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ILUSTRAR: NEGOCIO PELIGROSO

La caricatura llevó a un artista soviético a un campo de concentración.

14 de mayo de 1984

Hay países en los cuales ilustrar o caricaturizar es un negocio peligroso. Viatcheslav Syssoiev, un artista soviético de 47 años, por ejemplo, fue condenado en mayo de 1983 a pasar dos años en un campo de concentración en la gélida región de Archangel por haber hecho dibujos "pornográficos", según las autoridades de la URSS. Pero son dibujos que periódicos europeos serios como Le Monde, Observer, Oggi, Le Canard Enchaine, Repubblica, no vacilaron en publicar. "Lo que ocurre, escribe Syssoiev en una autobiografía que acaba de aparecer en París, es que pinto lo que no toca". "Aquí en Rusia, agrega en una carta al norteamericano Abbie Hoffman, perseguido durante 6 años por el FBI, se puede dibujar únicamente lo autorizado por las autoridades. Y no logro acostumbrarme".
Desde su punto de vista, los responsables soviéticos tienen razón. Los dibujos de Syssoiev, algunos de los cuales han sido expuestos en una galería parisina, son realmente pornográficos. Syssoiev pinta de manera humorística colas ante ciertos almacenes, burócratas todopoderosos, policías de civil, Generales riéndose de los derechos humanos. Una vez pintó hasta el carácter paradójico de la tecnología militar soviética: un misil ultramoderno tirado por un burro. Sus personajes tienen la cabeza cuadrada, son idénticos y despersonalizados como lo desea el sistema. Su mundo está poblado por vagabundos, mutilados, prostitutas, alcohólicos y una juventud que se muestra más interesada por el "decadente" mundo capitalista que por la doctrina oficial marxista-leninista.
Syssoiev es indecente porque muestra evidencias poco evidentes para las autoridades soviéticas. Eso explica que a partir de 1978, la KGB se haya ocupado de él con tanta atención. Ese año le decomisó "pruebas" comprometedoras encontradas en su domicilio tras seis horas de pesquisas: libros de Magritte, Gauguin y Topor, y obras de Pasternak, Boulgakov, Mandelstam, Amalrik y Soljenitsin. Más tarde le impiden efectuar, con cinco pintores, un "festival Moscú-París" en la casa de una coleccionista, Liuda Kuznetsova, que debía responder al gigantesco "Moscú-París" celebrado en el centro Georges Pompidou. Todos fueron encarcelados durante 15 días. Más tarde lo convocan a la policía con frecuencia hasta cansarlo, lo que facilitó el establecimiento de otros procesos por no asistir a las citas.
En tales condiciones, Syssoiev decidió abandonar Moscú y gracias a la complicidad de algunos amigos logró esconderse hasta el 8 de febrero del año pasado, cuando fue capturado. Durante esos cuatro años, el artista dibujó y escribió su autobiografía. En ella él cuenta como estableció, hacia 1950, sus primeros lazos con Occidente, mediante las cosas expedidas por su padre desde Finlandia a donde había sido enviado como corresponsal del periódico El Trabajo. Esta ventana hacia el mundo exterior se amplió más tarde durante el período de Nikita Khrushchev.
Syssoiev se interesó en la pintura al descubrir en una exposición norteamericana en Moscú los cuadros de Jackson Pollock e Ives Tanguy. A partir de allí se dedica a comprar reproducciones de arte moderno (Kandinsky, Dalí, etc.) y a hacer dibujos abstractos y surrealistas. Sólo en septiembre de 1974 se entera de que existen otros pintores en Moscú que continúan haciendo lo que a sus ojos había desaparecido en los años treinta. Por la BBC de Londres se informa, en efecto, que las autoridades moscovitas habían utilizado buldozers para acabar con una exposición de pintura abstracta, organizada cerca de su casa.
"En esos días de septiembre, escribe Syssoiev, la radio daba casi todos los días informaciones sobre esos pintores. Así supe que existía Oskar Rabine, Elskaia y Roukhine", pintores que lo integraron al grupo de artistas no-oficiales que mostraban sus obras en apartamentos privados. De esa manera Syssoiev se convierte en un no-conformista, pierde su trabajo de maquinista y le toca dedicarse a su pasión: la caricatura, lo que lo conduce a un campo de concentración. Para protestar contra esa medida y tratar de obtener su liberación, una asociación internacional de artistas, la AIDA, organizó en París el pasado 24 de marzo una manifestación un tanto particular: unos 120 ilustradores, pintores y caricaturistas rodearon con sus caballetes la embajada soviética para dibujar, durante dos horas, en torno a un tema: "Naturaleza muerta (de la embajada) por un artista vivo".