Home

Cultura

Artículo

La mayor parte del material del DVD fue grabado durante una presentación en el Teatro Pablo Tobón Uribe, de Medellín.

MÚSICA

Imágenes del puerto imaginario

La agrupación Puerto Candelaria de Medellín llega a su quinta producción. Esta vez es ‘Amor y Deudas’, un DVD grabado en vivo y lleno de novedades.

Juan Carlos Garay
22 de noviembre de 2014

Antes de iniciarse los conciertos de la nueva gira de Puerto Candelaria, aparece una voz en el aire. La misma voz institucional que en otras circunstancias invitaría al público a apagar los celulares, esta vez advierte como si se tratara de una receta médica: “Evite en todo momento estados de quietud, letargo, moderación e inapetencia”. Ése es el espíritu que acompaña las casi dos horas de espectáculo delirante que, por fortuna, decidieron registrar en DVD.

El grupo Puerto Candelaria llegó a su quinta producción, luego de 14 años de vida profesional, y decidió embarcarse en un proyecto que incluyera lo escénico. Pero a diferencia de otras grabaciones en vivo, el concierto Amor y Deudas no es un desfile nostálgico de viejos éxitos. Más de la mitad del material es nuevo, compuesto especialmente para aquella noche en el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín, por donde además desfilaron invitados especiales: Andrea Echeverri, Esteman, Catalina García y Jacobo Vélez. O como lo expresa Juancho Valencia, el director del grupo: “Esta fue una celebración a la que invitamos a nuestros maestros, nuestros amigos y nuestros hermanos menores”.

Hace nueve años, en ese mismo escenario, Puerto Candelaria lanzaba su segundo disco, Llegó la banda. En ese entonces Valencia hablaba de la búsqueda de una estética circense, y había saltimbanquis y tragafuegos. Hoy el componente visual sigue siendo extravagante, pero es más complejo. El espectáculo se inicia con sirenas de barco y un faro entre la niebla: es la ilusión de que todos estamos llegando a ese lugar de una geografía imaginada, ese Puerto Candelaria que (¿por qué no?) podría no estar lejos del condado de Yoknapatawpha, que tampoco existe, pero que se menciona en todos los libros de William Faulkner.

Después de esa entrada, cada canción pareciera retratar una esquina o un grupo de habitantes de aquel lugar absurdo. Y ahí es donde la música cobra toda su fuerza. El letargo que

desaconseja el locutor del comienzo es, sencillamente, imposible. Ese formato poco convencional de piano, bajo, dos vientos y dos percusiones, se pasea por sonidos tan variados como el porro, la electrónica, la música disco de los años setenta y el folclor de los Balcanes.

Hay guiños a la balada y al ‘chucu-chucu’. Hay un momento, durante la canción Amanecer, en que recordamos su etapa más seria (o digamos menos irreverente) en el jazz. Y al final, paralelo al asombro de corroborar que estos tipos dominan todos esos géneros, lo que queda es una gran satisfacción: saber que no lo hacen como una exhibición de talento sino como una herramienta para llegar a la sonrisa.

Valga también una reflexión sobre el formato de DVD. Es un hecho que los discos se venden cada vez menos, pero no por eso el músico va a dejar de crear ni de grabar sus creaciones. La industria de la música está dando un giro hacia la consolidación del espectáculo en vivo como la auténtica experiencia musical. Que es, en últimas, la manera como todo empezó. Con la llegada del disco, decía a mediados del siglo XX el crítico Neville Cardus, “la música se volvió demasiado familiar, menos milagrosa”. El reto hoy es volver a generar ese asombro antiguo. Y una producción audiovisual, aunque implica mayores costos, se acerca más a ello. Puerto Candelaria ha demostrado estar a la delantera en términos de empresa, con un manejo profesional de su agenda de conciertos y sus finanzas. Ahora lo están también en términos de tecnología.