inspirada en la selva y los sonidos de la naturaleza. "Mis canciones nacen de las culebras, de los pájaros, de los árboles, de todo lo que me rodea en la selva". Considerado el marimbero de chonta más importante del mundo, es más conocido en Europa que en Colombia.

Cañamilleros y Gaiteros de Guacamayal

Les tocó tocar encerrados en un salón del Museo Etnográfico de Santa Marta para la directora del Festival del Imaginario, que los analizó con lupa antes de darles el sí definitivo de su viaje a Europa. Con un público de sólo franceses, inmóviles en sus sillas, los Gaiteros de Guacamayal se sintieron, por primera vez, ajenos a su música. Sólo cuando pudieron tocar ante un público y desbordarse de alegría, una hora después, volvieron a vivir. "Necesitamos la energía de la gente", explica Wilson Urieles Acosta, a cargo del bombo. Lo acompaña Víctor, el 'niño', Ramos, intérprete de la flauta de millo. Este, acostumbrado desde niño a sacarle sonidos a la madera negra de corozo, que se corta sólo en la luna llena o menguante de enero, aprendió a tocar la flauta a escondidas porque no la permitían en las iglesias y sólo se oía en las parrandas de los adultos. Ambos han hecho de la alegría su forma de vida: tocan para alegrar al público y no hay parranda en los pueblos del Magdalena que no los incluya. La gaita y la caña de millo, juntas, viajarán a Francia para ser escuchadas a partir del 12 de abril en París en representación de Colombia.